Existieron ráfagas en la que la razón pareció ganar terreno.
Basta recordar las negociaciones a comienzos de los 90 (en Madrid y Oslo) y en 1993 con el famoso apretón de manos entre Isaac Rabin y Yasser Arafat, bajo el auspicio de Bill Clinton.
Claro está que esto no implico el fin del conflicto, sino el comienzo de la ruta para ir al fin, que es distinto. La pugna se encarniza desde el año 2001. Miles de proyectiles, algunos de fabricación casera y otros “no tanto” han caído sobre poblaciones del Sur de Israel, causando grandes daños materiales y pocas víctimas, debido a las precauciones que toma Israel para defender a su población civil y a la gran cantidad de refugios construidos.
Los palestinos tuvieron una nueva oportunidad para constituir un gobierno de unidad nacional. En 2005 Israel desalojó el territorio de Gaza, sacando a sus soldados e incluso echando por la fuerza a los judíos ultra ortodoxos que se habían establecido allí. Pero la insurrección de antinomias locales (el grupo terrorista Hamas – que responde al fundamentalismo iraní – obligó a huir a los militantes de Al-Fataj, el grupo creado por Yaser Arafat) impidieron la conciliación y los disparos contra territorio israelí no sólo no disminuyeron sino que se intensificaron.
En conclusión, es menester hacer una bisectriz en este conflicto. Separar claramente las posturas. Por una lado no se puede justificar los graves errores cometidos desde ambas latitudes. Los palestinos son responsables al no poder preservar su unidad. Y sus sectores integristas (Hamás, la Yihad Islámica) lo son de haber cometido, a su vez, magnos y atroces crímenes, como los atentados suicidas o los misiles de Hamás contra civiles, que son a su vez inhumanos y absurdos. Pero acaso Israel posee, también, su cuota de culpabilidad. Basta recordar los violentos desalojos de 1946 de la población rural originaria, que fue expulsada hacia tierras marginales (Gaza y Cisjordania). O el incurrir frecuentemente, y de manera desvergonzada, en represalias furiosas vulnerando el Derecho Internacional o los Convenios de Ginebra, por caso. Y sin ir tan lejos, se repudia también el accionar en los últimos años en Gaza, donde se ataca población civil o no se deja entrar ayuda a hospitales.
Es posible, quizás, que si los árabes hubieran aceptado la resolución de 1947, hoy existiría ese Estado musulmán, con la misma antigüedad que el de Israel, que pese a los continuos conflictos en sus 60 años de existencia, logró convertirse en el único estado democrático en todo Oriente Medio. Hizo la paz con Egipto y con Jordania, devolviendo territorios y anhela lo mismo con Siria y Líbano. Incluso, si la historia hubiera tomado otro camino, consecuentes de la fatalidad de las leyes económicas, podemos imaginar que palestinos y julios estarían vinculados estrechamente entre sí.
Cuando la imagen de un niño mutilado por una bomba, un hospital destruido por ataques aéreos o las cifras de muertos civiles, que se multiplican por centenas, invaden los medios de comunicación se hace dificultoso que la razón domine el sentimiento. Pero es importante ejercitar la sensatez para reflexionar, entender y analizar los vaivenes de un mundo que cada parece desgranarse un poco más.
Juan José Postararo es un Periodista con conocimientos en Producción Radial y Televisiva. Cuenta con experiencia en prensa escrita, comunicación interna y relaciones comerciales y orientación Deportiva.
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