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El (TSB) de José Alejandro González y la otra cara de Colombia

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EP New York/Enfoque cultural

Por: Paula Durán / otros medios

No es fácil ser optimista en Colombia, ni siquiera después de la firma del proceso de paz. En un país acostumbrado a la guerra y a la violencia, es raro encontrar un proyecto como Todos Somos Buenos (TSB), del fotógrafo y videógrafo bogotano José Alejandro González.

Su idea nació durante un viaje en 2014, mientras estaba regresando desde Nueva York a Bogotá. González viajaba por Centroamérica cuando sacó su cámara y empezó a buscar retratos al azar. Antes que lo fotográfico, lo que perseguía era el encuentro, dice, el momento de conexión con un desconocido. Todos Somos Buenos evoca proyectos como Humans of New York, que rescata pequeñas historias personales de los habitantes de esa ciudad, o The Interview Proyect, del cineasta David Lynch; ambas iniciativas han inspirado a González, pero TSB es la evolución de un proyecto que inició cuando vivía en Barcelona, donde estudió cine y montaje: en 2002, cuando compró su primera cámara de video, comenzó a grabar y a entrevistar a desconocidos en la calle. “Desde entonces no he parado de acercarme a la gente”, cuenta el fotógrafo.

En los últimos años, a partir de retratos de colombianos que toma de forma instantánea en cualquier pueblo y en cualquier situación, González ha dado forma a una serie que intenta atravesar abismos de clase, región e ideología para sostener una tesis más desafiante que cualquier prejuicio: los colombianos son buenos.

¿Cómo ha sido su proceso? ¿Cómo decide tomar sus fotos?

Creo mucho en el azar. Toda esta obra la entiendo como una gran secuencia de vida. Creo que cada retrato que hago me lo manda la magia. De repente, hay un impulso que me sale y digo: “A esta persona le tengo que tomar una foto”. Retrato a la Colombia que me da la calle, son los personajes que me nace retratar. Algo que me preocupa mucho son las minorías étnicas y los homosexuales en Colombia. También las personas que están oprimidas por un medio o una sociedad difícil y me gusta mostrar que hay cierta belleza en esas personas.

¿Ha encontrado algo en común entre sus fotografiados? ¿Algo que se atrevería a describir como colombianidad?

La amabilidad de la gente, su alegría. Yo admiro a esas personas, la normalidad con la que asumen la vida. Así estén viviendo dificultades, siento que ellos me regalaron el momento para tomarles una foto y yo les regale un momento de aceptación. Es un reconocimiento mutuo.

En 2016, un año en que Colombia se polarizó durante la campaña por el plebiscito por la paz, ¿qué quería transmitir con Todos Somos Buenos?

Para mí, afirmar que todos somos buenos es bien difícil. Yo me lo imagino a nivel metafórico, como en Hollywood con ese cartel grande que dice Hollywood: yo quisiera poner un letrero grande en una montaña que diga Todos Somos Buenos y que nos sirva como reflexión en cualquier pedacito de nuestra vida. Detrás de la frase TSB cada persona tiene la responsabilidad de asumir sus actos. No es un proyecto alcahueta. Existe una ley y si uno hace algo hay consecuencias, pero lo que no podemos es juzgar a otros.

¿Qué quiero yo con una cámara?

Lo que yo propongo es hacerle un retrato a toda la humanidad y que cada uno se mire en los ojos del otro. No puedo ser tan ingenuo de pensar que todos somos buenos pero sí creo que es muy atrevido estar dándonos palo y dividirnos en vez de decir: “¿Por qué no nos miramos los unos a los otros y entendemos que todos cabemos acá?”.

¿Por qué cree que para los colombianos es difícil entender que caben todos?

Cuando ganó el No en el plebiscito, yo sentí que los del Sí eran muy agresivos. Lo que pasó me pareció superválido. También es cierto que obviaron a la mitad del país que no estaba con el Sí. El 2 de octubre sentí que no estábamos listos y es que usted no puede hacer la paz sin Álvaro Uribe Vélez en Colombia. Hablar de paz es muy difícil. Si los políticos no pueden hacer las paces, ¿cómo exigirlo al país entero?

¿Qué falta?

Aceptarnos, mirarnos, vernos, escucharnos, conocernos. Es válido tener argumentos, ponernos bravos, dejarnos de hablar, pero siempre con algo en la cabeza y es que hay que respetar al otro. Y cuando tú respetas al otro, lo dejas ser como es.

¿Qué impide lograr eso en Colombia?

El miedo, la violencia, la falta de amor tan verraca que tenemos, eso se mezcla. Me da mucha alegría hablar de TSB porque va a generar discusión y si la gente habla van a tener que aceptarse y entender algo válido: cuando algo le cae realmente mal es porque algo tiene adentro que lo refleja. Somos homosexuales, somos drogadictos, somos guerrilleros, paramilitares, políticos, corruptos, buenas o malas amas de casa, buenos o malos papás, pero cada individuo está tratando de ser un poco mejor.

¿Cómo podría resumir el 2016 para Colombia?

Somos un pueblo aguerrido y fuerte y no me explico por qué seguimos adelante a pesar de todo. Yo creo que tenemos mucha fuerza y en el fondo todos tenemos ganas de normalidad, de cosas buenas. Vivir realidades donde haya espacio para la alegría a pesar de la barbarie, desunión y falta de amor en Colombia.

¿Qué le gustaría transmitir a la clase dirigente colombiana?

Que han fallado y que tienen que darse cuenta de eso, ellos también han sido responsables de toda esta catástrofe de sociedad que se representa en los ocho millones de víctimas que ha dejado el conflicto. Quiero que mis fotografías también sean como un gran mural de ojos para que esos señores digan: “Mierda, esta gente que tiene ojos como yo, que tiene familia como yo, quiere que todo vaya mejor”.

¿Hay alguna historia de alguien que ha retratado que lo haya impactado?

Hay una señora que conocí en Doncello, Caquetá. Rosalba. Resulta que esa señora tenía dos hijas y una era concejala. Un día, hace como ocho años, las Farc asesinaron a todos los concejales. Llegaron a la casa de doña Rosalba y salió su hija y le pegaron un tiro. Luego salió la otra hija a preguntar qué había pasado y le metieron otro tiro. En un minuto doña Rosalba perdió en sus brazos a sus dos hijas. Lo que me impresionó era que la señora, que vive con cuadros de sus dos hijas en su casa, iba a votar por el Sí. Colombia le faltó el respeto a esa señora, a esa mamá.

¿Qué cree que le espera a Colombia en 2017?

Que se den cuenta de que mucha gente ha sufrido, creo que las personas que pueden crear cambios de verdad tienen que ser conscientes de su responsabilidad con el otro. A raíz de tanto sufrimiento en el 2016, hay que hablar, conversar y gritar que todos somos buenos. Las Farc van a estar en esos pueblos y la gente va a tener que empezar a reconciliarse. Valoro mucho que las Farc pidieran perdón, pero van a tener que seguir haciéndolo, equivocarse y aprender.

Hablando de las Farc, usted le tomó una serie de retratos a unos miembros de sus filas. ¿Cómo fue esa experiencia?

Yo estaba en contra de ir a hacerle homenajes fotográficos a la guerrilla. Entonces la vida me mandó una oportunidad para ir a un campamento guerrillero. Y yo también me puedo equivocar y contradecir. Me hice amigo de los guerrilleros y eran fotos simbólicas, sin armas. Quería un relato más del ser humano que de sus armas. Creo que me impresioné porque son muchachos campesinos superqueridos, convencidos también, porque eso es lo que conocieron. Colombia tampoco les dio una mejor oportunidad. Habrán cometido las locuras de la vida y por eso digo, cada quien asume lo suyo. No soy nadie para juzgar a las Farc tampoco, son gente que ya decidió incluirse a la sociedad, hay que darles la bienvenida. Que la justicia determine si deben algo y cómo lo deben pagar, pero ellos como seres humanos tienen que encontrar una Colombia que no les vuelva a dar la espalda.

​(Publicado en The New York Times)

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