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Ignorancia vs cinismo : una perversidad superada por delincuentes protegidos por el Estado y la sociedad

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Ignorancia vs cinismo: gana la perversidad

Por Gabriel Ángel Ardila/Colombia

Los mitos caen, cuando los pueblos demuestran su dinámica. Eso de que la ignorancia es madre de todos los vicios y produce debilidades o males, está superado. Los niveles de educación en Colombia avanzaron y los más ilustrados delincuentes de hoy vencieron eso. Pusieron de relevo esa creencia.

Se escolarizaron, removieron su ignorancia, le restregaron academia y la enjabonaron con intelectualidad y la despercudieron con ejercicios de racionalismo ilógico sin ninguna moralidad que les limite su accionar. Por eso son de liberalidad y “mentes muy abiertas”. Ya no son ignorantes: son togados, son doctos, son privilegiados de alto escenario y no pocos de esos muy bien remunerados con ventaja abismal sobre sus iguales de otros estratos.

Y sin ninguna necesidad intelectual u orgánica, sin hambres que saciar pues nadan en la opulencia por cuenta de la protección que ese Estado les brindó, arremeten contra ella misma. Muerden la mano al que les da de comer como las peores fieras y roban en cifras que casi ningún mortal tiene a su alcance. Sus extorsiones son de tres o seis mil millones de pesos; los saqueos que exhiben contra lo público superan los varios billones y siguen mamando de tetas que les remuneran sus sevicias con 15 a 28 millones de pesos mensuales y alimentan apenas como su caja menor, para los gastos de dos o tres fines de semana de ellos.

¿Cuál ignorancia? ¿Dónde está la debilidad de estas hienas?

Sus fortalezas todo el mundo las presume: de sus debilidades conocemos que son jugadores, consumidores de narcóticos y otros alucinógenos caros; tragos finos y gastan con desparpajo en toda suerte de espectáculos privados y servicios de compañía, masajes y viandas de las más impensadas categorías. Tal vez, como es reconocido de ciertos capos, también sus familias constituyen su debilidad y ciertas creencias los hacen proclives a ritos purificadores y contribuyentes de poncheras conocidas o anónimas pues aunque no lo puedas creer, ¡se pasan como creyentes!

Como reina entre ellos la ambición y eso llamado en los pueblos paisas, “angurria”, no tienen amigos de verdad. Esa es la debilidad que los pone en evidencia y sus propios socios de los delitos, sus cómplices versados y estudiados, son los que los sapean: se impuso ese sistema perverso de hacer justicia, premiando al sapo “inteligente”. Aunque merezcan todos el mismo fin, una muerte estúpida, los delatores mueren destripados en sus propios historiales y en su falta de credibilidad frente a todos. Pero merecen todos lo mismo.

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