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Orden fronterizo y defensa de la amazonía , puntos clave de reunión Maduro vs Petro

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EP New York | Otros Medios | opinión

CARACAS — Se trata de una reunión que hace apenas un año habría sido casi impensable.

Pero el martes, el presidente de Colombia, país que durante años ha sido el aliado más fuerte de Estados Unidos en América Latina, voló a Caracas para reunirse con el líder de Venezuela, un hombre al que Estados Unidos no reconoce como presidente del país y que está acusado por las Naciones Unidas de crímenes contra la humanidad.

La reunión entre Gustavo Petro, el recién elegido presidente de izquierda de Colombia, y Nicolás Maduro, un líder de inspiración socialista que ha destruido las instituciones democráticas de su país y ha contribuido a sumir a gran parte de la nación en la pobreza, marca un nuevo capítulo en el enfoque global hacia Venezuela.

Durante años, una coalición liderada por Estados Unidos ha tratado de derrocar a Maduro mediante sanciones y aislamiento. Pero un número creciente de países, en particular los nuevos gobiernos de izquierda en Sudamérica, han comenzado a suavizar su enfoque hacia Maduro.

Y Colombia, que comparte una frontera con Venezuela de más de 2000 kilómetros de largo, es uno de los países más grandes e importantes que han decidido retomar el contacto, tanto por su proximidad física a Venezuela —y, por lo tanto, su capacidad para participar en el comercio transfronterizo— como por su estrecha relación con Estados Unidos.

Sin embargo, la pregunta que planea sobre este nuevo contacto es significativa.

¿El acercamiento de Petro a Maduro permitirá que el líder autoritario consiga la dosis de legitimidad internacional que anhela y lo ayude a cimentar su control del poder?

¿O será que Petro podrá llevar a un compañero de la izquierda hacia las normas democráticas, incluyendo lo que la oposición venezolana ha estado exigiendo: unas elecciones presidenciales libres y justas en 2024?

La visita “es un premio para Maduro”, dijo Phil Gunson, un analista del International Crisis Group que ha vivido en Venezuela durante más de dos décadas. “Mi temor es que Maduro saque más provecho de esto que Petro”.

El martes, Petro ingresó al Palacio de Miraflores, la residencia presidencial, acompañado por Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, caminando por una alfombra roja y fue recibido por Maduro y su esposa, Cilia Flores.

Luego de un apretón de manos en público y luciendo atuendos casi idénticos —camisas blancas, pantalones negros—, ambos líderes sostuvieron una reunión privada.

Poco después, y flanqueado por un retrato de Simón Bolívar, un prócer fundamental en la fundación de ambas naciones, Petro calificó las recientes divisiones entre los países vecinos como algo “antinatural”. También afirmó que viajó a Venezuela para “reconstruir la frontera” entre los dos países, que había caído en manos de “mafias”, y para discutir la “defensa de la selva amazónica”, que se extiende por ambas naciones.

El mandatario colombiano dijo que le estaba pidiendo a Maduro que regresara al sistema interamericano de derechos humanos. La decisión de reingresar a ese sistema permitiría que las víctimas que no han recibido justicia en los tribunales venezolanos puedan presentar sus casos en un tribunal internacional. También sería una señal de que Maduro quiere que Venezuela se reincorpore a la comunidad democrática.

Al concluir su discurso, Petro dijo que Maduro tiene la oportunidad de “prender la antorcha para alumbrar a la democracia y a la libertad”.

“Esa es nuestra invitación”, dijo.

Muchos analistas creen que Maduro tiene pocos incentivos para unirse al sistema interamericano de derechos humanos. Pero en su propio discurso, Maduro dijo que había sido “muy receptivo” a la idea. Afirmó que el encuentro fue “fructífero, verdaderamente auspicioso, con buenos resultados”.

Los dos líderes no aceptaron preguntas de la prensa.

En respuesta a la visita, un portavoz del Departamento de Estado de EE. UU. dijo que Washington instó a Colombia “a responsabilizar a los gobiernos que han descartado las normas democráticas, como el régimen autoritario de Maduro”. Pero el gobierno de Joe Biden no criticó ni elogió explícitamente la decisión de Petro.

El predecesor de Maduro, Hugo Chávez, llegó al poder en 1999 tras unas elecciones democráticas. Cuando murió en 2013, el sucesor que había elegido, Maduro, se convirtió en presidente.

Con el tiempo, la corrupción y la mala gestión destruyeron la economía, lo que desencadenó una crisis humanitaria. Para mantenerse en el poder, Chávez y Maduro reprimieron a los medios de comunicación y encarcelaron a los opositores.

Desde 2015, una cuarta parte del país ha huido, y hoy los venezolanos son el grupo más numeroso que se abre paso a través de la peligrosa selva del Darién en un intento desesperado por llegar a Estados Unidos. En los últimos meses, un número récord de venezolanos ha cruzado hacia Estados Unidos.

Estados Unidos acusó a Maduro de amañar las elecciones presidenciales de 2018 y en 2019 reconoció a una figura de la oposición, Juan Guaidó, como presidente legítimo del país, una medida que fue seguida por decenas de naciones.

Desde entonces, la estrategia liderada por Estados Unidos ha consistido en intentar, mediante sanciones económicas, que Maduro acceda a convocar unas nuevas elecciones.

Pero esa política aún no ha logrado influir en Maduro, que este año rompió las conversaciones con los líderes de la oposición del país, que se suponía iban a incluir una discusión sobre el establecimiento de condiciones para una nueva votación presidencial.

Y en los últimos meses, muchos países han optado por empezar a relacionarse con el gobierno de Maduro, un reflejo, en parte, de la elección de izquierdistas en toda Sudamérica. Tras la elección de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, los seis países más grandes de América Latina están o pronto estarán dirigidos por líderes que profesan ideales de izquierda.

Bolivia reanudó las relaciones normales con Venezuela tras la elección de Luis Arce en 2020. Perú hizo lo mismo el año pasado tras la elección de Pedro Castillo. A principios de este año, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, dijo que haría algo similar.

El lunes, Maduro declaró que él y Lula habían hablado por teléfono y acordaron reanudar la cooperación binacional.

El presidente de Chile, Gabriel Boric, quizás ha sido el más crítico con Maduro. Su predecesor de centroderecha reconoció a Guaidó como presidente de Venezuela. Pero desde entonces no se ha mencionado a Guaidó en la página web del Ministerio de Relaciones Exteriores, ni se ha reconocido oficialmente al gobierno de Maduro.

“No podemos tener doble moral”, dijo.

Colombia, que hasta hace poco solo había tenido gobiernos de centro y derecha, ha sostenido una relación tensa con Venezuela desde que Chávez llegó al poder.

Pero la relación cayó en picada en 2019, cuando Colombia reconoció a Guaidó como mandatario venezolano y Maduro rompió relaciones con Bogotá.

Algunos integrantes de la oposición venezolana celebraron y otros condenaron la visita de Petro.

En un comunicado enviado a The New York Times, Guaidó, quien aún es reconocido por Estados Unidos como presidente de Venezuela, calificó a Maduro de “dictador” y dijo que Petro debe alejarse de “ser cómplice de violación de derechos humanos”.

Pero en una entrevista, Stalin González, quien forma parte de otra facción de la oposición, dijo que la comunidad internacional había agotado la estrategia de aislamiento.

González afirma que solo queda el diálogo, y la oposición venezolana debe abrazar los intentos de la nueva izquierda sudamericana para llevar a Maduro a la mesa de negociaciones.

“Yo espero que Petro sea un aliado de la democracia en Venezuela”, dijo González. “En el pasado se usó la estrategia de la presión y más presión y eso no resultó. Necesitamos gente que aliente a Maduro a la democracia, a volver a respetar los derechos humanos y las instituciones”.

Petro ha calificado su decisión de restablecer las relaciones como una medida práctica.

Hay más de dos millones de venezolanos viviendo en Colombia, pero no hay servicios consulares para ayudarlos, mientras que la ruptura ha acabado con miles de millones de dólares en comercio legal, lo que alimenta el comercio ilegal y sin impuestos a lo largo de los muchos caminos rústicos que bordean la extensa frontera de los países.

Sin embargo, hay indicios de que los intereses de Petro pueden estar más cerca de casa. El presidente colombiano ha apostado su presidencia en lograr lo que él llama “paz total”, que implica la eliminación de los numerosos grupos armados del país mediante acuerdos de paz y otros medios.

Para lograrlo, Petro necesita a Maduro, quien ha permitido que algunos de esos grupos, incluida una guerrilla izquierdista llamada Ejército de Liberación Nacional, florezcan en Venezuela.

Gunson dijo que Maduro tiene un largo historial de negociaciones de mala fe, y puso en duda la idea de que cumpliera con cualquier cosa que le haya prometido a Petro.

Hasta ahora, no está claro si Maduro le ha prometido algo a Petro a cambio de la reunión tan pública.

Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela, se mostró igualmente escéptico de que Petro pueda lograr que Maduro transite hacia la democracia.

Alarcón dijo que “si esta relación tiene componentes políticos, como yo apostaría que los va a tener”, es posible que termine “de alguna manera, favoreciendo a la estabilidad del gobierno de Maduro”.

Publicado en The New York Times.

 

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