Luego está Pablo Iglesias, que nunca hubiera pasado de ser un oscuro profesor de la Complutense si no hubiera sido por el empeño de algunos canales de televisión de presentarlo como una suerte de Carlos Marx hispano empeñado en cambiar el curso de la historia, pero no era así. Si uno examina la obra intelectual de los grandes “pensadores” de Podemos, no encontramos más que algunos opúsculos, unas decenas de artículos ilegibles, algún libro de carácter superficial y algunos irónicos, como el Curso urgente para gente decente que lo escribe, precisamente, Monedero, el más indecente, desde luego, entre toda esta tropa.
La herrumbre, la decadencia de España, el ocaso antes del abismo final, tiene mucho que ver con estos personajes mediocres, henchidos de odio, frustración, desprecio hacia las formas democráticas y occidentales, antinorteamericanismo de librillo, tufillo proislamista por ignorancia y pose de salón y, en definitiva, una miseria ideológica que repugna. Pero ya se sabe, nos los advirtió Hannah Arendt, el mal siempre es banal y no hay mayor banalidad que en la dirigencia de Podemos.
Son los hijos de nuestra Transición, herederos de una tradición de izquierdas supuestamente progresista, gente que no ha hecho nunca nada en la vida más que recibir becas, como Errejón que las cobraba sin ni siquiera producir una página, y trabajar para el Estado como funcionarios sin saber lo que es levantar una empresa o trabajar en el sector privado. Estos personajes, que nunca podrían vivir en sus paraísos soñados, como Cuba, la inexistente Palestina, Irán o Venezuela, son, además, unos cínicos de campeonato, gente que predica lo que no se cree y que sabe, a ciencia cierta, que su modelo de socialismo trasnochado es un fracaso total destinado a los anaqueles de historia, pero que la masa borreguil que les sigue se lo cree y encima, para mayor inri, les vota. Qué desolación de país, el último que apague la luz.