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La desinformación y el dominio político

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Un pueblo que no lee y que no procesa ningún tipo de información estará sujeto a los vaivenes del rumor y la propaganda negra de quienes quieren mantenerse en el poder.

Por: LUIS CARLOS LOZANO OSPITIA

Abogado y escritor colombo-español y

 Diego Rosero

rodie1954@yahoo.esRodiecomunicaciones@outlook.com

Las grandes empresas de medios de comunicación colombianas. Tanto: visual, radial o escrita, tienen la facilidad de conducir la información que llega al pueblo, logran los objetivos que es encasillar  y acondicionar al receptor para que piensen, actúen  y defiendan esos intereses; desconociendo la verdadera fuente y la realidad de los hechos.

Un raro fenómeno sociológico se viene presentando en Colombia, donde la utilización de un coctel subliminal del rumor conjugado con la propaganda negra circulando en medios sociales donde, en la mayoría de los casos, la gente no tiene una buena comprensión lectora porque poco lee y,  lo que es peor, se aísla intencionalmente de escuchar, leer o ver noticias en un mundo dominado por las teorías de la informática y comunicación, TIC’s, está motivando una confrontación política que permite inclinar la balanza hacia quienes se encuentran tras bambalinas y quieren perpetuarse en el Poder.

Da grima como periodista (eso tiene que llevar a replantear nuestra misión de comunicadores) ver cómo en el siglo de la revolución informática, una buena parte de los compatriotas son los menos enterados de lo que sucede a su alrededor, a pesar de los despliegues que se hacen de hechos que trascienden lo rutinario y deberían motivar a que la gente tenga un pronunciamiento sobre los temas, como ocurre en otros países, ejemplo Estados Unidos, donde Donald Trump tiene amenaza de revocatoria si se descubre como hecho cierto su relación directa con Moscú, capital del régimen con el que pelean la supremacía global los gringos. Allí el ciudadano lee y está enterado de lo que pasa en esa sociedad.

Fuera de Colombia  

En un análisis descarnado, uno debe hacerse una pregunta de características sicológicas muy avanzadas: ¿por qué en el extranjero (fuera de nuestras fronteras) el Presidente Juan Manuel Santos es un héroe por haber culminado de una manera u otra un proceso de paz con el peor enemigo del Estado colombiano en 52 años de su historia de guerra, y en el interior de nuestro territorio es visto como el peor mandatario y verdugo por haber conseguido esa hazaña, que le valió un Premio Nobel de Paz, el primero en esa categoría para un colombiano y el segundo en toda la historia del país, en reconocimiento por su tenacidad y esfuerzo para dialogar y mantener sentado en la mesa de las negociaciones a un oponente que considerado el mayor y poderoso enemigo directo del estado y de un pequeño grupo que son los potentados de este país?

Reconocimiento de quienes saben lo que es vivir en un país en paz y por eso rechazan los atentados de Isis, (mirada extranjera) frente a quien quiere mantenerse como el Gran colombiano, poniendo en práctica las teorías que aprendió en Oxford, Inglaterra, antes de ser presidente por dos periodos y que es amante de la guerra. No será raro que me denuncie ante un estrado judicial. Eso de la paz no va con él. (Mensaje subliminal)

 

Otros 52 años

Se crea la sensación, en el extranjero,  que la inmensa mayoría de la sociedad colombiana quiere seguir en guerra y no importa que caigan en los campos de combate los hijos de los demás y no los propios, especialmente las clases adineradas, (que lo primero que hacen es sacar a estudiar a sus hijos en las mejores universidades fuera de nuestras fronteras para no verlos vestidos de soldados), siendo las principales enemigos del proceso de paz alcanzado. Y que apoyan abiertamente al Centro Democrático.

Una muestra de ese coctel molotov social que ronda en el territorio colombiano es lo que sucedió en el plebiscito, cuando se impuso el NO: la gente creía que era imposible que el Gobierno, tras un esfuerzo de negociaciones de más de cuatro años en La Habana, fuera a ser derrotado.

Pero imperó la desinformación, en que llevó incluso a que el gerente de la campaña del Partido Centro Democrático al frente de esa campaña, fuera expulsado de esas filas cuando, ingenuamente, contó los pormenores de cómo habían hecho para ganar con el concurso de un sector que resultaba extraño en su accionar en contra del proceso, como eran los cristianos (mucho más conservaduristas que los propios católicos en su apego a las enseñanzas de Jesús el Nazareno), violando los preceptos y dogmas que caracterizan los postulados del cristianismo sobre el perdón (77 veces 7) y amor. Al fin y al cabo en esas filas religiosas hay hombres con intereses particulares y que tienen una forma de vivir erigida sobre el saber manipular a sus feligreses, quienes después de que sea el pastor el que lo diga, no reparan ni contradicen las normas de su iglesia. Manipulación total. Y manipulados como borregos, que no chistan ni contradicen por el temor absoluto de perderse en el infierno por no obedecer lo que ordena su obispo o líder. Distantes a parecerse a los sacrificados hugonotes franceses del pasado.

 

Ganadores y perdedores

¿Quién gana y quién pierde en ese enrarecido clima? Sin duda quien debería ganar un mayor número de adeptos debería ser el Presidente Santos. Sin embargo, las teorías de Noam Chomsky quedan ¡pendejas! frente a la realidad colombiana: Los opositores al proceso de paz se perfilan para el 2018 como los ganadores de la próxima contienda electoral basados en ese coctel molotov, anunciando de ante mano que harán trisas el proceso de paz firmado, es decir, señores, que en el próximo cuatrienio vuelve el negocio de la guerra a nuestros campos y especialmente en los sectores más pobres, para seguir desplazando a los campesinos para quedarse con sus tierras. Y para hacer realidad ese anuncio, léase bien, deberán renacer los ejércitos paramilitares que sembraron de masacres y odios el territorio nacional. ¡Ejércitos formados por pobres para matar pobres!

En nuestra humilde forma de ver las cosas, al Gobierno Santos le ha faltado (increíble la cosa, cuando estamos hablando de un colega sentado en el primer puesto del Estado colombiano) un buen jefe de prensa, que con estrategias de penetración social le haga frente a ese coctel de mentiras utilizado por el CD de una manera particular, ya que usan medios subliminales para hacer ver que el país va hacia un profundo abismo.

Algo para ufanarse

Por ejemplo, somos muy pocos los que sabemos que en el 2016, el mayor rubro en la generación de recursos para el Estado colombiano no fue el petróleo ni el café, sino el turismo, al generar recursos superiores a los 5.000 millones de dólares (no pesos) en un incremento que casi dobla la cifra del 2010. Y eso es mucho decir y reitera la posición que esbozamos al comienzo de estas líneas: hay que ser extranjero para darnos cuenta cuánto cuesta y se disfruta la paz en un país que durante muchas décadas estuvo excluido de ese renglón de la economía porque las circulares de los ministerios de Relaciones Exteriores eran tan rojas, tanto que obligaban al turista que iba a viajar a Colombia a tomar decisiones bajo su propio riesgo, por el temor de un secuestro de parte de los gobiernos de sus respectivos países.

Y no sé si es porque viven al interior del Edén, si los colombianos no se han dado cuenta que podrían generar una gran industria turística que generaría trabajo para cientos de miles de compatriotas que habitan en los lugares más bellos que tiene el planeta tierra en un solo rincón como es el nuestro, que con su situación privilegiada casi en el centro del mundo, tiene las mejores condiciones para ofrecer selvas, montañas, ríos, mares, nevados, llanos y la más hermosa cultura cuando su gente está en paz, porque irradiamos alegría desbordante cuando se trata de disfrutar lo nuestro.  Estoy seguro que superamos a España y Grecia en esa materia.

Derecho a la protesta

Me podrán hablar de los paros y las marchas que se dan en este Gobierno: El derecho a la protesta pacífica ha estado garantizado en esta administración, hasta el punto que permitió que un sólo sector, como el de los camioneros, le hicieran un gran daño al Producto Interno Bruto, PIB, de 1.4 por ciento.

Y pregunte por qué los chocoanos y los bonaverenses (yo digo que deberían ser los 16 municipios ubicados sobre la costa del Pacifico, los que deberían estar protestando, porque la deuda social del Estado colombiano no es de ahora sino de siempre con esa región) no hicieron un paro tan prolongado en la administración anterior? Los mediocres y mal llamados dirigentes de Buenaventura no protestaron en 1991, cuando el señor César Gaviria Trujillo les entregó a los capitalistas de todos los pelambres el manejo de su terminal marítimo, cuando era el que de una forma u otra garantizaba que la plata circulara entre el pueblo y sus familias. Nunca compensó y desde allí para acá el principal terminal del país alimentó los egos de poderosas familias que nunca llegan a hospedarse en el Hotel Estación ni siquiera una noche. Hay un adagio que dice que uno se merece su suerte.

Los maestros son los únicos que siempre han estado en pie de lucha, esté quien esté al frente del Gobierno. Por eso Álvaro Uribe no los quiere, porque sabe que son sus mayores contradictores. También tienen derecho a reclamar un mejor trato los paperos, caficultores, indígenas y todos aquellos colombianos que deseen una mejor calidad de vida en lo que hacen. Algunos dicen que faltamos los periodistas.

 

Futuro incierto

El futuro del país es incierto en estos momentos en que los anuncios de unos y de otros hacen tambalear los esfuerzos de paz, reconocidos en el mundo, pero odiados por una camarilla y sus discípulos, que no acepta despojarse de su soberbia y deseo de poder, el cual va en capa caída. Donde está perdiendo presencia política y por eso necesita hacer toda la oposición para ver si vuelve al Poder con un títere del señor Uribe Vélez.

Los periodistas, como defensores de oficio de la democracia, debemos estar atentos a los efectos de ese coctel dañino a la sociedad, que pretenden  volver un círculo vicio: Más guerra, pobreza,   y más muertos civiles para hacerle un tributo al gran colombiano.

En nuestras manos está saber orientar. No somos defensores de oficio del señor Santos, colega periodista. Defendemos nuestro derecho a vivir en paz, consagrado en el (art.22) la Constitución de 1991 colombiana.

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