Por su parte, El Heraldo de Honduras, calculaba que de una población mayor a los 8 millones 500 mil habitantes vivían en la pobreza 5 millones 889 personas, una cifra realmente escalofriante y que revela la grave situación social que vive el país.Y el Banco Mundial, en uno de sus más recientes informes, presentaba, al referirse a este flagelo, un panorama nada halagüeño: “Honduras es un país de ingreso medio-bajo que se enfrenta a desafíos significativos, con cerca del 63 por ciento de la población viviendo en pobreza en 2014, según datos oficiales. En zonas rurales aproximadamente seis de cada 10 hogares viven en pobreza extrema o con menos de US$2.50 al día”.
Tampoco el país cuenta con mejores indicadores en lo que se refiere a la pobreza extrema, tal como también documentaba y aseguraba el Banco Mundial en otro informe que difiere en muy poco de los datos antes reseñados. Según este organismo financiero, en los pasados 14 años, Honduras mantiene el promedio de pobreza extrema más alto de la región centroamericana y Honduras promedia una tasa casi cercana al 42,6% de pobreza extrema (menos de 2,5 dólares al día) entre su población, es decir, uno de cada cinco de sus habitantes. Además, Honduras tiene el dudoso honor de tener el porcentaje más alto de pobreza extrema en toda América Central y casi en el continente.
Luego, ligado a la pobreza, está el problema de la desigualdad social, del reparto de la riqueza, donde ocupa el deshonroso primer puesto Honduras. Siguiendo con el relato que hace del país el Banco Mundial, hay que reseñar que de acuerdo a la base de datos de esa organización, Honduras lidera el ranking como el país con mayor índice de desigualdad en Latinoamérica solo debajo de algunos países de África. Según esta prestigiosa entidad, basándose en datos de diciembre del 2015, los primeros cinco países en el ranking de la desigualdad son africanos, seguidos por cinco latinoamericanos en los cuales está Honduras (6) Colombia (7), Brasil (8), Guatemala (9), Panamá (10) y Chile (14). En términos del coeficiente Gini, la desigualdad en Honduras es del 53.7 en contraste, por ejemplo, con el 25,9% de Noruega, uno de los países en términos de igualdad social que es modelo mundial.
El desafío de recuperar la seguridad en las calles y vencer a la criminalidad
Aunque ya no carga con el sambenito de ser el país más peligroso del mundo, todavía la violencia y la criminalidad siguen muy presentes en las calles de Honduras. El respetado Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), señalaba que en 2015 se cometieron 5.108 homicidios, una tasa de 59,5 homicidios por cada 100.000 habitantes. Este dato significaría, de hecho. una disminución cercana al 10% con respecto al año anterior (68 homicidios por cada 100.000 habitantes). Pero si lo comparamos con la tasa de 2011 (86,5), el descenso es aún más marcado y constituiría un éxito para la administración del actual presidente, Juan Orlando Hernández.
Pero tampoco las cosas han mejorado tan rápidamente y la situación, en términos de seguridad pública, sigue siendo muy grave y constituye una amenaza para la estabilidad política, social y económica del país. El Consejo Ciudadano de México para la Seguridad Pública y Justicia Penal, en un informe publicado a principios de año donde se detallan las cincuenta ciudades más peligrosas del mundo, señala que San Pedro Sula es la segunda ciudad más peligrosa del mundo, con una tasa de homicidios de 111,03 por cada 100.000 habitantes, y a Tegucigalpa en el puesto número sexto con una tasa de 73,51 sobre la misma proporción de habitantes.
El problema radica en que el Estado ha perdido su autoridad y capacidad para poner fin a esta auténtica ola de violencia desbordada. Como señalaba en una nota editorial el diario El Heraldo, “es urgente que el Estado hondureño recupere el control que ha perdido ante la delincuencia criminal, ante la violencia. Y para eso, la herramienta más adecuada a utilizar es la represión de la delincuencia; o sea investigar, descubrir, capturar, enjuiciar y hacer que paguen por el mal hecho a la sociedad”. Concluyendo que, en el caso de Honduras, “lo primero que se debe hacer es limpiar la Policía Nacional y los demás “operadores” de justicia; todo esto antes de intentar siquiera la recuperación de la seguridad perdida para la gente honrada”. Como vemos, nuevamente, la corrupción aparece ligada claramente con la lucha contra la inseguridad pública y el crimen organizado.
Honduras padece el acoso y el flagelo de bandas organizadas que participan en la extorsión, el secuestro, el crimen organizado e incluso el narcotráfico. Bandas que operan sin ningún control y sin que el Estado hondureño, muy endeble porque la justicia y la propia policía no funcionan adecuadamente, pueda actuar efectivamente contra ellas. Además, de acuerdo con el Índice Global de Impunidad (IGI) 2015, un estudio practicado por investigadores de la Universidad de Las Américas, Puebla, México, revela que de entre los 59 países del mundo evaluados las 10 naciones con más problemas de impunidad son Filipinas, México, Colombia, Turquía, Rusia, Nicaragua, Honduras, El Salvador, República de Corea y Georgia. Es decir, Honduras, con un puntaje del 64,1%, es el sexto país del mundo en impunidad y solo superado en el continente por México, Colombia y Nicaragua.
Para concluir sobre este asunto tan fundamental como es la seguridad pública, me remito al ya reseñado anteriormente editorial de El Heraldo que señala muy oportunamente: “En otras palabras, solo una contundente voluntad política para convertir la Policía, la Fiscalía, los juzgados y las cárceles en efectivos instrumentos contra la delincuencia, es el único camino que puede permitir a la actual generación de hondureños recuperar la seguridad perdida. Pero si queremos que nuestros hijos y nietos no vivan los horrores que hoy sufrimos, se debe evitar que los jóvenes y niños que sobreviven en alto riesgo social, entren a formar parte de los ejércitos de la criminalidad”.