Enfoque Mundial

PREVISIBLES ESCENARIOS ANTE LA CRISIS POLÍTICA EN ESPAÑA

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Los resultados de las elecciones generales celebradas en España el pasado 20 de diciembre pusieron fin al bipartidismo reinante -dominado por dos grandes fuerzas: la derechista Partido Popular (PP) y la centro izquierdista Partido Socialista Obrero Español (PSOE)- y supusieron la conformación de un nuevo mapa político dominado por cuatro grandes actores. Aparte del PP y el PSOE, habría que anotar al nuevo sistema de fuerzas la izquierdista Podemos, que llegó al 20% de los votos y 69 de los 350 diputados, la centrista Ciudadanos, con el 13% de los sufragios y 40 diputados, y un sinfín de fuerzas nacionalistas que sin ser determinantes sí pueden llegar a decidir qué coalición gobierna en España. Estos son los cuatro escenarios predecibles de lo que puede ocurrir en el país ante la falta de una mayoría clara para elegir al futuro presidente de Gobierno que conducirá los destinos de la nación.
1.Un pacto de sentido común, algo que en la política no siempre resulta fácil, entre las tres fuerzas políticas más cercanas y moderadas del sistema, es decir, entre el PP, el PSOE y Ciudadanos, que podría llegar a sumar los 253 diputados y una sólida mayoría para poder gobernar el país. Sin embargo, para el PSOE este pacto podría suponer el abrazo del oso y significar su desaparición, algo que saben los líderes socialistas, y para Ciudadanos, tal como le pasó a otras fuerzas en el pasado, ser anexionados y fagocitados por los populares. Es un escenario que sería el lógico pero de muy imposible cumplimiento. Otra cosa será que el PSOE y Ciudadanos dejarán gobernar al PP sin entrar en el ejecutivo, pero también en ese caso el desgaste sería muy grande y es una alternativa de bastante improbable aplicación. El PSOE sufre una grave crisis, con un líder acosado y fuertes divisiones internas, y Ciudadanos, tras verse defraudado en sus expectativas políticas (llegaron a pensar que ganaban las elecciones y se quedaron en un deshonroso cuarto lugar), está literalmente noqueada y con una escasa, por no decir nula, iniciativa política tras ver la cruda realidad que arrojaban los resultados electorales. Una cosas son las encuestas y otra bien distinta lo que los ciudadanos votan.
2. Un gran pacto de la izquierda que aglutinase  al PSOE, Podemos, Izquierda Unida (IU), los independentistas catalanes (ERC-DL) e incluso la proetarra Bildu, una coalición tan heterogénea y diversa como tan incapaz de llegar al necesario consenso para gobernar el país. Tendrían la mayoría, que pasa por los 175 diputados, pero el PSOE perdería la legitimidad para liderar un proyecto coherente que aúne la búsqueda de una solución al denominado “problema catalán” y la necesaria capacidad de maniobra para gestionar adecuadamente la todavía no concluida salida de la crisis económica que sufre España, toda vez que Podemos se niega a aceptar las recetas clásicas auspiciadas por la Unión Europea (UE) y los ajustes necesarios pero dolorosos que necesita la economía. Un gobierno de esas características sería posible pero dudo de que durase más allá de unos meses y seguramente la nación, de nuevo, se viera abocada a unas nuevas elecciones.
3. Un pacto entre las dos grandes fuerzas que hasta ahora dominaban el sistema, PP y PSOE, sin Podemos ni Ciudadanos. Aunque es la opción más deseada por una buena parte del Establecimiento, los líderes más veteranos de ambas fuerzas -incluidos seguramente Felipe González y José María Aznar- y una buena parte de los comunicadores sociales, es una salida política no deseada por el máximo líder socialista, Pedro Sánchez, y su equipo, pues temen ser engullidos en futuras elecciones por la pujante fuerza que es Podemos, que ya anuló políticamente a Izquierda Unida, y que lleve a alemanización de la política española, en el sentido de que los socialdemócratas acaben convertidos en un fuerza secundaria tras la derecha y sin posibilidades de vertebrarse como una alternativa creíble.
4.No debemos de perder de vista la perspectiva de unas nuevas elecciones generales que intenten clarificar el confuso y atomizado escenario político que salió de los comicios del 20 de diciembre. Esa posibilidad de adelanto electoral no es descartable, aunque es casi seguro que los socialistas la evitarán a toda costa en la medida en que es más que posible que en una nueva cita electoral perdieran más diputados frente a Podemos y salieran de las urnas en una situación de un mayor debilidad, mientras que los populares, según señalan las encuestas, saldrían beneficiados y subirían algunos escaños. No olvidemos que al PP le han han faltado apenas diez diputados más para gobernar, ya que se si sumamos los diputados de Ciudadanos y los populares con esos diez diputados a los que me refiero salen las cuentas para casi gobernar con mayoría absoluta. Sin embargo, la perspectiva de unos nuevos comicios crearía las condiciones para una honda crisis en los socialistas, un seguro escenario de polarización entre Podemos y el PP y la agudización de una serie de retos que están sobre la mesa, como la amenaza secesionista catalana y la crisis económica, que requieren una rápida respuesta.
Así las cosas, y  en unas circunstancias dominadas por la prudencia y el temor de todos los actores políticos a que cualquier movimiento provoque un desgaste electoral futuro, lo que está claro es que se forme o no gobierno al final la única alternativa al actual parlamento conformado por tantas fuerzas y sin una mayoría clara es que habrá elecciones anticipadas y que no se completará el ciclo de gobierno de cuatro años previsto por la Constitución. El gobierno que salga será débil, tendrá que buscar grandes acuerdos para sacar adelante sus proyectos y, en definitiva, se instalará una nueva forma de gobernar en España, pero eso no será óbice para que la inestabilidad sea la tónica dominante y que ese sea el mejor camino para resolver los problemas pendientes. Habrá elecciones antes de cuatro años, pero la cuestión es saber cuándo.  Otro asunto que queda pendiente es conocer qué será mejor para España: si un gobierno débil o la convocatoria de unas nuevas elecciones. Pero esa es harina que dejo para otro costal. Veremos qué ocurre.

Ricardo Angoso
Analista Internacional

Bush-Rubio, ¿tándem ganador de los republicanos para las elecciones presidenciales?

Se puede decir que la única opción ganadora que tiene el bando republicano es el tándem Bush-Rubio, que aúna experiencia, madurez política, juventud, diversidad racial, bilingüismo, manejo de la economía, larga trayectoria profesional y, sobre todo, razón de Estado a la hora de anteponer su claro sentido de servicio público a sus intereses personales

Ricardo Angoso/periodista Español

Analista internacional

 

 

A medida que va avanzando la precampaña para las primarias del Partido Republicano norteamericano, las cosas se van viendo con una mayor claridad y el ruido mediático generado por Donald Trump se va apagando a medida que su cascada retórica de mamarrachadas lejos ya de escandalizar sirve tan solo para caricaturizar a un personaje a medio camino entre el esperpentismo y el patetismo. Trump sabe poco de política, pero lo suficiente para saber que nunca va a ganar las elecciones primarias en el interior de su partido y ser el nominado como candidato presidencial.

Sin embargo, la amenaza de que si no gana esta batalla Trump se presente como independiente y divida al electorado conservador sigue pendiendo de un hilo y, de producirse, sería el peor escenario posible para los republicanos. Ya en la década de los noventa, un independiente ultraconservador,Ross Perot, le robó al bando republicano la victoria frente a los demócratas e impidió la reelección del presidente Bush padre. Trump está vendiendo su marca comercial en esta campaña, el objetivo es que su nombre se haga universalmente conocido -lo que en cierta medida ya ha logrado- y consiga vender más sus productos para acaparar una mayor fortuna. Trump también debe saber que las elecciones se ganan desde el centro y que sus exabruptos le pueden dar una cierta popularidad ahora, pero que pueden convertirse, en el largo plazo, en una suerte de bumerán que le deje fuera de juego.

En esta carrera electoral, marcada por el impacto mediático de las mamarrachadas de Trump y el claro liderazgo de

Donald Trump

 

Hillary Clinton en el campo demócrata, hay demasiado ruido, pocos contenidos programáticos serios y escasos espacios para un debate serio y sosegado entre los candidatos. Pero, en medio de este protagonismo inesperado y también buscado por Trump, hay dos candidatos que sobresalen en el campo republicano por su carácter de símbolos e iconos.

En primer lugar, está Jeb Bush, uno de los candidatos republicanos a tener en cuenta por su larga y dilatada carrera política, en la que tenemos que destacar su paso por la gobernación de Florida y otros cargos de no menor importancia -senador durante varios años-. Bush pertenece a una de las sagas políticas más conocidas del país y que ha dado dos presidentes a los Estados Unidos en periodos controvertidos en la historia de este país. Hombre cercano y afable, Bush también ha destacado en el mundo de los negocios y tiene conocimientos amplios en los asuntos de política doméstica norteamericana. Además, tiene un carácter pausado, moderado y ajeno a todo tipo de escándalos. Bush puede ser el candidato del centro en el bando republicano, pero a su vez también puede aunar a los sectores descontentos con la forma en que los demócratas han gobernado el país en los últimos años e incluso de los sectores más conservadores como el Tea Party, para quienes sería una pesadilla que llegue un demócrata nuevamente  a la Casa Blanca.

Esa candidatura de Bush a la máxima magistratura del país, si es que consigue ganar la larga batalla de las primarias, que apenas acaba de comenzar y se presiente larga hasta que un candidato se vislumbre como ganador, podría ser quizá el único contrapeso serio a la candidatura de Clinton. Nuevamente, como ha ocurrido en otras ocasiones, una saga política al estilo de los Kenedy vuelve a estar en la primera línea de la contienda política en Estados Unidos. Mejor dicho, dos sagas, los Clinton y los Bush, parecen ser las destinadas a competir por la presidencia de la mayor potencia del mundo.

Marco Rubio y Jeb Bush

 

Ganar el voto latino, única alternativa para vencer en las elecciones. Pero aparte de Bush, los republicanos pueden tener otra baza a su favor: el político hispano y joven Mario Rubio. Rubio es, a sus 44 años, uno de los senadores más jóvenes del Senado norteamericano y una de las firmes promesas del bando republicano. Abogado de profesión, bilingüe y con una notable vocación política, este joven candidato a la presidencia puede dar a los republicanos lo que ahora les falta, es decir, el voto de los casi cuarenta millones de latinos -cifra que podría ser mayor si sumamos los ilegales- que viven en los Estados Unidos y que mayoritariamente orientan su voto hacia los demócratas.

Va a resultar muy difícil, a partir de ahora, que un futuro presidente de los Estados Unidos sea elegido sin los votos de los latinos y los afroamericanos. Los futuros presidentes norteamericanos tendrán que concitar grandes apoyos en esas poblaciones para ser elegidos, tal como lo logró Obama en las últimas elecciones. Tan solo la estupidez supina de Trump, que está en campaña por negocios y no por política, puede haber llegado a planteamientos erróneos en las filas republicanas en el sentido de desconsiderar e infravalorar el potente y cada vez más emergente voto latino.

En definitiva, y para concluir, después de un somero análisis de los candidatos republicanos, sus propuestas programáticas y sus planteamientos estratégicos, se puede decir que la única opción ganadora que tiene el bando republicano es el tándem Bush-Rubio, que aúna experiencia, madurez política, juventud, diversidad racial, bilingüismo, manejo de la economía, larga trayectoria profesional y, sobre todo, razón de Estado a la hora de anteponer su claro sentido de servicio público a sus intereses personales. Bush tiene la suficiente edad y bagaje intelectual y profesional para ser el próximo presidente de los Estados Unidos, algo que no ocurre con el todavía bisoño, inexperto -hasta veces ignorante: sigue negando el cambio climático y se queda tan ancho- y joven Rubio, que debe esperar algún tiempo y aprender que en estas carreras políticas lo más importante es saber manejar los tiempos y dejar que las grandes oportunidades se le presenten. Si se cumpliera este deseo personal, que es el de muchos también en los Estados Unidos, es más que seguro que la retórica y demagogia de los demócratas, por mucho que se empeñe Hilary en presentarse como una persona cabal de ideas conservadoras, casi cercana a los republicanos, será ampliamente derrotada y asistiremos a un nuevo ciclo en este país.

@ricardoangoso

rangoso@iniciativaradical.org

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