Agencias
¿Estamos en una nueva guerra fría? o solo es una guerra comercial

Published
2 years agoon
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FranciscoEP New York | polìtica mundial
Lo llamamos nueva guerra fría, pero no lo es
La competencia entre EEUU y China es muy diferente de la que rigió entre Washington y Moscú y estructuró el mundo durante la guerra fría. Pese a las limitaciones que le impone EEUU, China está inmersa de lleno en la economía global y las inversiones estadounidenses en el país no dejan de aumentar. ‘Codependencia destructiva’ podría ser más adecuado para la competencia interdependiente actual.
Lo llamamos “nueva guerra fría”, pero la relación, competencia y colaboración entre Estados Unidos y China no solo no lo es, sino que guiarse por este concepto puede llevar a errores de visión y de política . Más aún entre China y la Unión Europea, que ve, correctamente, a la superpotencia asiática como “socio, competidor y rival sistémico”.
Utilizamos el término de guerra fría por pereza intelectual, y porque estamos inmersos en un periodo de transición, es decir, de desorden, de un orden mundial a otro cuyos contornos se divisan aún mal. La guerra fría responde a otra época y situación. No es un concepto útil hoy. Pese al discurso de la tensión entre Washington y Pekín, la realidad es otra. El episodio de los globos es un reflejo.
A diferencia de la antigua Unión Soviética, China participa plenamente en la economía global, y en las cadenas de suministro que la conforman, aunque la globalización se haya frenado algo con la pandemia y con la competencia tecnológica y estratégica entre Washington y Pekín. Desde Occidente, sobre todo desde EEUU, se avanza hacia un acortamiento de estas cadenas, por medio de políticas de empresas. No solo por razones geopolíticas o geoeconómicas, pues tiene mucho que ver con la política interna estadounidense.
Con su política de America First, Donald Trump y su republicanismo radical atrajeron a una parte importante, venida a menos con la deslocalización y la automatización, de la clase obrera y media baja de EEUU. Joe Biden quiere con su política antichina y de Buy American –más allá de indudables consideraciones estratégicas de una superpotencia que teme que le haya surgido una rival– restablecer puentes con esos votantes que había perdido el Partido Demócrata. Es, además, un terreno de entendimiento con el propio Partido Republicano, radicalizado, con el que ahora tiene que tratar dado que controla la Cámara de Representantes. La política hacia China tiene mucho de política interna americana. <span;>All politics is local.
La actual administración estadounidense, inspirándose en tiempos de la guerra fría, se ha metido en una política de control de las exportaciones de tecnología avanzada hacia China, en la que está incorporando a aliados como Países Bajos, Japón y Corea del Sur, esenciales para la fabricación de los chips (microprocesadores) y otros elementos más avanzados. Un problema es que cada vez es más difícil diferenciar entre aplicaciones civiles y militares de estas tecnologías. Indudablemente, hay una carrera tecnológica entre EEUU y una China cuyos avances quiere frenar Washington tras percatarse, demasiado tarde, de que su incorporación a la economía mundial, en especial a partir de 2001 con la entrada en condiciones ventajosas de Pekín a la Organización Mundial del Comercio, no produjo la liberalización económica y política que, de manera ingenua y con desconocimiento de la cultura imperante en China, esperaba. Un ingenuidad y desconocimiento que también es frecuente en España.
«China tuvo su primer ‘momento Sputnik respecto a la inteligencia artificial con la derrota, en 2018, de un maestro del juego Go por la computadora AlphaGo de Deepmind (empresa adquirida por Google)»
El discurso de frenar a China predomina en EEUU, donde hay un amplio consenso al respecto. Algunas medidas restrictivas pueden lograrlo, al menos temporalmente. Por ejemplo, limitando la capacidad china de desarrollar la más avanzada inteligencia artificial (IA), respecto a la cual Pekín ha tenido lo que el experto e inversor Kai-Fu Lee llamó el “momento Sputnik”. Se refería al susto de EEUU cuando la URSS lanzó en 1957 el primer satélite artificial. Generó una carrera espacial, que llevó a EEUU a poner a un hombre en la Luna, a donde ahora parece que quieren volver diversas potencias, empezando por China.
El primer “momento Sputnik” chino en referencia a la IA llegó en 2018 con la derrota de un maestro del juego Go por la computadora AlphaGo de Deepmind (empresa adquirida por Google). (Dicho sea de paso, estos días, un jugador humano aficionado ha vencido al programa, tras descubrir en él, gracias a la IA, algunos fallos en el programa.) El segundo momento, para Pekín, ha sido el lanzamiento por OpenAI (en la que Microsoft tiene grandes intereses) de la inteligencia artificial generativa de lenguaje natural ChatGTP, que tanto revuelvo ha causado, y las de otras empresas. Corriendo, Pekín va a intentar presentar la suya. China, el mayor consumidor mundial de chips, no es (¿aún?) capaz de diseñar o fabricar los más avanzados, que necesita para esta carrera.
Las medidas limitativas de Washington le están llevando a desarrollar su propia capacidad. Tomará un tiempo y el éxito no está garantizado. Pero, ejemplo de la capacidad china, en diciembre pasado Huawei solicitó su propia patente para un componente de la litografía por luz ultravioleta extrema, tecnología que hasta ahora tenía en exclusividad la empresa ASLM de Países Bajos, esencial para fabricar los semiconductores más avanzados.
Pese al discurso oficial desde Washington de una relativa separación tecnológica y en otros aspectos de China, la realidad es algo diferente. El déficit comercial de EEUU con China creció el año pasado un 8,3% anual hasta los 382.900 millones de dólares, el segundo más alto registrado. Las inversiones estadounidenses en China van viento en popa, aunque se han frenado en startups .
Apple quiere comenzar a distanciarse de China, abriendo fábricas en India, además de impulsando su colaboración con países como Vietnam, pero no lo logra de forma significativa, debido al grado de sofisticada integración de sus sistemas de producción en la nueva superpotencia. China, por su parte, alberga muchas materias primas estratégicas en la era digital, desde el litio a las tierras raras. Aunque la administración estadounidense no lo reconozca de manera oficial, EEUU y China se necesitan mutuamente.
De seguir la tensión, podrían acabar –con los europeos pillados en medio– como los protagonistas del cuadro de Goya Duelo a garrotazos o como esos boxeadores que, agotados, acaban enganchados el uno al otro en el ring.
En cuanto a Taiwán, Washington está reforzando sus relaciones políticas y estratégicas con la isla, ante la posibilidad de una invasión desde la China continental. Sin embargo, es significativo que Warren Buffet haya anunciado una desinversión de 86% en TSMC, la empresa taiwanesa que fabrica (no diseña) un 54% de los chips mundiales. ¿Por el reshoring o por otra razón? Buffet suele acertar en las tendencias mundiales.
«Tan significativo es que China haya propuesto un plan para un ‘acuerdo político’ en 12 puntos, formalmente acorde con el Derecho Internacional, aunque no distingue entre agresor y agredido, como que Occidente lo haya rechazado de plano pese a tener algunos avisos interesantes»
Está, además, la competencia geopolítica en el Sur Global. EEUU intenta rodear a China en el Pacífico por medio de alianzas con países de la región (Filipinas es el último). China (y Rusia) refuerza sus bases navales y su presencia económica y estratégica en África y en América Latina. Aunque, tras las advertencias estadounidenses, si China empieza a apoyar a Rusia con suministros militares para la guerra en Ucrania –que incomoda a China, aunque ve ahí que Occidente se puede debilitar–, la tensión se puede incrementar de manera notable. Moscú se habrá echado a los brazos de Pekín, todo lo contrario de lo que buscaron Nixon y Kissinger con su apertura a China. Pero tan significativo es que China haya propuesto un plan para un “acuerdo político” (no lo llama plan de la paz) en 12 puntos, formalmente acorde con el Derecho Internacional, aunque no distingue entre agresor y agredido, como que Occidente lo haya rechazado de plano pese a tener algunos avisos interesantes, por ejemplo, contra el uso del arma nuclear. Por detrás, hay un intento por parte de China de generar un orden mundial más acorde a sus intereses que el que nació de la guerra fría y la posguerra fría. Ese es un largo e importante proceso, o pulso, que cambiará la gobernanza global.
En la guerra fría, la URSS exportaba ideología, comunismo soviético, y Occidente defendía la democracia liberal para sí. Cabe recordar la reguera de apoyos estadounidenses a golpes de Estado, como el de Pinochet en Chile. El Occidente democrático ha dejado, en general, de intentar exportar democracia liberal, salvo para defender la suya y la de sus socios (como Hungría y Polonia) o la de sus vecinos inmediatos (Ucrania). Su última y larga gran experiencia al respecto, Afganistán, salió mal. Pero la democracia avanzó en el mundo, aunque últimamente esté retrocediendo. En esta competencia, en la que desempeña un papel fundamental la desinformación, China intenta hacer atractivo su modelo desarrollo. Pero sabe que es único y de difícil repetición, aunque ya ha dejado sentado que crecimiento económico y tecnológico no requiere democracia liberal. Prefiere a los regímenes autoritarios, a los que no pide cuentas, sino contrapartidas económicas. La vigilancia de los ciudadanos/usuarios se da en todos los sistemas, aunque el uso que se hace de ella difiere. ¿Exporta China tecnoautoritarismo, con sistemas de vigilancia, censura y represión avanzados? Sin duda. Aunque también lo hace EEUU (y varios países occidentales). Si China exporta IA de reconocimiento facial a través de cámaras (a menudo con tecnología estadounidense), EEUU no se queda atrás. Una diferencia, según un reciente estudio de Brookings, es que estas exportaciones chinas se reparten entre democracias fuertes y débiles (56 % vs. 46 %), mientras EEUU lo hace más hacia las fuertes (76 % vs. 24 %).
La guerra fría comenzó con EEUU gozando de superioridad nuclear y la URSS de superioridad convencional en una Europa tomada como rehén de esta competición. Un equilibrio precario. Luego, con el desarrollo por ambos de sus capacidades nucleares, se llegó a la disuasión mutua asegurada (la Doctrina MAD) y a la paridad nuclear. Con el auge de China, las cosas cambian. Si China, como parece, está ampliando de forma significativa su arsenal nuclear para llegar a 1.500 cabezas en 2035, frente a las 3.700 de EEUU y a las 4.500 de Rusia en la actualidad, la disuasión cambiará por completo, por mucho que Pekín diga mantener la doctrina de que no será el primero en usarlas (no first use). Como indica el analista Andrew Krepinevich, la disuasión basada en la paridad funcionaba entre dos, pero la paridad deja de tener sentido entre tres. Habrá, sin embargo, potencial suficiente para destruir el planeta varias veces. Deberá repensarse por completo la ecuación nuclear –base del orden mundial–, más aún cuando Vladímir Putin ha sacado a Rusia del único gran acuerdo de control de armamentos nucleares que quedaba, el Nuevo Start. Habrá que pensar, como poco, en triadas. Más complejidad. Más inestabilidad.
No es, pues, una nueva guerra fría. Pero sí una situación de dependencia mutua y de profunda competencia entre una superpotencia que quiere seguir prevaleciendo y otra que quiere seguir ascendiendo. Un pulso polidimensional (con dimensiones que se alimentan entre sí). El término “nueva guerra fría” es facilón, y por eso se usa. ¿Entonces qué? ¿“Lucha existencial” para lo que queda de siglo, como la ha calificado el republicano Mike Gallagher, de la nueva comisión bipartita de la Cámara de Representantes de EEUU para combatir la competencia china? Esperemos que no. Para Rana Foroohar, analista de Financial Times,China y EEUU están atrapados en una “codependencia destructiva”. Puede valer. Pero habrá que encontrar una mejor definición de esta competencia interdependiente. No son tiempos de simplismos.
Publicado en
El País de España
Andrés Ortega
Andrés Ortega Klein (Madrid, 1954) es escritor, analista y periodista. Ha sido en dos ocasiones (1994-1996 y 2008-2011) Director del Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno. Ha tenido una larga carrera en periodismo como corresponsal en Londres y Bruselas y columnista y editorialista de El País
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Agencias
Corte Suprema de EE.UU. pone fin a TPS para venezolanos

Published
2 days agoon
May 20, 2025By
FranciscoEP NEW YORK | FL NEWS | TPS
El 19 de mayo , la Corte Suprema permitió al gobierno de Donald Trump retirar, por el momento, la protección a casi 350.000 migrantes venezolanos a los que se había permitido permanecer en Estados Unidos sin riesgo de deportación en virtud de un programa conocido como Estatus de Protección Temporal.
La escueta orden de la corte no estaba firmada ni explicaba sus razones, algo habitual cuando los jueces se pronuncian sobre solicitudes de emergencia. No se incluyó el conteo de votos, aunque la jueza Ketanji Brown Jackson señaló que habría denegado la solicitud del gobierno.
Los jueces anunciaron que permitirían que el gobierno de Trump pusiera fin a las protecciones hasta que se apelara el caso, lo que potencialmente podría permitirle continuar con las deportaciones. Sin embargo, los jueces también aclararon que mantendrían la capacidad de los migrantes de presentar recursos legales en algunas instancias, como si el gobierno intentaba cancelar sus permisos de trabajo.
En un caso distinto, los jueces criticaron el viernes al gobierno de Trump por tratar de dar solo un día de notificación a un grupo diferente de migrantes venezolanos en Texas que había estado tratando de deportar con los poderes expansivos de la Ley de Enemigos Extranjeros, una legislación de tiempos de guerra del siglo XVIII. La gestión de Trump ha acusado a ese grupo de migrantes de ser miembros de la violenta banda Tren de Aragua.
La orden del lunes afecta a un grupo mucho más amplio de venezolanos que viven actualmente en Estados Unidos de forma legal bajo los términos de un programa de la era Biden.
La corte ha visto inundada con solicitudes derivadas del bombardeo de órdenes ejecutivas del presidente Trump, muchas de ellas buscando suspender o limitar fallos de tribunales que bloquean la agresiva agenda del gobierno, especialmente en materia de migración.
Ahilan Arulanantham, un abogado que representa a los migrantes que desafían al gobierno de Trump, calificó la decisión de la corte de “en verdad terrible”, especialmente porque fue anunciada “en una orden de dos párrafos sin ningún razonamiento”.
“Se trata de la mayor acción individual de privación de la condición de migrante a un grupo de no ciudadanos en la historia moderna de Estados Unidos”, dijo Arulanantham. “El impacto humanitario y económico de la decisión de la corte se sentirá de inmediato, y repercutirá por generaciones”.
<span;>Este caso comenzó en febrero, cuando Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional, puso fin a una prórroga de 18 meses del Estatus de Protección Temporal que el gobierno de Joe Biden había concedido a los venezolanos. Las personas afectadas por el cambio presentaron una demanda, alegando que la medida violaba los procedimientos administrativos y estaba motivada por prejuicios raciales.
En marzo, el juez Edward M. Chen, del Tribunal Federal de Distrito de San Francisco, bloqueó los esfuerzos del gobierno por eliminar las protecciones mientras el caso avanzaba. Dijo que los demandantes habían demostrado que tenían probabilidades de éxito al demostrar que las acciones de Noem “no estaban autorizadas por la ley, eran arbitrarias y veleidosas, y estaban motivadas por una animadversión inconstitucional”.
Chen consideró que poner fin a la iniciativa causaría daños irreparables “a cientos de miles de personas cuyas vidas, familias y medios de subsistencia resultarían gravemente trastornados, costaría a Estados Unidos miles de millones en actividad económica y perjudicaría la salud y la seguridad públicas en comunidades de todo el país”.
El Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de Estados Unidos rechazó la petición del gobierno de suspender el fallo de Chen.
El programa de Estatus de Protección Temporal, promulgado por el Congreso y convertido en ley por el presidente George H. W. Bush, permite a los migrantes de naciones que han sufrido desastres nacionales, conflictos armados u otras inestabilidades extraordinarias vivir y trabajar legalmente en Estados Unidos.
Trump ha intentado poner fin a las protecciones del programa, en un intento de cumplir su promesa electoral de deportar a millones de migrantes. Sus esfuerzos pretendían cancelar las protecciones para casi 350.000 personas a principios de abril, y para cientos de miles más a finales de este año.
En la solicitud de emergencia hecha por el gobierno, D. John Sauer, el procurador general, escribió que la ley por la que se creó el programa prohibía expresamente que los tribunales cuestionaran las decisiones del poder ejecutivo. Una disposición de la ley decía que no había “revisión judicial de ninguna determinación” relativa a “la designación o la terminación o prórroga de una designación de un Estado extranjero”.
Los abogados de los impugnadores respondieron que la ley que creó el programa limitaba estrictamente las terminaciones anticipadas de las protecciones, y añadieron que la acción de Noem no estaba autorizada por la ley. “En ninguna parte de la ley se concede a la secretaria autoridad para anular o rescindir una prórroga”, escribieron.
Añadieron que el planteamiento de Sauer “dejaría a los tribunales federales sin poder para detener incluso acciones flagrante e ilegalmente arbitrarias de las agencias, ya sea para restringir el Estatus de Protección Temporal o para ampliarlo”.
La Corte Suprema ha recibido otras solicitudes de emergencia relacionadas con las políticas migratorias de Trump. En una de ellas, el gobierno pidió a los jueces que le permitieran seguir adelante con un plan para revocar las protecciones contra la deportación de migrantes de cuatro países en crisis, en virtud de un programa conocido como libertad condicional humanitaria.
En otra, la corte ordenó al gobierno que facilitara el regreso de Kilmar Armando Abrego Garcia, quien había sido enviado por error a El Salvador, donde aún permanece.
Agencias
Agencias
humildad y sencillez sobre el privilegio , legados de Mujica destaca la ONU

Published
1 week agoon
May 14, 2025By
FranciscoEP NEW YORK | FLORIDA NEWS | LATINOAMÉRICA
Guterres recuerda a un Mujica que gobernó con humildad y sencillez sobre el privilegio
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, lamentó este martes la muerte del expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, de quien destacó su forma de gobernar “con humildad, eligiendo la sencillez sobre el privilegio”.
“Será recordado no solo por su firme compromiso con la justicia social, la igualdad y la solidaridad, sino también por la forma profundamente humana en que encarnó esos valores”, aseguró en un comunicado Guterres.
“Gobernó con humildad, eligiendo la sencillez sobre el privilegio, y nos recordó -con sus palabras y su ejemplo- que el poder debe ejercerse con responsabilidad y compasión”, añadió.
Guterres también destacó que como líder latinoamericano, “defendió el diálogo y el multilateralismo, encarnando los valores que están en el corazón de la Carta de las Naciones Unidas y aportando su autoridad moral a la causa de la paz y los derechos humanos”.
Mujica, que presidió Uruguay entre 2010 y 2015, falleció este martes a los 89 años en Montevideo, un año después de que le descubrieran un tumor maligno en el esófago.
EFE
Agencias
Fin del “romance político” de Trump y Musk

Published
1 week agoon
May 13, 2025By
FranciscoEP NEW YORK | FLORIDA NEWS| EE.UU.
La asociación entre el presidente de Estados Unidos y el hombre más rico del mundo está terminando. Hay un claro perdedor en la ruptura de este romance, y es Elon Musk.
Cayó en desgracia con tanta facilidad como ascendió. Como un Ícaro barato, se arriesgó demasiado, nunca entendió los riesgos y voló demasiado cerca del Sol. Envuelto en el halo de su superestrellato en las redes sociales, se cegó ante la realidad de su situación hasta que fue demasiado tarde.
Musk ya firmó varios contratos federales lucrativos y podría conseguir muchos más, pero abandona Washington con su reputación de genio en todos los frentes —una reputación en la que confiaba para aumentar la cotización de las acciones de su empresa y conseguir inversores para sus ideas ambiciosas— seriamente dañada. En su momento fue comparado con el superhéroe de Marvel Tony Stark, ahora es cada vez más impopular. Muchos de los que solían ser propietarios orgullosos de sus coches eléctricos Tesla los están vendiendo o pegando notas de disculpas en sus parachoques. Las ventas han caído.
Musk no es el primer empresario rico que se traslada a Washington: los millonarios de la >Gilded Age< o Edad Dorada, sombrero de copa en mano, se concentraban en ganar el favor del Senado, donde se hacían las leyes y se determinaban los aranceles. Con la economía en crisis, el >New Deal< y la llegada de una guerra mundial, la Casa Blanca empezó a desempeñar un papel mucho más importante en la dirección de la economía, y los hombres de negocios le prestaron más atención. Decenas de esos millonarios llegaron a la capital; otros se incorporaron al gabinete. Sin embargo, con independencia de cuándo o en qué puesto trabajaran, se regían por las normas de Washington, asumiendo responsabilidades bien definidas y limitadas y, en su mayor parte, permaneciendo fuera de la vista del público.
Musk rompió con esa tradición. Nadie iba a callarlo ni controlarlo. Estaba en la Casa Blanca con su hijo de 4 años a hombros, en el escenario de un mitin de la Conferencia de Acción Política Conservadora para promover su cruzada de reducción de costos con una motosierra. Él y sus ayudantes del Departamento de Eficiencia Gubernamental sembraron el caos en Washington al bloquear los sistemas informáticos de funcionarios, acceder a datos personales de ciudadanos privados e identificar a empleados públicos que consideraban prescindibles.
Al inicio, el presidente Donald Trump pareció respaldar todas las medidas de reducción de costos de su asesor poco ortodoxo y en las redes sociales declaró que él y su gabinete estaban “EXTREMADAMENTE FELICES CON ELON”. Pero entonces Musk violó la regla cardinal de Trumplandia al atreverse a criticar las políticas y los nombramientos del presidente, no solo una o dos veces, sino, notablemente, de manera consistente.
Usó su plataforma X para burlarse de un anuncio de la Casa Blanca según el cual Sam Altman, el directivo de inteligencia artificial más importante y su archienemigo, y otros iban a invertir 100.000 millones de dólares en centros de datos y en generar la electricidad necesaria para alimentar los programas de IA. Musk dijo en una entrevista que el Seguro Social era “el mayor esquema Ponzi de todos los tiempos”, ignorando el hecho de que el presidente se había comprometido a no recortar ese gasto. Incluso discrepó del triunfal anuncio del “Día de la Liberación” de Trump sobre nuevos y radicales aranceles.
Sus ataques y su falta de remordimiento al recortar de manera drástica el gasto federal y despedir a decenas de miles de empleados públicos erosionaron su popularidad. Enfureció a miembros del gabinete al criticarlos en público, desacatar su autoridad y al negarse a reconocer la cadena de mando de la Casa Blanca.
Su reinado llegó a su fin el Día de los Inocentes, cuando los 20 millones de dólares que donó para elegir a un republicano respaldado por Trump para un puesto vacante en la Corte Suprema de Wisconsin resultaron contraproducentes al animar a ir a las urnas a más demócratas que republicanos. Ya no era posible ignorar la realidad de que el hombre más rico del mundo se había convertido en un lastre político. Al día siguiente de la debacle de Wisconsin, Politico informó que el presidente había “comunicado a su círculo íntimo” que Musk “se retiraría en las próximas semanas de su cargo actual”. A mediados de abril, Trump sugirió el cada vez menor aprecio a Musk cuando sustituyó a su elección para comisionado en funciones del IRS por el candidato favorito del secretario del Tesoro, Scott Bessent.
El 22 de abril, Musk anunció que iba a reducir su trabajo en el gobierno para poder dedicar más tiempo a Tesla, que para entonces tenía tantos problemas que surgieron informes de que el consejo estaba considerando sustituirlo como director ejecutivo. (La empresa negó la afirmación). La realidad que golpeó las encuestas de Wisconsin golpeó aún más a su empresa automovilística: las ventas cayeron un 20 por ciento en el primer trimestre de 2025 en comparación con el año anterior; las ganancias cayeron un 70 por ciento. El llamativo y poco práctico Cybertruck que había ensalzado resultó ser un fracaso. Mientras tanto, Tesla está perdiendo con rapidez una parte del mercado frente al fabricante chino BYD y otros fabricantes establecidos de automóviles.
Eso no quiere decir que los demás intereses empresariales de Musk —en particular su empresa de lanzamiento de cohetes, SpaceX, y su unidad de satélites, Starlink— estén siendo afectados. SpaceX está a punto de ganar miles de millones de dólares con contratos gubernamentales. El gobierno de Trump ya ha despejado el camino para que Starlink pueda optar al estímulo gubernamental de 42.000 millones de dólares a la conexión de banda ancha rural e incluso ha animado a otros países deseosos de reducir los aranceles estadounidenses a hacer negocios con Starlink. Pero lo más probable es que tales ayudas se hubieran producido si Musk no se hubiera unido al gobierno de Trump.
La lección que hay que aprender aquí es que en el sistema de gobierno estadounidense no hay lugar para un copresidente no elegido. Aunque las elecciones suelen dar resultados que no esperamos ni deseamos, hace tiempo que demostramos estar mejor con un gobierno compuesto por cargos electos y nombramientos de alto nivel que han pasado por el proceso de confirmación exigido por la Constitución. Musk pensó que podía ser una excepción. Y esa fue su perdición.
Publicado en NYT


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