EP New York/ agencia AFP
El Premio Nobel de la Paz fue atribuido este viernes al médico congoleño Denis Mukwege y a la exesclava sexual del grupo Estado Islámico (EI), Nadia Murad, dos héroes de la lucha contra la violencia sexual utilizada como “arma de guerra” en los conflictos.
Denis Mukwege, ginecólogo de 63 años, y Nadia Murad, víctima de 25 y convertida en portavoz de una causa, encarnan un movimiento planetario que supera el marco de los conflictos, como evidencia la ola mundial #MeToo, desatada hace exactamente un año por unas revelaciones de prensa.
Ambos fueron recompensados “por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra”, indicó la presidenta del Comité Nobel, Berit Reiss-Andersen.
“Denis Mukwege ha dedicado toda su vida a la defensa de las víctimas de violencia sexual cometida en tiempos de guerra. Nadia Murad es el testigo que relata los abusos sufridos, contra ella y contra otros”, agregó Reiss-Andersen.
– El hombre que “repara” a mujeres –
Denis Mukwege ha tratado a 50.000 víctimas de violaciones en el hospital de Panzi que fundó en 1999 en Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo (RDC).
El médico estaba en plena operación cuando recibió la noticia en medio de una explosión de alegría en el hospital, según una de sus colegas.
“El hombre que repara mujeres” -título de un documental que se le dedica- dice ver en esta violencia “armas de destrucción masiva”.
“Tenemos que trazar una línea roja contra el arma química, biológica, nuclear. Hoy tenemos que trazar una línea roja contra la violación como arma de guerra” declaró a la AFP en 2016.
La iraquí Nadia Murad, de la minoría yazidí, ha vivido en carne propia estos horrores.
Como miles de niñas y mujeres de su comunidad, la joven fue esclava sexual del EI en 2014, antes de lograr huir.
“Lo primero que hicieron fue obligarnos a convertirnos al Islam”, relataba a la AFP hace dos años. “Luego, hicieron todo lo que quisieron”.
Embajadora de la ONU para la dignidad de las víctimas de tráfico humano desde 2016, Nadia Murad -cuya madre y seis hermanos fueron asesinados por el grupo EI- milita para que las persecuciones cometidas contra los yazidíes sean consideradas un genocidio.
“Nunca se acostumbra una a contar su historia, porque se revive cada vez” confiaba en su libro “Para que yo sea la última”. Pero “mi historia, relatada honesta y prosaicamente, es el arma más eficaz que tengo para luchar contra el terrorismo, y tengo la intención de hacerlo hasta que estos criminales sean juzgados”.
Tras el anuncio por el Comité Nobel, la ONU se congratuló por este “fantástico” anuncio que “ayudará a hacer avanzar el combate contra la violencia sexual como arma de guerra en los conflictos”.
La canciller alemana Angela Merkel saludó por su parte a “dos excelentes premiados que lanzan un grito de humanidad en medio de inimaginables horrores”.
– Arma “barata y eficaz” –
En todos los continentes, la violación causa centenares de miles de víctimas en los conflictos o en las campañas de opresión de las minorías.
Esta arma “barata y eficaz” destruye no solamente a las mujeres físicamente y psicológicamente, también las estigmatiza, igual que a los niños que son producto de esos actos, subraya Denis Mukwege.
“Las víctimas son condenadas a perpetuidad. Pero ¿y sus verdugos?” se indigna.
Pero la toma de conciencia internacional está progresando.
Adoptada en 2008 por el Consejo de Seguridad de la ONU, la resolución 1820 estipula que la violencia sexual “puede constituir un crimen de guerra, un crimen contra la humanidad o un elemento constitutivo de crimen de genocidio”.
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