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Mujeres y política en América Latina

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MUJERES Y POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA: LOS LÍMITES DEL PODER

Por Ricardo Angoso

@ricardoangoso

ricky.angoso@gmail.com

La llegada al poder de un grupo mujeres en América Latina en los primeros años del siglo XX, como lo eran los casos de Dilma Rousseff, en Brasil, Michelle Bachelet, en Chile, y Cristina Fernández Kirchner, en Argentina, por citar tan sólo algunas, generó grandes esperanzas y expectativas muy positivas en todo el continente. Sin embargo, muy pronto comenzaron a aparecer problemas y la inercia del pasado, que atrapa tanto a hombres como mujeres sin distinción, se hizo presente y se vieron claros cuáles eran los límites desde donde podían ejercer sus responsabilidades, que eran, ni más ni menos, los que señalaba el sistema.

 Cada uno de estos tres casos es muy diferente entre sí, pues la realidad latinoamericana no es homogénea, sino que es un continente plural, diverso y con culturas políticas muy diferentes de una nación a otra. Por ejemplo, el caso de Rousseff constituyó un fiasco no esperado ni anunciado, pues el momento político, social y económico que atravesaba Brasil era un ejemplo exitoso de cómo hacer las cosas. En efecto, tras varios años de gestión ejemplar en todos los órdenes e impoluta en los que se refiere a la corrupción, el presidente Luiz Ignácio Lula da Silva (2003-2011) cedió el testigo a Dilma Rousseff, una ex guerrillera con una larga vocación política y muy ligada a su antecesor en todos los sentidos.

 ROUSSEFF, DE LA ESPERANZA A LA DECEPCIÓN

Se esperaba una transición tranquila, un aterrizaje suave sin contratiempos, pues la herencia recibida mostraba un balance muy exitoso. La economía funcionaba bien, millones de brasileños habían salido de la pobreza, la sociedad respiraba tranquila tras décadas de zozobra y el país era considerado una potencia mundial sin más eufemismos, quizá la gran esperanza para el continente. Lula salía por la puerta grande de la máxima magistratura del Brasil, era aclamado por amigos, enemigos y una comunidad internacional que asistía atónita al gran éxito político y económico de Brasil en el siglo XXI.

 Sin embargo, como se vio más tarde, lo único previsible en política es que todo es imprevisible. En marzo de 2016, y como un rayo inesperado que anunciaba la tormenta que estaba por llegar, Lula era atestado por la policía brasileña. Su casa fue allanada en búsqueda de pruebas concluyentes. Al parecer, el ya expresidente Lula está implicado en el caso Petrobras y su detención, junto con la entrada de la policía en su casa, se enmarcaba en la operación anti-corrupción Lava Jato, que lideraba el juez Sergio Moro. El asunto relaciona a Lula, junto con otros políticos y empresarios, en una trama de sobornos usando los recursos de la empresa pública Petrobras. Lula habría recibido unos ocho millones de dólares entre pagos por conferencias, viajes, regalos y otras dádivas. Como dato escabroso, hay que reseñar que el tinglado mafioso hasta le amuebló la casa y le rehabilitó el apartamento donde vivía el reconocido líder izquierdista.

 A partir de ese momento, de la caída del mito Lula, la bola de nieve se precipitó sobre la montaña y no hacía más que crecer y crecer, amenazando con transformarse en un alud y arrasar con todo, incluyendo a Rousseff. Los brasileños, llenos de ira y rabia, se echaron a las calles, demandando responsabilidades a una clase política que hacía la vista gorda y exigiendo luz y taquígrafos ante el gran escándalo de Petrobras. Al tiempo, la crisis económica hacía mella en el país, la inflación se disparaba, el poder adquisitivo decrecía, los juegos olímpicos eran vistos como una quimera para distraer la atención de los verdaderos problemas y el pesimismo se extendía por toda la sociedad, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, socialmente hablando. Ese clima precipito una notable caída en la popularidad de la presidenta, cada día más desconcertada y con poco músculo político para hacer frente a la crisis. Rousseff no cayó por que su partido estuviera implicado en la trama de corrupción, que sí lo estaba, claro, sino porque no supo tener ni olfato político ni reflejos para hacer frente al golpe que se le venía encima. No supo alejarse de su mentor, Lula, y por eso su caída fue heroica. De héroes están los cementerios llenos.

 El “impeachment” contra Dilma Rousseff fue presentado en el legislativo brasileño porque, supuestamente, la presidenta había violando las normas fiscales del país, en una clara vulneración de las Leyes brasileñas, y maquillado el déficit presupuestario de un forma clara. En el verano del 2016 se presentó dicha destitución, que fue aprobada por una amplia mayoría entre las que se encontraban algunos de los que hasta entonces eran sus aliados, y en septiembre Rousseff era ya historia. El país contaba con nuevo un presidente, el derechista Michael Temer, y parecía que se cerraba un ciclo gobernando por la izquierda que parecía eterno.La inercia de un sistema pervertido caracterizado por la corrupción, las malas prácticas de una casta política viciada por las peores mañas y el agotamiento, en definitiva, de una concepción caudillista de la política de la que bebía incluso el mismo Lula, junto con otros elementos, lastraron la discutible gestión de la primera presidenta de la historia de Brasil.

 MICHELLE BACHELET, PRESIDENTA DE IZQUIERDAS HACIENDO POLÍTICAS DE DERECHAS

El gran éxito político de la transición chilena ha sido el de haber conformado una gran coalición de demócratas, de todos los colores, con el fin de llevar a buen puerto el cambio democrático y consolidar el crecimiento económico heredado sin torcer el rumbo hacia experimentos fracasados, como han hechos otros en el continente que han llevado al desastre a sus naciones. Fruto de esa cultura política, una socialista de pura raza, que incluso fue torturada en la dictadura y cuyo padre murió en ese periodo en oscuras circunstancias, llegó a la presidencia de Chile en dos ocasiones (2016-2010 y 2014-2018), rompiendo todos los paradigmas en un país machista y conservador y elevando a la máxima magistratura, por primera vez en la historia, a una mujer.

 Bachelet combinaba pragmatismo, dotes diplomáticas, habilidad política para lograr grandes consensos, y, sobre todo, no generaba tantos odios, recelos y envidias como otros candidatos socialistas. Era una mujer que abogaba por la libre empresa, tranquilizaba a los mercados y a los empresarios, hablaba un léxico que sonaba a algo parecido a la izquierda y acababa haciendo políticas de derecha, algo que no siempre era entendido por los sectores más a la izquierda de la Concertación de partidos que lideraba Bachelet y los sindicatos. El Partido Comunista Chileno (PCCH), que apoyó activamente a Bachelet en las elecciones de 2013 y que incluso tiene a dos ministros en las filas del ejecutivo (Desarrollo Social y Servicio Nacional a la Mujer), se ha mostrado muy crítico con la orientación neoliberal del gobierno pero sin dejar de apoyarle totalmente.

 Pese a sus políticas claramente neoliberales, muy atacadas sobre todo por el abandono de la salud y la educación públicas, lo que realmente echo abajo la popularidad de Bachelet en los últimos años ha sido un escándalo de corrupción en el que se ha visto envuelto su hijo, Sebastián Dávalos, y su novia. Ambos, según informaba la BBC en sus páginas, “están señalados de haber cobrado 13 facturas por unos US$400.000 por trabajos que no se realizaron, suponiendo un perjuicio fiscal de unos US$160.000. El Servicio de Impuesto Internos (SII) acusa a Compagnon y a su socio de “declaraciones de impuestos maliciosamente falsas” desde la firma Caval”. Entonces, y ya con una reacción muy tibia por parte de Bachelet, su popularidad se vino abajo, las protestas contra los recortes sociales se agudizaron en las calles y, como guinda final para la tarta, aparecieron los incendios forestales, que alimentaron un clima en el país de que la gestión presidencial había estado muy lejos de ser eficiente y profesional. Como en el caso de su amiga, la brasileña Dilma, tampoco tuvo reflejos para hacer frente a la crisis y las sociedades cuando la gente es inepta al frente de sus responsabilidades no se depara a analizar si es hombre o mujer; la historia les acaba arrollando.

 CRISTINA FERNÁNDEZ KIRCHNER, DE ÉMULA DE EVITA A SALIR POR LA PUERTA DE ATRÁS

Cristina Fernández de Kirchner fue elegida presidenta de la República de Argentina tras una época turbulenta en que su marido, el saliente y flamante presidente Néstor Kirchner (2003-2007), salía con unos índices de popularidad bastantes aceptables tras una década de turbulencias, inestabilidad creciente en la sociedad argentina y grandes tsunamis económicos que arrasaron a la clase media de ese país. En apenas cuatro años de peronismo con tintes izquierdistas, Néstor calmó a la población con ciertas dosis de proteccionismo social, retórica populista, asistencialismo público sin medida y una pizca de carisma sólo bien entendido en Argentina, una nación en donde sigue siendo un enigma quien puede votar por los peronistas. Pero, ya se sabe, lo que dijo Perón: “En la Argentina hay socialistas, liberales, progresistas, comunistas….¡Sin embargo, todos somos peronistas!”.

 Si bien el marido salió bien parado de su mandato presidencial, a pesar de haber vuelto a dividir el país con el tema de la dictadura, al abrir los procesos contra los ancianos militares, que ya parecía cerrado, Cristina fue unos pasos más allá en su demagogia facilista y barata y, sobre todo, en su discurso arrollador contra los empresarios, militares, la Iglesia, el peronismo moderado, los medios de comunicación y el mundo occidental. Demonizó a la economía de mercado, hundiendo a los mercados, polarizó al país, ahondando la división con su discurso radical, crispó a la sociedad hasta el límite con sus obsesiones contra una supuesta oligarquía que conspiraba contra la nación y, lo que es peor que todo lo anterior, aisló a la Argentina de sus socios naturales de toda la vida, como los Estados Unidos y Europa, para establecer una alianza contra natura con la Cuba de Castro, la Venezuela del sátrapa Maduro, la Bolivia de Evo Morales y otras dictaduras de medio mundo,  entre las que destacaban la China comunista e incluso Siria. Romper alcanzas históricas es relativamente fácil pero recomponerlas puede ser tarea de décadas, e incluso a veces son irrecuperables. Estados Unidos ya mira con desdén, diría que hasta con desprecio, la política exterior titubeante, acomodaticia y poco seria de los argentinos.

 Así las cosas, la émula de Evita, que se creía llamada a hacer historia y ser parte de la misma en el futuro, salió con unos índices de popularidad bajísimos, una economía en franca decadencia, una sociedad altamente polarizada por haber vuelto a enfrascarse en el eterno debate sobre los acontecimientos del pasado, un país con la moral bien baja y, sí lo siento por los argentinos, más aislado del mundo que nunca. Con el espíritu nacional por los suelos, como su moneda, y su poder adquisitivo más devaluado que nunca, aunque siempre se puede llegar más bajo, Argentina se enfrentó al primer día del poskirchnerismo, tras llegar Mauricio Macri a la presidencia en diciembre del 2015, con una pesada herencia que seguramente lastrará a esta nación durante años. Luego Cristina fue procesada por varios delitos, dos de sus colaboradores cercanos, detenidos por corrupción, y se descubrió toda una trama de sobornos y compras a políticos donde se mezclaban los intereses privados de los gobernantes con el vil metal. Otra presidencia más que mostraba a las claras cuáles son los límites del poder en América Latina: la herencia del pasado, una cultura política dominada por el torbellino populista que aún perdura y la ausencia de un sistema político condicionado por eso que existe en toda democracia que se llama como la exhibición de los famosos checks and balances, es decir, los controles y contrapesos que deben existir en una democracia que merezca tal nombre.

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Ucrania: El Caballo de Troya de la OTAN

Francisco

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EP NEW YORK. | UCRANIA

Por: Nikolás Stolpking

La entrada en escena del Oreshnik, ha dejado a la OTAN, EE. UU., Unión Europea desatados; están vueltos locos. Unos están discutiendo posibles “ataques preventivos” en territorio ruso, otros están proponiendo “devolverles” a Ucrania las armas atómicas que supuestamente les fueron “arrebatadas”, otros están llamando a las empresas para que se “preparen para la guerra”, otros quieren ampliar la red de bunkers, etc. ¿Qué otros delirios tendremos que masticar?

–¡Calma! ¡Calma! ¡Que no panda el cúnico!, diría el Chapulín Colorado. Es simplemente que si sigues provocando al Oso, te va a llegar un avellano. Bien, prosigamos.

Después del lanzamiento ruso del misil balístico Oreshnik, sin carga nuclear, sobre territorio ucraniano, como respuesta a los ataques con misiles ATACMS y Storm Shadow sobre territorio ruso, uno tendería a pensar que los responsables occidentales, como mínimo, tendrían que pensarlo muy bien antes de nuevamente “autorizar” a Ucrania el lanzamiento de misiles balísticos tácticos sobre territorio ruso. Pero, como se ha visto en estos últimos días, no ha sido el caso. Y no es de extrañar, en todo caso. A EE. UU., Gran Bretaña o a la Unión Europea no les importa, en absoluto, el destino de Ucrania. Lo único que les importa  es defender los intereses del propio EE. UU.

Estamos hablando, además, de la entrada en escena de nuevas tecnologías en el campo de batalla que podrían marcar la diferencia. El Oreshnik, un misil balístico con velocidad hipersónica (3,3 a 4 km/s); puede portar ojivas nucleares; difícil de detectar e imposible de interceptar por los actuales sistemas de defensa antimisiles estacionados en Europa; y su alcance podría llegar a los 5,500 kilómetros. O sea, podría alcanzar a toda Europa en menos de 20 minutos.

Vladimir Putin fue claro al señalar que las pruebas de los nuevos sistemas de misiles en el campo militar proseguirían si la amenaza a la seguridad de Rusia persistían: “Consideramos que tenemos el derecho a utilizar nuestras armas contra objetivos militares de aquellos países que permiten el uso de sus armas contra nuestros objetivos, y en caso de una escalada de acciones agresivas, responderemos con la misma decisión y de la misma manera”.

Lo razonable, en una situación así, es que se quiera desescalar el conflicto, ¿no?, pero sucede todo lo contrario: se desea seguir escalando.

Quizá haya llegado el momento para reflexionar y aceptar la derrota de Ucrania y su titiritero (OTAN) ante la determinación de Rusia. Que podría ser muy fácil en teoría, pero que bastaría con que el titiritero empezara a abandonar a Ucrania. Pero pareciera que el Bloque Occidental Capitalista estuviera lejos de reflexionar y aceptar los nuevos cambios tectónicos que se están desarrollando en el mundo.

Proseguir la escalada, no hace más que hacer daño a la propia Ucrania, que no sabemos aún cómo habrá de quedar conformada, terminado el conflicto. Pero de que quedará más pequeña (Ucrania), quedará más pequeña.

La OTAN, lo mejor que podría hacer sería convencer a los líderes ucranianos de que al juego hay que ponerle fin; que ahora hay que conducir hacia el terreno de las negociaciones. Pero, en la práctica, vemos todo lo contrario. Pareciera que existiera más interés en proseguir el conflicto por parte de las potencias Occidentales que de la propia Ucrania.

Seguir con el juego ante el nuevo escenario es suicida. ¿Qué disparates están pensando? ¿“Entregar armas nucleares a Ucrania”? ¿“Autorizar a Ucrania más lanzamientos de misiles en territorio ruso”? ¿“Ataques preventivos sobre Rusia”? ¿“Nuevos sistemas de defensa anti-misiles”? ¿“Envío de tropas militares OTAN hacia Ucrania”? ¿Acaso no se ha entendido bien el mensaje que plantó en las cabezas el Oreshnik?

¿Cómo Rusia podría hacer entender a Occidente?

Porque pareciera que Occidente no quisiera entender la seriedad del asunto. Occidente sigue con el mismo entusiasmo, o más, como cuando comenzó a “apoyar” a Ucrania. Y Rusia sigue con la misma estrategia de la Operación Militar Especial (SVO) sobre Ucrania. Occidente y su “ayuda” a Ucrania, no tiene visos de querer parar por el momento, al contrario, tiene sumo interés porque prosiga. Porque, entiéndase bien, EE. UU. y aliados no quieren perder sus posiciones privilegiadas en el tablero.

EE. UU. y aliados (OTAN)  deberían aceptar el nuevo terreno de juego. No están para seguir jugando a escalar. Lo más razonable que pueden hacer es aceptar la nueva realidad, e incluso la disolución de la OTAN. Porque… ¿Qué razón tiene de existir una estructura político-militar al no poder brindar protección a Europa ante las nuevas tecnologías militares en manos de Rusia? El Oreshnik ha dejado a la OTAN como un chiste.

Pero la OTAN no deja de sorprender: desde el comienzo de la SVO los países que conforman la OTAN corrieron a mandar “ayuda” a Ucrania. Primero eran cosas tales como cascos y municiones, después misiles anti-tanque y misiles anti-aéreo, pero, como Ucrania poco avanzaba en el campo de batalla, la “ayuda” evolucionó a misiles tácticos de largo alcance (ATACMS), lanzacohetes múltiples HIMARS, tanques, aviones, etc. Pero como los ucranianos seguían sin avanzar significativamente en el campo de batalla y, además, se encontraron con un déficit sustancial de soldados, ¿cuál fue la idea “brillante” que se les ocurrió? Golpear e incursionar en territorio ruso; y ahora golpear con misiles ATACMS y Storm Shadow. Siendo que, estos últimos, como ya se ha señalado cientos de veces, no-pueden-ser-operados-sin-el-apoyo-de-especialistas-extranjeros (no-ucranianos).

¿Qué vendría después? La respuesta rusa: el lanzamiento del misil balístico hipersónico Oreshnik sobre un complejo militar ucraniano. Con el mensaje adjunto de que la próxima vez podría llegar más lejos y que podría llevar ojivas más dañinas si se insistiera en atacar territorio ruso con los misiles de largo alcance. ¿Cuál ha sido la respuesta de la OTAN en estos últimos días? Algo de no creer: intensificar más los ataques con sus propias armas en territorio ruso.

Acá ya no se trata de Ucrania. Ucrania pasó a ser un producto, un títere, que se sigue vendiendo en los Medios, pero que no tiene valor alguno. Ucrania simplemente se ha convertido en un caballo de Troya moderno que es arrastrado por la OTAN. Ucrania es únicamente un medio. Y Rusia lo sabe.

¿Qué mejor que instalar en el imaginario colectivo que Ucrania es un “indefenso” al cual hay que “ayudar” frente a un “invasor” gigante, “imperialista”, que quiere “expandir” su territorio? Los Medios occidentales no te dirán que la OTAN está en suelo ucraniano apretando el gatillo, te dirán que están “proporcionando instrucciones”, “proporcionando datos”, “proporcionando permiso”, “proporcionando armas para la autodefensa”.

Si Ucrania es el caballo de Troya de la OTAN, ¿por qué dejar que camine el artefacto? ¿Por qué no apagar el artefacto de una vez por todas? ¿Por qué no desarmar el artefacto, paso a paso? ¿Qué podría hacer la OTAN con un artefacto inservible?

Rusia simplemente debe ir por el caballo de Troya.

¿Qué otras sorpresas en el ámbito tecnológico-militar sacará a la luz Rusia? ¿La nueva realidad militar podrá lograr poner en pausa a Occidente?

Níkolas Stolpkin

Análisis internacional – Geopolítica – Crítica – Opinión – Pensamiento

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Agencias

Trump y los primeros nombramientos temerarios

Francisco

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EP NEW YORK | EE.UU.

EE.UU. / Donald Trump ha demostrado de innumerables maneras que no es apto para la presidencia, pero una de las más claras es la compañía con la que se rodea: figuras marginales, teóricos de la conspiración y aduladores que anteponen lealtad a él por encima de todo. Esta semana, una serie de nombramientos para el gabinete por parte de Trump mostraron de la forma más cruda posible los peligros potenciales que entraña su dependencia a su círculo de allegados.

Para tres de los puestos más importantes y de mayor rango del país, Trump dijo que nombraría a leales sin cualificaciones discernibles para sus trabajos, personas manifiestamente inapropiadas para puestos cruciales de liderazgo en la aplicación de la ley y la seguridad nacional.

Lo más irresponsable fue su elección para fiscal general. Para ocupar el puesto de máximo responsable de la aplicación de la ley del país, el presidente electo dijo que nombraría al representante por Florida Matt Gaetz. Sí, ese Matt Gaetz.

El mismo que pidió la abolición del FBI y de todo el Departamento de Justicia si no dejaban de investigar a Trump. El que estuvo entre las voces más audibles del Congreso en negar los resultados de las elecciones de 2020, quien dijo que estaba “orgulloso del trabajo” que él y otros negacionistas hicieron el 6 de enero de 2021, y quien elogió a los alborotadores del Capitolio como “estadounidenses patriotas” que no tenían intención de cometer actos de violencia. Aquel cuya maniobra para desbancar al presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, en 2023 paralizó el liderazgo de su propio partido en la Cámara durante casi un mes.

Gaetz, quien presentó su carta de renuncia al Congreso el miércoles después de que se anunciara su nominación, fue objeto de una investigación federal sobre tráfico sexual que duró años y que condujo a una condena de 11 años de prisión para uno de sus socios, aunque él negó cualquier participación. El Departamento de Justicia cerró esa investigación, pero el Comité de Ética de la Cámara de Representantes sigue investigando las acusaciones de conducta sexual inapropiada, consumo de drogas ilícitas, aceptación indebida de regalos y obstrucción de las investigaciones gubernamentales sobre su conducta. McCarthy, el expresidente de la Cámara, culpó a Gaetz por su destitución, con el argumento de que Gaetz “quería que detuviera una denuncia de ética porque tuvo relaciones con una joven de 17 años”

Este es el hombre que Trump ha seleccionado para dirigir la agencia de 115.000 personas que ha calificado como la más importante del gobierno federal, un puesto cuya función de hacer cumplir la ley podría causar más problemas a cualquier presidente con intenciones corruptas. Incluso para Trump, fue una asombrosa demostración de su desprecio por la competencia básica y la experiencia gubernamental, y de su deber de dirigir el poder ejecutivo de forma sobria y patriótica. Ahora corresponderá al Senado decir que ha ido demasiado lejos y rechazar este nombramiento.

La lista de nombramientos de Trump apenas está comenzando, pero ya incluye otros dos no cualificados que anunció esta semana: la exrepresentante Tulsi Gabbard para directora de inteligencia nacional y Pete Hegseth para secretario de Defensa.

Gabbard, quien anteriormente representó a Hawái en la Cámara de Representantes y aparece regularmente en Fox News, no solo carece de experiencia en agencias de inteligencia, sino que reiteradamente ha adoptado posturas directamente opuestas a la política exterior estadounidense y a los intereses de seguridad nacional. En varias ocasiones se ha puesto del lado de figuras autoritarias como el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el presidente de Siria, Bashar al-Assad.

Hegseth, copresentador del programa >>Fox & Friends<< , quizá esté aún menos cualificado, dada la gravedad —por no hablar del presupuesto— del cargo que asumiría. Goza de cierto apoyo entre los miembros de las fuerzas armadas y los veteranos, pero aparte de haber servido dos veces como soldado de infantería del ejército en Irak y Afganistán, así como un tiempo en Guantánamo, Hegseth no tiene experiencia en el gobierno o la defensa nacional.

“Nunca ha dirigido una gran institución, mucho menos una de las más grandes y rígidas del planeta”, escribió el miércoles el consejo editorial de The Wall Street Journal. “No tiene experiencia en el gobierno fuera del ámbito militar, y no es un riesgo menor que la burocracia se lo coma vivo”. La consejo continuó calificando a Hegseth como un “guerrero cultural” en un momento en que hay asuntos de seguridad mucho más importantes en las que el Pentágono debe centrarse.

No es nada seguro que Hegseth pueda siquiera obtener las autorizaciones de seguridad necesarias para el trabajo. Dijo que fue uno de la decena de miembros de la Guardia Nacional retirados del servicio en la toma de posesión del presidente Biden en 2021 debido a preocupaciones de que fuera un extremista, posiblemente por un tatuaje que lleva y que es popular entre los supremacistas blancos.

Estas son algunas de las funciones más importantes del gobierno: proteger al país de amenazas militares y terroristas, investigar conspiraciones criminales nacionales y procesar miles de delitos federales cada año. Sin embargo, para ocuparlas Trump ha recurrido a personas cuya única elegibilidad para el cargo es una aparente disposición a decir sí a todas sus exigencias.

Gaetz, en particular, se ha unido a Trump para expresar su compromiso de vengarse de cualquiera que considere que le ha hecho daño. Trump comenzó su campaña diciendo “soy tu retribución” y Gaetz no transmite nada más que eso. No tiene nada que hacer al frente de una agencia cuya función es combatir el crimen, el fraude, las violaciones de los derechos civiles y las amenazas a la seguridad nacional, entre otras muchas cosas.

En el primer mandato de Trump, el departamento estaba protegido por fiscales de carrera y otros funcionarios públicos que entendían que su obligación primordial era cumplir con los dictados de la Constitución, no con los caprichos del presidente. Pero Trump ha prometido purgar a gente así de su segundo gobierno.

La posibilidad de nombramientos extremos como estos fue la razón por la que la Constitución otorga al Senado el derecho a negar su consentimiento a los deseos de un presidente. La semana pasada, los republicanos ganaron el control de la cámara. Ahora se enfrentarán a una prueba inmediata: ¿defenderán el poder legislativo y el sistema estadounidense de pesos y contrapesos? Dos senadoras republicanas, Lisa Murkowski, de Alaska, y Susan Collins, de Maine, ya han expresado un fuerte escepticismo sobre el nombramiento de Gaetz, y otras han declinado expresar su apoyo.

Está claro que Trump espera que el Senado simplemente se dé la vuelta e ignore sus responsabilidades. Quiere convertir a los líderes de las principales agencias importantes en sus adjuntos, rehaciendo el gobierno federal en un organigrama de Trump Inc. totalmente subordinado a él. Recientemente exigió que el Senado le diera la capacidad de hacer nombramientos en receso, una forma de eludir el proceso de consentimiento del Senado cuando la cámara se suspende durante 10 días o más.

Incluso los senadores republicanos se negaron a acceder a esa exigencia durante su primer mandato, para preservar su papel constitucional, y el miércoles los republicanos del Senado votaron para rechazar como su líder a Rick Scott, senador por Florida, quien dijo que no tendría ningún problema en permitir los nombramientos en receso. En cambio, eligieron al senador por Dakota del Sur John Thune, quien es mucho más probable que defienda el derecho de su cámara a negar el consentimiento de las nominaciones del presidente.

En el segundo mandato de Trump, los senadores se enfrentarán de inmediato a una serie de nombramientos extremos aún peores que los del primer mandato. Eso hace aún más importante que preserven la capacidad de decir no.

PUBLICADO EN N.Y.T.

 

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Agencias

Donald Trump regresa a la Casa Blanca

Francisco

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EP NEW YORK  | ELECCIONES EE.UU

Donald Trump ha ganado las elecciones y para derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris apeló al temor a los migrantes y a las inquietudes económicas. Su triunfo señala la llegada de aislacionismo, aranceles y ajuste de cuentas.

El triunfo de Donald Trump ante Kamala Harris culmina una turbulenta e histórica campaña que incluyó dos intentos de asesinato en su contra.

Los republicanos tomaron el control del Senado de Estados Unidos y luchaban por mantener su mayoría en la Cámara de Representantes, lo que produciría un pleno republicano en el Congreso junto al presidente electo, Donald Trump, en la Casa Blanca.

Donald Trump fue elegido 47mo presidente de Estados Unidos el miércoles, un regreso extraordinario para un expresidente que se negó a aceptar la derrota hace cuatro años, provocó una insurrección violenta en el Capitolio, fue condenado por delitos graves y sobrevivió a dos intentos de asesinato.

Donald Trump avanzó con la promesa de derribar el statu quo estadounidense para hacerse con la presidencia una segunda vez, sobreviviendo a una condena penal, imputaciones, la bala de un asesino, acusaciones de autoritarismo y un cambio inédito de oponente para concretar un notable regreso al poder.

La victoria de Trump corona el sorprendente regreso de un hombre que fue acusado de conspirar para revertir las últimas elecciones, pero que aprovechó las frustraciones y temores por la economía y la migración ilegal para derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris.

Sus planes provocadores para trastocar el sistema político del país lograron apelar a decenas de millones de votantes que temían que el sueño americano se alejara más de su alcance y que recurrieron a Trump como un defensor contra el >establishment< gobernante y la clase experta de élites.

En un país profundamente dividido, los votantes se volcaron a la promesa de Trump de cerrar la frontera sur prácticamente por cualquier medio, de resucitar la economía con aranceles al estilo decimonónico que restaurarían la manufactura estadounidense y de liderar una retirada de las situaciones complejas internacionales y los conflictos globales.

Ahora, Trump fungirá como el presidente número 47 cuatro años después de abandonar a regañadientes el cargo como el mandatario número 45, el primer político desde Grover Cleveland a fines del siglo XIX en perder la reelección a la Casa Blanca para luego postularse de nuevo con éxito.

A la edad de 78 años, Trump se convierte en el hombre de mayor edad en haber sido elegido presidente, al romper el récord del presidente Joe Biden, cuya competencia mental Trump ha atacado.

Su victoria inaugura una era de incertidumbre para la nación.

Para aproximadamente la mitad del país, el auge de Trump presagia un giro sombrío para la democracia estadounidense, cuyo futuro ahora dependerá de un hombre que ha hablado abiertamente de socavar el Estado de derecho.

Trump ayudó a inspirar un ataque al Capitolio en 2021, ha amenazado con mandar presos a sus adversarios políticos y ha sido denunciado por sus excolaboradores como fascista. Para sus seguidores, las provocaciones de Trump se convirtieron en puntos fuertes más que escollos.

En un discurso de victoria en West Palm Beach, Florida, Trump declaró que era el líder del “más grande movimiento político de todos los tiempos”.
“Superamos obstáculos que nadie creía posibles”, dijo, y añadió que asumiría el cargo con un “mandato sin precedentes y poderoso”.

Parecía que Trump tenía dos contiendas que ganar este año.

Primero se impuso ante Biden, que abandonó la campaña luego de un desempeño titubeante en el debate que suscitó dudas sobre la capacidad del presidente para ocupar el cargo otros cuatro años. Luego derrotó a Harris en una campaña cáustica de 107 días que resultó un calvario desagradable, amargo y lleno de insultos. Trump puso en duda la identidad racial de Harris en un momento y con frecuencia denigró su inteligencia. Chocaron a causa de puntos de vista radicalmente divergentes no solo sobre los asuntos del país, sino también de la misma naturaleza de la democracia.

Trump sistemáticamente ha intentado socavar algunos de los principios fundamentales del país, al erosionar la confianza en la prensa independiente y el sistema judicial, así como sembrando dudas sobre las elecciones libres y justas. Se ha negado a aceptar su derrota hace cuatro años, asegurando falsamente hasta el día de hoy que se le despojó de un segundo mandato en 2020. En lugar de obstaculizar su ascenso, su negacionismo prendió en un Partido Republicano rehecho por él.

Ahora, Trump ha prometido un rediseño radical del gobierno estadounidense, impulsado por sus promesas de “retribución” y de erradicar a los opositores internos que él considera “el enemigo interno”. Ha jurado supervisar la mayor ola de deportaciones de la historia de EE. UU., insinuado que desplegará tropas al interior del país, propuesto amplios aranceles y defendido en gran medida la mayor consolidación de poder en la historia de la presidencia estadounidense.

Con información de agencias

 

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