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Afganistán , un final precipitado. ¿Qué viene ahora?

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4 years agoon
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FranciscoEP New York/otros medios
Un final precipitado y un comienzo oscuro en Afganistán
El último vuelo estadounidense que salió de Kabul deja tras de sí una estela de promesas incumplidas y preguntas difíciles sobre el destino del país.
El final de la guerra más larga de Estados Unidos no fue muy ceremonioso: la basura volaba por la única pista de aterrizaje del aeropuerto de Kabul, los afganos estaban afuera de las puertas de embarque con la vana esperanza de poder ser evacuados del país y los talibanes lanzaban disparos de triunfo hacia el firmamento nocturno.
En sus últimos días, dos marines estadounidenses se despedían con un apretón de manos de los combatientes talibanes en medio del tenue resplandor de la terminal de vuelos nacionales. Había filas de personas hambrientas y deshidratadas que serían evacuadas en aeroplanos grises con rumbo a futuros inciertos. La dirigencia de los talibanes era la que dictaba las condiciones mientras una generación de afganos experimentaba el final de 20 años de una suerte de esperanza generalizada.
Por todo Estados Unidos hay pasos a desnivel y bancas en parques que han sido bautizadas en honor a las personas fallecidas en la guerra.
El final, al menos para los estadounidenses y sus aliados occidentales, llegó un lunes, después de que —en las últimas horas de una guerra perdida— los miles de soldados estadounidenses que defendían el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai salieron en enormes aviones de transporte, uno tras otro, hasta que ya no quedó ninguno.
A diferencia del legado de los soviéticos que fueron derrotados antes que ellos, el de los estadounidenses no fue un entorno plagado de restos de vehículos blindados destrozados. Más bien, dejaron todas las armas y el equipo necesarios para abastecer a los talibanes, los vencedores, durante los próximos años, el resultado de dos décadas y 83.000 millones de dólares gastados en entrenamiento y equipamiento para el ejército afgano y las fuerzas policiales que se desmoronaron frente a un mal liderazgo y un respaldo estadounidense cada vez más escaso.


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Una vez más, Afganistán concluye un ciclo que ha definido en repetidas ocasiones los últimos 40 años de violencia y conmoción: por quinta vez desde la invasión soviética de 1979, ha fracasado un mandato y ha surgido otro. Lo que ha venido después de cada una de esas conclusiones ha sido venganza, ajuste de cuentas y, con el tiempo, otro ciclo de guerra y caos.
Ahora les toca a los talibanes decidir si van a perpetuar el ciclo de venganza, como lo hicieron en 1996 al arrebatarle el poder a un grupo de caudillos en conflicto, o si en verdad emprenderán el nuevo rumbo que sus dirigentes han prometido en los últimos días: uno de tolerancia y reconciliación.
Han pasado casi 20 años desde que Osama bin Laden y Al Qaeda ejecutaron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y el presidente George W. Bush anunció que su país invadiría Afganistán como la primera acción de una guerra mundial contra el terrorismo. Ahora, Estados Unidos tiene que definir su relación con los mismos gobernantes islamistas que derrocó en 2001 —una vez más, una cuestión de venganza o tolerancia— y tratar de evitar el resurgimiento de cualquier amenaza terrorista internacional que provenga de Afganistán.
Ahora son menos probables los ataques aéreos en las zonas rurales afganas que convierten a las personas fallecidas en simples puntos de los gráficos de barras de los informes de Naciones Unidas que casi nadie lee. No habrán más bombas enterradas, de manera presurosa, a orillas de la carretera al caer la noche, y que podrían explotar al paso de un vehículo gubernamental o un minibús lleno de familias.
Lo que hay es una angustia generalizada sobre la verdadera tendencia que proyectará el gobierno talibán ahora que los estadounidenses se han ido. Además, existe el temor de que la caótica precipitación del desmoronamiento del gobierno durante el avance de los talibanes deje una economía irreparable, hambruna y muchas ruinas.
El conflicto de Estados Unidos en Afganistán fue una guerra larga con un final apresurado, o eso pareció. Pero los planes de la retirada se prepararon hace más de 18 meses, cuando el gobierno de Donald Trump firmó un acuerdo con los talibanes para retirarse del país antes del 1 de mayo de 2021. A cambio, los talibanes acordaron dejar de atacar a los estadounidenses, suspender los ataques en los que hubiera un gran número de víctimas en ciudades afganas y evitar que Al Qaeda y otros grupos terroristas hallaran refugio en su territorio.
La influencia de los talibanes, adquirida tras años de luchar contra el ejército más desarrollado del mundo, se multiplicó cuando tomaron el control de retenes y puestos de avanzada más remotos, seguidos de distritos y aldeas rurales y luego, las carreteras que los conectaban. Para inicios de este año, los talibanes se habían apostado cerca de varias ciudades clave, al tiempo que el recién inaugurado gobierno de Joe Biden analizaba si se debía respetar el acuerdo de retirada que fue firmado por Trump.
En abril, para cuando el presidente Joe Biden y la OTAN anunciaron el retiro de Estados Unidos y de las fuerzas de la coalición antes del 11 de septiembre, los talibanes ya estaban tomando un distrito tras otro. Las fuerzas de seguridad afganas se estaban rindiendo o estaban siendo diezmadas de manera masiva. Pese al poderío aéreo de Estados Unidos y un ejército afgano que, según Biden y otros altos funcionarios, tenía casi 300.000 soldados, las capitales de provincia pronto fueron sitiadas. Pero, de acuerdo con las autoridades estadounidenses, en los días finales, las fuerzas de seguridad afganas solo contaban con una sexta parte de eso.

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Más que pelear, los soldados afganos huían, pero quienes murieron enfrentando al enemigo, lo hicieron por una causa en la que, al parecer, ni siquiera sus líderes creían.
Incluso antes del anuncio de Biden y el acuerdo de Trump con los talibanes, Estados Unidos había empezado a retirarse desde diciembre de 2009, cuando el presidente Barack Obama anunció tanto un aumento de decenas de miles de tropas como su salida para 2014.
Desde entonces, los afganos y los aliados de Estados Unidos han experimentado distintas etapas de alarma y dudas, mientras intentan asegurar su futuro y sus intereses comerciales. Esta incertidumbre reforzó la corrupción endémica que Occidente denunció, pero que continuó impulsando con miles de millones de dólares con la esperanza de que algo pudiera cambiar en el país.
Ahora, al final, los políticos y empresarios afganos y la élite que se alimentaba de las arcas de la guerra han huido en gran medida. Los últimos aviones militares estadounidenses partieron, dejando atrás a unos 100.000 afganos elegibles para el reasentamiento en los Estados Unidos por su trabajo con el gobierno estadounidense.
La evacuación, que comenzó en julio como una reubicación ordenada y modesta de unos pocos miles de afganos, se convirtió en un éxodo apocalíptico cuando Kabul colapsó el 15 de agosto. Cientos, luego miles, se reunieron en las puertas del aeropuerto; la gente abandonó sus coches; y las fuerzas estadounidenses observaron con cámaras infrarrojas cómo la gente invadía sus defensas, no con tanques o explosivos, sino como una gran masa de personas.
Luego, los estadounidenses y los talibanes trabajaron juntos para despejar el aeropuerto y establecer un perímetro después de que varios afganos frenéticos cayeran desde los aviones de transporte y se escuchara el ruido sordo de los helicópteros que evacuaron la Embajada de Estados Unidos, una de las misiones diplomáticas más grandes del mundo. La evacuación se vio plagada de escenas que evocaban las de otra guerra estadounidense cuando Saigón cayó y los helicópteros fueron empujados desde los barcos hacia el mar.

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“Tenemos una relación mutuamente beneficiosa con los talibanes”, dijo un soldado de manera irónica este mes, mientras estaba apostado frente al mar de personas con carteles, documentos y pasaportes en la oscuridad de la noche. La única iluminación provenía de las linternas de los rifles que sostenían los soldados estadounidenses que gritaban para que dejaran de empujar y retrocedieran. Una persona quedó atrapada entre el alambre de púas y sus familiares aterrados la sacaron, mientras se colocaban más barreras de acero.
Hace un año, o diez, o quince, los talibanes eran sombras detrás de una fila de árboles cercanos, eran los fantasmas ocultos que abrían la tierra frente a los soldados de Estados Unidos, de la OTAN y de Afganistán para entrar a un infierno atestado de minas. Cada paso planteaba el problema de qué hacer si de pronto un amigo que estaba enfrente explotaba en dos: el torniquete va aquí, el tipo de sangre es O positivo.
Sin embargo, en las últimas horas de la guerra estadounidense, los talibanes se materializaron en toda su expresión: justo en la carretera o al otro lado de la reja de la capital del país. De pronto estaban por todas partes, con sus banderas blancas con negro ondeando en torno a las posiciones estadounidenses, para controlar a la multitud y dejar que Estados Unidos terminara la guerra… pero no bajo sus condiciones.

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Durante las últimas semanas de la guerra, las fuerzas estadounidenses no estaban patrullando o realizando operaciones de contrainsurgencia, ni construyendo refugios o trabajando en la construcción de la nación afgana. No hicieron redadas en los escondites de armas de los talibanes ni en las fábricas de bombas porque los fabricantes y sus comandantes ahora controlaban la ciudad.
En cambio, los jóvenes soldados e infantes de marina encontraron formas de ayudar a quienes tenían la suerte de llegar a las puertas del aeropuerto. Los llevaron hacia lo que muchos afganos creían que sería una vida mejor. A veces, esas personas no tenían los documentos adecuados, por lo que fueron rechazados.
Más allá del trauma de tener que dar ese rechazo y enfrentar esas escenas de desesperación, los estadounidenses enfrentarían una vez más la pérdida de camaradas en Afganistán durante esas horas finales: 13 militares estadounidenses fueron asesinados por un ataque terrorista del Estado Islámico el jueves cuando intentaban organizar a una multitud de afganos para que mostraran sus documentos. Casi 200 afganos murieron en el mismo incidente, en una devastadora carnicería bélica.
En Catar, Kuwait, Alemania y Estados Unidos, decenas de miles de afganos se sientan en centros de procesamiento, fuera del alcance del gobierno de los talibanes, pero sin saber cuándo o cómo llegarán a Estados Unidos.
En Estados Unidos, los historiadores y analistas estudiarán las soluciones fallidas, las estrategias equivocadas y los argumentos de los generales que aseguraron la victoria a pesar de que en sesiones informativas extraoficiales y reuniones confidenciales reconocieron que Estados Unidos estaba perdiendo la guerra. Quizás el pueblo estadounidense exigirá rendición de cuentas por las miles de vidas y los billones de dólares gastados, solo para que los talibanes vuelvan a tener el control, más poderosos de lo que eran hace 20 años.
O tal vez no les importe, y seguirán adelante en Estados Unidos, un país que seguirá siendo profundamente moldeado, política, económica y personalmente, por la guerra, aunque eso no sea evidente a simple vista.
En cuanto a los que se quedaron en Afganistán, un país de 38 millones menos los miles que han huido o muerto en las últimas semanas, todo lo que pueden hacer es mirar hacia adelante, preguntarse a sí mismos y a todos los que quieran escuchar: ¿Qué viene ahora?
Publicado en New York Times
Thomas Gibbons-Neff es corresponsal en la oficina de Kabul y fue un soldado de la infantería de marina. @tmgneff
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Agencias
Muere en atentado Charlie Kirk activista de derecha aliado de Trump

Published
2 days agoon
September 10, 2025By
FranciscoEP NEW YORK | EE.UU. | JUDICIAL
Washington, 10 sep (EFE).- Charlie Kirk, de 31 años, fundador de la organización conservadora Turning Point USA, una de las caras jóvenes del movimiento Make America Great Again (MAGA) y partidario del derecho a portar armas falleció hoy tras ser alcanzado por un disparo en el cuello, un asesinato que hace temer por el aumento de la violencia política en EE.UU.
El auditorio universitario de la Universidad de Utah Valley estalló en gritos y confusión cuando un disparo alcanzó a Kirk en el cuello, obligándolo a llevarse la mano a la herida mientras los asistentes corrían en pánico, según se observa en un vídeo que se viralizó en X.
Dos horas después del ataque, el presidente estadounidense, Donald Trump, confirmó la muerte de Kirk y dijo que “fue querido y admirado por todos, especialmente por mí”.
Kirk se hizo conocido, con apenas 18 años, en 2012, luego de fundar Turning Point y organizar giras universitarias donde debatía con estudiantes liberales, lo que lo catapultó como referente juvenil conservador. Su popular serie de eventos llamados “Demuestra que estoy equivocado” se volvieron muy populares y este 10 de septiembre atrajeron a oponentes y simpatizantes al campus universitario en Utah.
Una década después Kirk, casado y con dos hijos pequeños, se convirtió en un aliado directo de Trump, con quien apareció públicamente en la Casa Blanca en 2019 durante visitas de jóvenes conservadores y posteriormente con un rol activo en mitines de campaña en 2024.
Kirk había opinado en abril de 2023 que las muertes por arma de fuego eran “desafortunadamente” un precio que valía la pena pagar para preservar la Segunda Enmienda de la Constitución, que garantiza el derecho a portar armas, comentario que emitió tras un tiroteo en una escuela de Nashville, Tennessee, en el que murieron tres adultos y tres niños.
Un semillero de conservadores
Turning Point USA nació con el objetivo de difundir valores conservadores y de libre mercado en los campus universitarios de Estados Unidos y ha crecido hasta convertirse en un foro clave en el movimiento MAGA (Make America Great Again).
Con sede en Arizona, la entidad ha crecido rápidamente y hoy mantiene presencia en cientos de universidades y escuelas secundarias. Sus conferencias anuales reúnen a miles de jóvenes y a figuras destacadas del Partido Republicano.
Además de su activismo juvenil, Turning Point se ha convertido en un espacio de respaldo al expresidente Trump. La organización moviliza voluntarios, organiza entrenamientos políticos y se ha consolidado como un brazo visible del movimiento MAGA en el ámbito estudiantil.
Kirk nació en Arlington Heights, al norte de Chicago, en 1993, y creció en una familia de clase media con raíces cristianas, su padre trabajaba en el sector inmobiliario, mientras que su madre se ocupaba del hogar, según reportes de medios como Político.
Durante su paso por la Wheeling High School, se involucró en debates estudiantiles y comenzó a interesarse por las ideas republicanas, según ha dicho en entrevistas y agregar que no fue un gran estudiante por lo que no estudió en la universidad pero se acercó a edad temprana a la política.
Opiniones polémicas
Charlie Kirk generó controversia por sus posturas contra la migración, el feminismo y la diversidad en los campus, lo que le ha ganado críticas y confrontación con líderes demócratas.
Durante la crisis del COVID-19, el activista minimizó la gravedad de la situación comparándola con catástrofes históricas, afirmando en X: “Tenemos una pandemia, pero, por estándares históricos, esto no es realmente una pandemia (…) por estándares históricos, de hecho estamos viviendo una muy, muy buena vida”.
En 2020 fue parodiado en South Park, donde un personaje imitó su estilo de debate provocador que se ha convertido en su sello y Kirk respondió en redes sociales que lo veía como “una medalla de honor”, aunque acusó al programa de ridiculizar a los conservadores.
Con información de agencias
Agencias
Prohibición de redes sociales en Nepal genera caos y violencia

Published
3 days agoon
September 10, 2025By
FranciscoEP NEW YORK | POLÍTICA MUNDIAL | NEPAL
Protestas en Nepal: ¿por qué la generación Z ha tomado las calles?
La reciente prohibición de las redes sociales fue lo que llevó a los jóvenes a manifestarse, pero ellos llegaron cargados de reclamos acumulados durante años.
Las protestas en la capital de Nepal se intensificaron el martes al entrar en su segundo día, al avivarse la ira y la decepción acumuladas durante años entre los manifestantes. La prohibición impuesta días antes por el gobierno a las principales plataformas de redes sociales apenas había encendido la mecha.
<span;>Los manifestantes, que se autoproclamaban la voz de la generación Z de Nepal, expresaban no solo su indignación por la violencia oficial que los esperaba en las calles el lunes, sino también por los antiguos problemas sociales que han afligido a Nepal durante los 10 años transcurridos desde que sustituyó su monarquía por una república democrática.
El país depende en gran medida de las remesas que envían a casa unos dos millones de trabajadores en el extranjero. La prohibición de las redes sociales aislaba a las familias de quienes los mantienen desde lejos.
El gobierno revocó la prohibición el martes tras las protestas, y el primer ministro KP Sharma Oli y otros ministros dimitieron más tarde. Sin embargo, los disturbios continuaron, y los manifestantes prendieron fuego a oficinas gubernamentales y a viviendas de políticos.
Desempleo e inequidad
La mayor crisis latente del país se centra en el empleo. Conseguir uno es una tarea hercúlea en Nepal, una nación montañosa de 30 millones de habitantes situada entre India y China. Según la Encuesta sobre el Nivel de Vida en Nepal, publicada por la Oficina Nacional de Estadística en 2024, la tasa de desempleo era del 12,6 por ciento.
Estas cifras tienden a subestimar la gravedad del problema. Solo representan a quienes participan en la economía formal, dejando fuera a la mayoría de los nepalíes, que trabajan sin empleo declarado oficialmente, sobre todo en la agricultura. Y el desempleo se concentra en gran medida entre los adultos más jóvenes.
Al no encontrar oportunidades en casa, más de mil hombres y mujeres jóvenes abandonan el país cada día para trabajar con contratos de larga duración en los países ricos en petróleo del golfo Pérsico y Malasia. Decenas de miles trabajan en India como trabajadores migrantes estacionales. Los datos del gobierno muestran que más de 741.000 abandonaron el país el año pasado, principalmente para encontrar trabajo en construcción o agricultura.
El resto de Nepal depende en gran medida de las remesas que esos trabajadores envían a casa desde el extranjero. En 2024, los 11.000 millones de dólares que enviaron representaron más del 26 por ciento de la economía del país. Con ese dinero se compran alimentos y medicinas y se envía a los niños a la escuela en Nepal.
Corrupción profunda
Si hubiera que culpar a algo de este cúmulo de problemas económicos, muchos nepalíes, especialmente los activos en esta protesta de la generación Z, señalarían a la corrupción. Ellos rechazan el espectáculo de un pequeño número de nepaleses de élite que acumulan vastas propiedades para sus hijos. Transparencia Internacional, organización independiente sin fines de lucro dedicada a exigir responsabilidades a los gobiernos, ha clasificado a Nepal como uno de los países más corruptos de Asia.
Un bombardeo constante de escándalos, normalmente relacionados con la complicidad entre políticos electos y funcionarios supuestamente independientes, alimenta este resentimiento. Muy pocas acusaciones terminan en procesos judiciales exitosos.
Por ejemplo, una investigación parlamentaria reveló que se malversaron al menos 71 millones de dólares en la construcción de un aeropuerto internacional en la ciudad de Pokhara. Los préstamos del Banco de Exportación e Importación de China se evaporaron en un nexo entre funcionarios, políticos electos y empresas constructoras chinas. La investigación recomendó nuevas pesquisas y acciones específicas contra los acusados, incluido el director general de Aviación Civil. Aun así, nadie fue procesado.
En otro caso, se descubrió a dirigentes nepalíes recaudando dinero de jóvenes que aspiraban a encontrar empleo en Estados Unidos amparándose en el estatuto de refugiado, destinado a nepalíes étnicos que habían sido deportados a la fuerza del vecino Bután. Documentos falsos daban a los nepalíes desempleados la identidad de butaneses desplazados. En las investigaciones subsiguientes se nombró a políticos de todos los partidos, pero solo se acusó a miembros de la oposición.
Los nepalíes están conscientes de las formas en que podrían beneficiarse de un gobierno mejor financiado. Los gastos de salud y educación son elevados. Los agricultores carecen de fertilizantes esenciales durante las temporadas de siembra de arroz. La inflación hace que a cualquiera le resulte difícil sobrevivir en Katmandú, la capital, adonde se trasladan los jóvenes para cursar estudios superiores y buscar trabajo.
Una élite atrincherada
La democracia se ganó a pulso en Nepal, pero no ha satisfecho las aspiraciones que enviaron a los manifestantes a las calles esta semana. Muchos de los manifestantes de la generación Z están obsesionados con el hijo y la nuera del ex primer ministro Sher Bahadur Deuba. Publican amargamente imágenes de ellos y de los hijos de otros políticos haciendo ostentación de estilos de vida fastuosos.
<span;>Desde que entró en vigor la nueva Constitución en 2015, tres dirigentes han rotado al frente del gobierno: Oli, Pushpa Kamal Dahal y Deuba. Para los más jóvenes, este juego de tronos electoral, en el que el mandato de cada primer ministro ha durado solo uno o dos años, resulta exasperante.
Oli, el actual primer ministro, es un ávido usuario de las redes sociales. Sus allegados afirman que lee personalmente los comentarios que se acumulan bajo los videos que publica. Otros dirigentes nepalíes también están obsesionados con las redes sociales, aunque no las utilicen demasiado. En noviembre de 2023, Dahal, que entonces era primer ministro, prohibió TikTok para, según dijo, “restablecer la armonía social”. Fue Oli, cuando regresó como primer ministro, quien levantó esa prohibición, nueve meses después.
Agencias
Agencias
Crece conflicto en el mar caribe entre EE.UU. y Venezuela

Published
7 days agoon
September 6, 2025By
FranciscoEP NEW YORK | FLORIDA NEWS
Lo que hay que saber sobre los buques de guerra y aviones de vigilancia que EE.UU. ha enviado al Caribe
El presidente Trump firmó en julio una directiva aún secreta en la que ordenaba al Pentágono el uso de la fuerza militar contra algunos cárteles de la droga latinoamericanos que su gobierno ha calificado de organizaciones “terroristas”.
Casi al mismo tiempo, el gobierno declaró que un grupo criminal venezolano era una organización terrorista y que Maduro era su líder.
El rápido despliegue militar estadounidense en el sur del mar Caribe culminó esta semana con un ataque mortal contra una embarcación de narcotraficantes que, según dijo el gobierno de Donald Trump, había zarpado de Venezuela.
Las autoridades estadounidenses dijeron que el ataque contra una lancha rápida mató el martes a 11 narcotraficantes. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el secretario de Estado, Marco Rubio, dijeron que el ejército llevaría a cabo más ataques en las próximas semanas como parte de una campaña antidroga y antiterrorista.
Pero el jueves, dos cazas venezolanos F-16 armados sobrevolaron un destructor de misiles guiados de la Armada en la región, en una demostración de fuerza que aumentó las tensiones entre Washington y el gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro.
En respuesta, el Pentágono envió el viernes 10 cazas furtivos F-35 a Puerto Rico para disuadir de más sobrevuelos venezolanos.
A continuación, ofrecemos un resumen de cómo Estados Unidos y Venezuela han llegado a este punto, y qué acción militar podría producirse a continuación.
¿Por qué Estados Unidos envía buques de guerra y aviones de vigilancia al Caribe?
El presidente Trump firmó en julio una directiva aún secreta en la que ordenaba al Pentágono el uso de la fuerza militar contra algunos cárteles de la droga latinoamericanos que su gobierno ha calificado de organizaciones “terroristas”.
Casi al mismo tiempo, el gobierno declaró que un grupo criminal venezolano era una organización terrorista y que Maduro era su líder.
Poco después, el Pentágono empezó a reunir una pequeña armada de barcos y aviones para vigilar a los supuestos narcotraficantes y elegir objetivos que atacar.
La Armada estadounidense lleva mucho tiempo interceptando y abordando barcos sospechosos de contrabando de drogas en aguas internacionales, normalmente asignando temporalmente a un oficial de la Guardia Costera al mando para invocar la autoridad policial. El ataque directo del martes en el Caribe supuso un marcado alejamiento de ese enfoque de décadas.
¿Cuánta fuerza militar ha reunido el Pentágono en la región?
Hasta ahora, el ejército ha desplegado en la región ocho buques de guerra, varios aviones de vigilancia P-8 de la Armada y un submarino de ataque. El Pentágono ha ofrecido pocos detalles sobre los objetivos y ubicaciones de la fuerza.
<span;>El Grupo Anfibio Preparado Iwo Jima —que incluye el USS San Antonio, el USS Iwo Jima y el USS Fort Lauderdale, con 4500 marineros— estaba navegando cerca de Puerto Rico el viernes, dijeron funcionarios del Departamento de Defensa. También lo estaba la 22 Unidad Expedicionaria de Marines, con 2200 infantes de marina. El Iwo Jima está equipado con aviones de ataque AV-8B Harrier.
Dos destructores de misiles guiados de la Marina —el USS Jason Dunham y el USS Gravely— están operando en el sur del Caribe. Ambos buques de guerra se habían unido recientemente a la campaña contra la milicia hutí en el mar Rojo. Un tercer destructor, el USS Sampson, ahora en el Pacífico oriental, podría unirse pronto, dijo un funcionario de la Armada.
Estos buques de guerra son destructores con misiles guiados de la clase Arleigh Burke, equipados con más de 90 misiles, incluidos misiles tierra-aire. Pueden realizar guerra antiaérea y antisubmarina, y derribar misiles balísticos.
Además, el crucero de misiles guiados USS Lake Erie y el buque de combate litoral Minneapolis-St. Paul también operan en el Caribe.
¿Cómo ha respondido Venezuela?
Maduro ha advertido de que respondería a cualquier acción militar estadounidense con una “lucha armada”, y afirmó que Rubio estaba intentando arrastrar a Trump a una guerra en el Caribe que mancharía su reputación.
“Presidente Donald Trump”, dijo el líder venezolano a principios de esta semana, “usted tiene que cuidarse porque Marco Rubio quiere manchar sus manos de sangre”.
Maduro calificó la concentración naval como “la más grande amenaza que se haya visto en nuestro continente en los últimos 100 años”, en forma de “ocho barcos militares con 1200 misiles” apuntando a Venezuela.
El líder venezolano también anunció el despliegue de 4,5 millones de milicianos en todo el país, y prometió defender “nuestros mares, nuestros cielos y nuestras tierras” de cualquier incursión.
¿Qué otras acciones militares podría emprender Estados Unidos?
La magnitud del despliegue militar ha dado lugar a especulaciones sobre si el verdadero objetivo de Trump es derrocar a Maduro, mediante una acción militar u otro tipo de presión.
A Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, se le preguntó recientemente sobre los movimientos de tropas y sobre si el gobierno estaba considerando la posibilidad de desplegar fuerzas sobre el terreno en Venezuela. Respondió calificando a Maduro de ilegítimo e invocando su imputación, a finales del primer gobierno de Trump, por cargos de narcotráfico en Estados Unidos.
Trump, dijo, estaba “dispuesto a utilizar todos los elementos del poder estadounidense para impedir que las drogas inunden nuestro país y llevar a los responsables ante la justicia. El régimen de Maduro no es el gobierno legítimo de Venezuela. Es un cártel narcoterrorista”.
Los historiadores militares señalan otras condiciones provocadoras que precedieron a importantes episodios militares estadounidenses en la segunda mitad del siglo XX.
En diciembre de 1989, el gobierno del presidente George H. W. Bush envió más de 20.000 soldados estadounidenses para invadir Panamá y detener a su líder autocrático, Manuel Noriega, quien había sido imputado en Estados Unidos por cargos de narcotráfico. Noriega fue condenado en 1992 y murió en Ciudad de Panamá en 2017.
La fuerza estadounidense que se encuentra ahora en el Caribe es demasiado pequeña para llevar a cabo una invasión terrestre de Venezuela, dijeron oficiales militares. Pero los comandantes de Operaciones Especiales dicen que los comandos podrían lanzar incursiones selectivas o misiones de capturar o matar desde los buques de la Armada.
Maduro ha amenazado con responder a un ataque armado en Venezuela con la “máxima rebeldía”.
Tras el sobrevuelo de cazas venezolanos el jueves, el gobierno de Trump lanzó una amenaza velada de que se producirían más ataques.
“Se recomienda encarecidamente al cártel que dirige Venezuela que no realice ningún otro esfuerzo para obstruir, disuadir o interferir en las operaciones antinarcóticos y antiterroristas llevadas a cabo por el ejército estadounidense”, dijo el Pentágono en un comunicado.
Publicado en NYT


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