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En realidad , ¿existe crisis política en Colombia?

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EP New York/opinión política

La política en Colombia ha entrado en una aparente crisis de gobierno luego que un ex-guerrillero de las Farc fuese puesto en libertad por la justicia transicional creada por el entonces presidente J.M. Santos. A Jesús Santrich se le investigaba por los delitos de narcotráfico basados en acusaciones de la justicia estadounidense en un intento de enviar varias toneladas de cocaína luego de haber firmado los acuerdos de paz.

Los jueces La JEP (justicia especial de paz) consideraron que no habían pruebas fehacientes para considerar la extradición de Santricht , incluso los videos de la administración de drogas de EE.UU. (D.E.A.) por sus siglas en inglés, no fueron evaluados a tiempo según aducen los jueces que dejaron en libertad al excombatiente y negociador del proceso de paz. 

Pero una vez dado a conocer el veredicto y posterior libertad del hombre que indignó a Colombia con el “quizás, quizás…quizás” refiriendose al perdón de las víctimas de la guerra, fue  recapturado por organismos de la fiscalía dado que había una orden de captura por parte de la justicia ordinaria por los mismos delitos de narcotráfico.

Pero más que una indignación generalizada contra el exguerrillero de las Farc , la decisión de la JEP provocó la renuncia del fiscal Néstor Humberto Martinez y la ministra de Justicia Gloria María Borrero y una aparente crisis de la que los detractores del actual gobierno de Iván Duque culpan al senador Albaro Uribe Vélez de querer acabar con el discutido y polémico proceso de paz que aún divide a gran parte del país.

La disputa por el caso Santrich , sin embargo , entró a evaluar varios criterios políticos tanto en la perspectiva de  los líderes de las Farc , la posición ecuánime del gobierno , el pedido de extradición de la justicia estadounidense y la tormenta provocada por la JEP. Timochenko , actual líder de los excombatientes , considera , por ejemplo, que aplicar la extradición a estas alturas pondría en riesgo la paz y el posconflicto , estancado desde que Santos dejó el poder. Considera además que muchos exmiembros de su organización podrían ser extraditados.

El presidente Duque por su parte está completamente seguro que las evidencias presentadas por Estados Unidos no da lugar a dudas y si es posible ,a parte de la diligencia fiscal , recurría a la Procuraduría para definir pronto la extradición de Santricht.

EE.UU , como juez y parte y gran aliado del gobierno está a la espectativa de una pronta y transparente decisión que de confianza a la justicia en Colombia. Y sobre la JEP , que pasa el trago más amargo desde su ejecución y que se había convertido en el guarda espalda de los exguerrilleros de las Farc , deberá someterse a correctivos y reformas para salvar lo que resta del polarizado proceso de paz.

Asesinato de líderes sociales , la otra coyuntura política de Duque

Para la mayoría de analistas , el presidente Duque asume el poder en circunstancias adversas debido a la profunda división de los colombianos enfrentados al dilema de la paz y la guerra. Los ocho años de Santos dejó profundas heridas sociales y severas cicatrices políticas llevadas al seno del congreso por el fantasma del socialismo. 

Gustavo Petro uno de los acérrimos defensores del proceso de paz , y perdedor además en las pasadas elecciones , ha asumido un papel discordante frente a las decisiones políticas y programas de gobierno trazados por Duque. Al ex alcalde de Bogotá le preocupa los asesinatos de líderes sociales y culpa , sin pruebas, al gobierno de ser el gestor de las desapariciones y amenazas contra los actores del posconflicto , en especial  al senador Uribe Vélez y al partido Centro Democrático. 

Otra gran amenaza no sólo para Colombia sino para la región es la crisis de Venezuela del cual el presidente Duque ha tomado partido , convirtiéndose en principal aliado de EE.UU. , situación que ha incomodado al exguerrillero Petro _miembro del otrora violento grupo del M-19_ , por la profunda relación con Maduro y el socialismo chavista. 

Otro de los grandes retos de Duque es la erradicación de los cultivos de coca. Una lucrativa herencia dejada por Santos el cual hoy tiene entre la espada y la pared a Jesús Santricht y otros miembros de las Farc que deberán enfrentar la extradición y la justicia de los Estados Unidos. 

En resumidas cuentas y aunque los medios hablen de crisis de gobierno y conmoción a lo interior del gabinete , si en más de cincuenta años de guerra con miles de asesinatos a bordo , secuestros, desapariciones no hubo una emergencia nacional que amenazara la democracia en Colombia , ¿por qué razón tanto alarde por la extradición de un ex-guerrillero que “quizás” termine siendo pieza clave para esclarecer las conexiones entre la dictadura chavista , Maduro y disidentes de las Farc?

Amanecerá y veremos pero si algo tiene claro el presidente Iván Duque y su gobierno ,pese a la “ponzoñosa” actitud de sus detractores , es que Cuba , Venezuela , las Farc y otros títeres menores que heredó el socialismo del siglo XXI , son la principal amenaza para la democracia de América Latina.

 

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Guardia nacional y policía estatal vigilan metro de N.Y.

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EP New York. | Manhattan | Vigilancia

Por Gustavo Lugo

Kathy Hochul la gobernadora de NEW YORK anunció este miércoles una serie de acciones para combatir el crimen en el metro. está desplegando 750 miembros de la Guardia Nacional de Nueva York y 250 agentes de policía estatales y de la MTA en las estaciones del metro de Nueva York para inspeccionar las maletas de los pasajeros luego de una serie de incidentes violentos en la red de trenes. Entre ellos se encuentra ordenar a la MTA que instale cámaras en las cabinas de los conductores y en las plataformas frente a las ventanas de los operadores de los trenes.

Los ataques recientes al metro incluyen una escena sangrienta en Brooklyn cuando un viajero cortó al conductor de la MTA, Alton Scott, en el cuello mientras el empleado de la MTA, de 59 años, asomaba la cabeza por la ventana del conductor en la estación de Rockaway Ave. en Bedford-Stuyvesant. Durante el último corte no había cámaras en el andén frente a la cabina del revisor.

El miércoles temprano, el alcalde Eric Adams, que no estuvo presente en el anuncio de Hochul, dijo que la policía de Nueva York también intensificará los controles de bolsos en el sistema de metro. Ni el alcalde ni el Ayuntamiento dijeron en qué estaciones se llevarán a cabo los controles de equipaje intensificados. El Ayuntamiento dijo que se desplegarán 94 equipos de inspección de bolsas en 136 estaciones cada semana.

Michael Kemper, en una aparición el miércoles por la mañana con Adams en CBS New York, “Serán una operación que se realizará los siete días de la semana”, dijo el jefe de tránsito de la policía de Nueva York.

Adams  , el alcalde de Nueva York, dijo que los controles serán “aleatorios” y que el Departamento de Policía no realizará ninguna “elaboración de perfiles”. “Las personas que no quieren que se revise su equipaje pueden darse la vuelta y no ingresar al sistema”, agrego.

Hochul también presentó un proyecto de ley para prohibir su uso a las personas condenadas por agresión dentro del sistema de tránsito. Ha ordenado a la MTA que acelere la instalación de cámaras de seguridad en todo el sistema de metro de Nueva York, agregando nuevas cámaras para proteger las cabinas de los conductores,

también está convocando la Nueva Asociación Estratégica contra la Violencia en el Metro para mejorar la coordinación entre el estado, la policía de Nueva York y los fiscales de distrito en materia de seguridad del metro.

Y ampliará la actual Iniciativa de Alcance del Metro.

“Mi plan de cinco puntos eliminará a nuestros subterráneos de delincuentes violentos y protegerá a todos los viajeros y trabajadores del transporte”, dijo Hochul en un comunicado. “Estoy enviando un mensaje a todos los neoyorquinos: no dejaré de trabajar para mantenerlos seguros y restaurar su tranquilidad cada vez que pasen por esos torniquetes”.

Ha habido al menos 97 asaltos al metro en 2023, y este año hubo tres asesinatos en el metro de la ciudad.

 

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Agencias

Nuevo chantaje nuclear de Putin alerta a occidente

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EP New York | Rusia vs Ucrania

Entre el ajedrez y el chantaje: las nuevas amenazas nucleares de Vladimir Putin

El líder de Rusia sabe que sus oponentes, liderados por el presidente Joe Biden, son los que más temen una escalada del conflicto.

El presidente Vladimir Putin ha amenazado con recurrir al arsenal de armas nucleares de Rusia en tres ocasiones durante los últimos dos años: una vez al comienzo de la guerra contra Ucrania hace dos años, otra cuando estaba perdiendo terreno y de nuevo el jueves, cuando percibe que está mermando las defensas de Ucrania y la determinación estadounidense.

En todos los casos, la beligerancia ha servido para el mismo propósito. Putin sabe que sus oponentes, liderados por el presidente Joe Biden, son los que más temen una escalada del conflicto. Incluso las bravatas nucleares sirven para recordarles a sus numerosos adversarios sobre los riesgos de presionarlo demasiado.

Pero el discurso, equivalente al Estado de la Unión de EE. UU., que Putin pronunció el jueves también contenía algunos elementos nuevos. No solo señaló que redoblaba su “operación militar especial” en Ucrania. También dejó claro que no tenía intención de renegociar el último gran tratado de control de armamentos en vigor con Estados Unidos —que expira en menos de dos años—, a menos que el nuevo acuerdo decida el destino de Ucrania, presumiblemente con gran parte del mismo en manos de Rusia.

Algunos lo llamarían ajedrez nuclear, otros chantaje nuclear. En la insistencia de Putin acerca de que los controles nucleares, y la existencia continuada del Estado ucraniano deben decidirse de manera conjunta, está implícita la amenaza de que el líder ruso estaría encantado de dejar expirar todos los límites actuales sobre las armas estratégicas desplegadas. Eso lo liberaría para usar tantas armas nucleares como quisiera.

Y aunque Putin dijo que no tenía interés en emprender otra carrera armamentística, algo que contribuyó a la bancarrota de la Unión Soviética, la implicación era que Estados Unidos y Rusia, que ya se encuentran en un constante estado de confrontación, volverían a la peor competencia de la Guerra Fría.

“Estamos tratando con un Estado —dijo, refiriéndose a Estados Unidos— cuyos círculos dirigentes están emprendiendo acciones abiertamente hostiles contra nosotros. ¿Y qué?”.

“¿Van a discutir seriamente con nosotros temas de estabilidad estratégica”, añadió, utilizando el término para referirse a los acuerdos sobre controles nucleares, “mientras que al mismo tiempo intentan infligir, como ellos mismos dicen, una ‘derrota estratégica’ a Rusia en el campo de batalla?”.

Con esos comentarios, Putin subrayó uno de los aspectos distintivos y más inquietantes de la guerra en Ucrania. Una y otra vez, sus altos mandos militares y estrategas han hablado del uso de armas nucleares como el próximo paso lógico si sus fuerzas convencionales resultan insuficientes en el campo de batalla, o si necesitan ahuyentar una intervención occidental.

Esa estrategia es coherente con la doctrina militar rusa. Y en los primeros días de la guerra en Ucrania, asustó claramente al gobierno de Joe Biden y a los aliados de la OTAN en Europa, quienes dudaron en proporcionar misiles de largo alcance, tanques y aviones de combate a Ucrania por temor a que esto desencadenara una respuesta nuclear o hiciera que Rusia atacara más allá de las fronteras de Ucrania, en territorio de la OTAN.

En octubre de 2022, surgió un segundo aspecto sobre el posible uso de armas nucleares por parte de Rusia, no solo por las declaraciones de Putin, sino por informes de los servicios de inteligencia estadounidenses que sugerían que podrían utilizarse armas nucleares en el campo de batalla contra bases militares ucranianas. Tras unas semanas de tensión, la crisis disminuyó.

En el año y medio transcurrido desde entonces, Biden y sus aliados han ido confiando cada vez más en que, a pesar de todas las fanfarronadas de Putin, no quería enfrentarse a la OTAN y sus fuerzas. Pero cada vez que el dirigente ruso invoca sus poderes nucleares, se desencadena una oleada de temor de que, si se le lleva demasiado lejos, podría demostrar su voluntad de hacer estallar un arma, tal vez en un lugar remoto, para hacer retroceder a sus adversarios.

“En este entorno, Putin podría volver a agitar el sable nuclear, y sería una tontería descartar por completo los riesgos de escalada”, escribió recientemente en Foreign Affairs William J. Burns, director de la CIA y exembajador de EE. UU. en Rusia cuando Putin asumió inicialmente el cargo. “Pero sería igualmente insensato dejarse intimidar innecesariamente por ellos”.

En su discurso, Putin presentó a Rusia como el Estado agredido y no como el agresor. “Ellos mismos eligen los objetivos para atacar nuestro territorio”, dijo. “Empezaron a hablar de la posibilidad de enviar contingentes militares de la OTAN a Ucrania”.

Esa posibilidad fue planteada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, esta semana. Mientras la mayoría de los aliados de la OTAN hablan de ayudar a Ucrania a defenderse, dijo, “la derrota de Rusia es indispensable para la seguridad y la estabilidad de Europa”. Pero la posibilidad de enviar soldados a Ucrania fue descartada de inmediato por Estados Unidos, Alemania y otros países (Macron le hizo el juego a Putin, según algunos analistas, al exponer las divisiones entre los aliados).

Sin embargo, Putin puede haber intuido que era un momento especialmente propicio para sondear cuán profundos eran los temores de Occidente. La reciente declaración del expresidente Donald Trump de que Rusia podía hacer “lo que le diera la gana” a un país de la OTAN que no contribuyera con los recursos necesarios para la defensa colectiva de la alianza, y de que él no respondería, se hizo sentir profundamente en toda Europa. También lo ha hecho la negativa del Congreso, hasta ahora, para proporcionar más armas a Ucrania.

Es posible que el dirigente ruso también estuviera respondiendo a las especulaciones de que Estados Unidos, preocupado porque Ucrania parece encaminada a la derrota, podría proporcionar misiles de mayor alcance a Kiev o confiscar los 300.000 millones de dólares de activos rusos congelados desde hace tiempo que ahora se encuentran en bancos occidentales y entregárselos al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, para que compre más armas.

Cualquiera que haya sido el detonante, el mensaje de Putin fue claro: considera la victoria en Ucrania como una lucha existencial, fundamental para su gran plan de restaurar la gloria de los días en que Pedro el Grande gobernó en el apogeo del Imperio ruso. Y cuando una lucha se considera una guerra de supervivencia y no una guerra de elección, el salto a discutir el uso de armas nucleares es pequeño.

Su apuesta es que Estados Unidos se dirige en la otra dirección, volviéndose más aislacionista, más reacio a enfrentarse a las amenazas de Rusia y, desde luego, sin mostrar interés frente a las amenazas nucleares rusas como hicieron los presidentes John F. Kennedy en 1962 o Ronald Reagan en los últimos días de la Unión Soviética.

El hecho de que los actuales dirigentes republicanos, que habían suministrado armas a Ucrania con entusiasmo durante el primer año y medio de guerra, hayan atendido ahora los llamados de Trump para cortar ese flujo puede ser la mejor noticia que Putin ha recibido en dos años.

“Cada vez que los rusos recurren a la beligerancia nuclear, es señal de que reconocen que aún no tienen la capacidad militar convencional que creían tener”, declaró el jueves en una entrevista Ernest J. Moniz, ex secretario de Energía del gobierno de Obama y actual director ejecutivo de la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear, una organización que trabaja para reducir las amenazas nucleares y biológicas.

“Pero eso significa que su postura nuclear es algo en lo que confían cada vez más”, dijo. Y “eso amplifica el riesgo”.


Publicado en NYT por David E. Sanger periodista del Times durante más de cuatro décadas

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Agencias

Yulia Navalnaya continuará con legado político de Navalny

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EP New York | enfoque mundial

Yulia Navalnaya incursiona en política para preservar el legado de Navalny

La esposa de Alexéi Navalny había evitado la atención mediática, pero la muerte del líder opositor más famoso de Rusia puede hacer que eso sea imposible. “No tengo derecho a rendirme”, dijo.

Era agosto de 2020, Yulia Navalnaya, la esposa del líder opositor más famoso de Rusia, daba grandes zancadas por los pasillos desgastados y sombríos de un hospital provincial ruso en busca de la habitación donde su esposo yacía en coma.

Alexéi Navalny había colapsado tras recibir lo que investigadores médicos alemanes después declararían como una dosis casi fatal de la neurotoxina novichok, y su esposa, a quien policías amenazantes le impedían moverse por el hospital, volteó hacia la cámara de un celular que tenía un integrante de su equipo.

Con voz tranquila en un momento impactante que luego se incluyó en >Navalny< un documental ganador del premio Oscar, Navalnaya dijo: “Exigimos la liberación inmediata de Alexéi, porque en este instante en este hospital hay más policías y agentes del gobierno que médicos”.

Hubo otro suceso similar el lunes, cuando bajo circunstancias incluso más trágicas, Navalnaya habló ante una cámara tres días después de que el gobierno ruso anunció que su marido falleció en una brutal colonia penal de máxima seguridad en el Ártico. Su viuda culpó al presidente Vladimir Putin por la muerte y anunció que ella asumiría la causa de su esposo y exhortó a los rusos a unírsele.

En un discurso breve y pregrabado que fue publicado en redes sociales, Navalnaya dijo: “Al matar a Alexéi, Putin mató a mi mitad, la mitad de mi corazón y la mitad de mi alma. Pero me queda otra mitad y esta me dice que no tengo derecho a rendirme”.

Durante más de dos décadas, Navalnaya había evitado asumir cualquier papel político en público porque alegaba que su propósito en la vida era apoyar a su esposo y proteger a sus dos hijos. “Considero que mi labor es que nada cambie en nuestra familia, que los niños sean niños y el hogar sea un hogar”, dijo Navalnaya a la edición rusa de la revista Harper’s Bazaar en 2021, una de las pocas entrevistas que ha concedido.

Pero eso cambió el lunes.

Navalnaya enfrenta el gran reto de intentar que vuelva a funcionar el desmotivado movimiento de oposición desde el extranjero, ya que cientos de miles de sus simpatizantes han sido obligados a exiliarse por un Kremlin cada vez más represivo que ha respondido a cualquier crítica a su invasión a Ucrania, que inició hace dos años, con duras sentencias de cárcel. El movimiento político y la fundación de su esposo, que expusieron la corrupción en las altas esferas del poder, fueron declaradas como organizaciones extremistas en 2021 y se les prohibió operar en Rusia.

Aunque no desestiman las dificultades, sus amigos y asociados creen que Navalnaya, de 47 años, tiene una oportunidad de éxito gracias a lo que llaman su combinación de inteligencia, porte, determinación férrea, resiliencia, pragmatismo y carisma.

Su presencia es algo inusual en Rusia: una mujer destacada en un país donde las mujeres reconocidas en la política son poco comunes, a pesar de sus muchos logros en otros campos. Analistas afirman que, aparte de la amplia autoridad moral que ha adquirido tras la muerte de su marido, Navalnaya podría beneficiarse de una brecha generacional en Rusia, donde los rusos más jóvenes y postsoviéticos aceptan más la equidad de género.

Tan pronto como Navalnaya hizo su declaración el lunes, la maquinaria propagandística estatal rusa se puso en acción, por lo que trató de presentarla como una herramienta de las agencias de inteligencia de Occidente y alguien que frecuentaba complejos turísticos y fiestas de celebridades.

Navalnaya nació en Moscú en una familia de clase media; su madre trabajaba para un ministerio gubernamental y su padre era empleado de un instituto de investigación. Sus padres se divorciaron al poco tiempo y su padre murió cuando ella tenía 18 años. Navalnaya se graduó en Relaciones Internacionales y después trabajó brevemente en un banco antes de conocer a Navalny en 1998 y casarse con él en 2000. Ambos eran cristianos ortodoxos rusos.

Una hija, Daria, que ahora estudia en California, nació en 2001, y un hijo, Zakhar, nació en 2008, quien asiste a la escuela en Alemania, donde vive Navalnaya.

Aunque no era abiertamente política, Navalnaya siempre estuvo al lado de su esposo. Lo acompañó en manifestaciones y durante sus numerosos procesos judiciales y sentencias de prisión. Navalnaya estaba con él durante su campaña para alcalde de Moscú en 2013, y en 2017, cuando un ataque con un tinte químico verde casi lo deja ciego de un ojo.

En 2020, cuando Navalny fue envenenado, Navalnaya le exigió de manera pública a Putin que su marido fuera evacuado en ambulancia aérea a Alemania y, durante sus 18 días en coma, ella permaneció a su lado, habló con él y reprodujo sus canciones favoritas como “Perfect Day” de Duran Duran. Tras recuperar el conocimiento, Navalny escribió en redes sociales: “Yulia, me salvaste”.

Navalnaya sobrevivió un intento de envenenamiento en Kaliningrado un par de meses antes que seguramente estaba dirigido a él, dijeron sus amigos, pero ella no siguió pensando en eso.

Navalnaya ha sido comparada con otras mujeres que han continuado las batallas políticas de sus maridos asesinados o encarcelados. Entre ellas se encuentran Corazón Aquino, cuyo esposo fue asesinado en 1983, cuando bajaba de un avión en Filipinas al regresar de su exilio; luego, derrotó al entonces presidente Ferdinand Marcos. También está Sviatlana Tsikhanouskaya, quien lideró la oposición en las elecciones presidenciales de 2020 en Bielorrusia, país vecino de Rusia, después de que su marido fuera encarcelado. Ella misma se vio obligada al exilio.

Al final, los analistas indican que una “persona normal” con autoridad moral podría tener éxito donde alguien dedicado a la política no podría.

“Ella quiere terminar la tarea que Alexéi trágicamente dejó incompleta: hacer que Rusia sea un país libre, democrático, pacífico y próspero”, dijo Sergei Guriev, un amigo de la familia y un destacado economista ruso que es director académico del Instituto de Estudios Políticos de París. “Ella también va a demostrarle a Putin que eliminar a Alexéi no acabará con su causa”.

Publicado en New York Times

 

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