Decenas de migrantes cubanos irregulares se aglomeraban el jueves a la entrada de un albergue en Panamá para decidir los próximos pasos a tomar en su ruta hacia Estados Unidos, tras la retirada de la política conocida como ‘pies secos y pies mojados’.
En medio de un calor sofocante y bajo la luz de una enorme luna llena, los cubanos expresaban su frustración e indignación contra el presidente estadounidense, Barack Obama, quien anunció la medida a escasos días de que finalice su mandato.
“Obama jodió a todos los cubanos”, lamentó a la AFP Yadiel Cruz, un joven de 33 años que salió de Cuba el pasado 6 de diciembre. Con la introducción de la medida, los cubanos ya no podrán conseguir automáticamente la residencia permanente en Estados Unidos cuando lleguen a tierra firme, como ocurría hasta ahora, aún sin ningún tipo de visado.
Al igual que sus compatriotas, Cruz busca con ansiedad en alguno de los canales de televisión que hay en el albergue de la organización católica Cáritas mayor información sobre la nueva medida tomada por Obama. “Yo sí para atrás no vuelvo”, aseguró Cruz.
Otros dialogan en el exterior de la casa, de dos pisos, que acoge en estos momentos a 36 mujeres, 18 hombres y tres niños. Los pequeños juegan inocentemente en el patio sin saber lo que está ocurriendo. “Sentimos tristeza porque todos venimos con un sueño que ha costado dolor, hambre y mucho trabajo para llegar aquí”, manifestó a la AFP Lorena Peña, embarazada de cuatro meses y quien salió de Cuba con su esposo e hija de cuatro años.
Según Peña, Obama “finalmente la cagó porque lo que hizo fue hacernos daño, entonces realmente no era tan bueno como se decía”.
Como barcos varados
Esta sede de Cáritas, en el barrio capitalino de Ancón, es desde hace meses refugio para migrantes cubanos irregulares que buscan cruzar Centroamérica y México con destino a Estados Unidos. Los migrantes han dejado por hoy el dominó o el parchís, juegos con los que matan el tiempo en una casa con los cuartos repletos de colchones, ropa y enseres desperdigados.
“Cada vez que veía una fotito (de Obama) o de su esposa, hacía un bonito comentario, pero ya no. Es decepcionante”, lamenta Peña.
En las instalaciones hay un sólo baño y sus ocupantes se organizan para lavar la ropa y cocinar las cuatro comidas que tienen al día gracias a distintas donaciones. También reciben asistencia médica. La mayoría de ellos llegaron a Panamá a través de la zona selvática e inhóspita del Darién, fronteriza con Colombia, después de hacer un periplo desde varios países de Sudamérica en una ruta llena de peligros y a expensas de los traficantes de personas.
Los cubanos han visto bloqueado su camino por la negativa de Nicaragua y Costa Rica a permitirles pasar, lo que los ha dejado varados en Panamá y Colombia a la espera de una solución, más difícil ahora tras la decisión de Obama.
“Al Obama quitar la ley, ¿a dónde vamos a ir?. No podemos ni regresar ni seguir. Estamos como un barco varado que no sabemos qué hacer”, lamentó Julio Hernández, un encargado de almacen de Ciego de Ávila.
A la espera de Trump
“Somos miles de cubanos que estamos haciendo la travesía en medio de la selva, ríos y peligros”, sostuvo Yanisel Wilson, de 20 años, quien llegó hace dos días a través del Darién. “Quiero esperar unos días para ver las noticias y ver lo que se va a decidir. Aquí nos quedaremos a esperar que Donald Trump entre y ver si nos va a ayudar”, añadió.
“Ahora no sabemos qué hacer, aunque lo que estamos seguros es que a Cuba no vamos a regresar si no muertos”, dijo Ferrer a la AFP.
En 2015, unos 25.000 cubanos irregulares pasaron por Centroamérica. Y en 2016 varios miles fueron enviados a México en avión desde Panamá y Costa Rica tras un acuerdo gubernamental.
Mientras siguen los debates, Reynaldo Veitía trata de arreglar la puerta del baño y calmar a su madre, que le ha llamado por teléfono desde Cuba alarmada por la noticia. “Yo no soy un niño de tres años, sé lo que hago. Esto es una medida de Obama, hay que esperar a ver lo que hace Trump”, dice Veitía a su madre.