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Juán Manuel Santos, ¿El peor presidente de la historia de Colombia?

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El país sufre una de las crisis más graves de su historia, mientras su presidente, Juan Manuel Santos, como Nerón, sigue cantando con su lira las grandes bondades de estos siete años perdidos para una Colombia en llamas.

Por Ricardo Angoso

[dropcap]E[/dropcap] l año comenzó con varios ataques del Ejército de Liberación Nacional (ELN) contra varios oleoductos de Boyacá, que causaron graves daños, como en otras ocasiones, a la infraestructura petrolífera, pero que a la vez erosionaron la imagen de un gobierno humillado, mancillado y sumiso ante los terroristas con los que negociaba en Quito. Unos días después, Juan Manuel Santos, henchido de orgullo  para ocultar sus desatinos, se retiraba de la mesa de negociaciones con los terroristas. Más tarde se caía un puente en construcción en Chirajara con el resultado de diez muertos y evidenciando el caos reinante en el programa de (supuestas) infraestructuras puesto en marcha por esta administración. Como suele ocurrir en Colombia, nadie se hizo responsable por lo ocurrido y el muerto al hoyo y el vivo, al boyo.  Y luego se cayó otro puente, también sin responsables y esta vez sin víctimas, y se detectaron fallas en otro. Un caos total.

Los días del calendario seguían cayendo y las malas noticias seguían llegando: dos taxistas fueron asesinados en la ciudad de Bogotá y pasaban a engrosar la larga lista de homicidios que se esperan para el 2018. Pese a todo, el soldado Schwejk del gobierno, el nada marcial y aguerrido Luis Carlos Villegas, exhibía exultante los grandes éxitos de este gobierno en materia de seguridad: en el año 2017 solamente hubo ¡12.000 homicidios! La cifra real será mucha alta, ya que este gobierno es experto en el arte de fullería, el cuento y el embuste. Pero la realidad es bien distinta-por muchos que algunos traten de confundir la misma con el embueste-: Colombia es el sexto país con más homicidios de América Latina y tiene varias de sus ciudades entre las 50 más peligrosas del mundo.

Por ejemplo, según informaba recientemente el diario El Tiempo, “São Paulo (Brasil), que tiene 12 millones de habitantes registra alrededor de 670 homicidios al año. Esa cifra representa la mitad de los asesinatos anuales de Cali, que tiene la sexta parte de esa población. Cartagena, con un millón de habitantes, registró 242 homicidios. Esa cifra, dice el informe, es mayor que la de toda Australia (227).Medellín tiene más homicidios por año que Chile, que tiene 17 millones de habitantes (…), Tibú (con 186,96 asesinatos por cada 100.000 habitantes) tiene una tasa superior a ciudades tan violentas como Ciudad Juárez en México (108), San Pedro Sula (Honduras, 107) y San Salvador en El Salvador (136,7)”.

EL PÉSIMO LEGADO ECONÓMICO Y SOCIAL DEL PRESIDENTE SANTOS

[dropcap]A[/dropcap] estas noticias sin importancia, ya que para el presidente Santos la percepción de inseguridad de los ciudadanos se debe a la mala influencia de los medios de comunicación, se le vienen a unir los datos sobre la pésima situación económica que padece el país. Pese al maquillaje de las cifras por el tahúr del régimen, Mauricio Cárdenas, no hay ningún empresario en este país, desde el dueño de Aviatur a la vendedora de arepas de la esquina, que pueda asegurar sin mentir que en el año 2017 le haya ido mejor que en el 2016. Los ingresos de la mayor parte de las empresas han decaído en todos los ámbitos; la informalidad en el empleo sigue afectando seguramente al 50% de la población laboral; el crecimiento económico está bajo mínimos -1,8%, datos del FMI- y por debajo de otros países de la región, como Perú, por ejemplo; el salario alcanza proporciones ridículas si se compara con otras economías -230 euros apenas- y las inversiones extranjeras tampoco muestran un mejor desempeño.

En lo que a la renta per cápita se refiere, es decir la riqueza media por habitante del país, según el estudio de la prestigiosa revista The Economist que analiza las economías del mundo año tras año –The World in 2018– Colombia se estanca en apenas algo más de 6.000 dólares por habitante, una cifra por detrás de la que daba ese informe en el año 2014 y siendo la misma cantidad que los dos años precedentes. Vamos como los cangrejos, para atrás, pese a que el Nerón del régimen sigue tocando la lira mientras el país arde. Mientras el mundo bulle, la economía se expande a nivel mundial y los trenes viajan ya una velocidad de 460 kilómetros horas, Colombia se estanca y consolida su atraso secular a merced de una clase política deplorable, parasitaria, inmoral y realmente tercermundista.

Por no hablar de la pobreza, que seguramente padece la mitad de la población colombiana, pese a que el gobierno asegura que pasó del 32% al 28%, pero conviene analizar cómo mide este gobierno la pobreza en el país.”Ciertamente, el índice de pobreza bajó de 37 % a 28 % en los últimos siete años. Sin embargo, gran parte de la reducción obedece al cambio metodológico adoptado en 2010. La línea de pobreza bajó de $220.000 a $180.000 mensuales y se introdujeron modificaciones en la utilización de encuesta de hogares. Así, el índice de pobreza bajó drásticamente en los primeros meses de la actual administración”, señalaba el analista económico Eduardo Sarmiento en una columna publicada en el diario El Espectador. Es decir, para el gobierno Santos y sus aduladores sin fronteras en Colombia se sale de la pobreza con ¡2,10 dólares al día!, lo que cuesta en Colombia una cerveza o un par de empanadas.

[dropcap]O[/dropcap]tro elemento para analizar es el de la competitividad, pues si miramos el resultado final del Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial para el 2017 las cosas tampoco pintan nada bien, tal como señalaba el líder conservador Miguel Gómez en una columna reciente:”En el consolidado perdimos, en el último año, cinco posiciones pasando del puesto 61 al 66. Es un balance muy pobre, pero explicable, pues el tema de competitividad, asociado con la política de comercio exterior, no ha recibido atención durante estos siete años. El informe está estructurado en 12 pilares que resumen temas económicos, sociales e institucionales. En los que salimos mejor calificados son Eficiencia de los Mercados Financieros (puesto 27) y Tamaño del Mercado (puesto 37). En el primero, es claro que la calidad de la supervisión y las mejoras en bancarización han sido importantes. En el segundo, la inercia demográfica juega un papel importante, y Colombia es hoy el tercer mercado más importante de América Latina, después de Brasil y México”.

       

Para guinda con la que “decorar” la pésima gestión económica y social del quizá más inepto gobierno de la historia reciente de Colombia está el asunto de la desigualdad, asignatura pendiente de este país desde hace lustros sin que nadie asuma el riesgo de hacer algo para superarla. “Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Noveno en la lista del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Esa evidencia, repetida hasta la saciedad por analistas en sus estudios, no ha conducido a cambiar el rumbo de este problema. 

El coeficiente de Gini más reciente que tiene el Dane entre sus estadísticas da cuenta de que en el total del país, la desigualdad ha cedido muy poco. Se ubica en 0,517, y hace una década estaba en 0,572 (cuanto más se acerca a 1, la nación es más desigual). Con ello, Colombia es el tercer país más desigual de América Latina, después de Honduras y Haití, según el Banco Mundial”, señalaba un reciente artículo publicado por el diario El Tiempo de Bogotá.


 

[dropcap]L[/dropcap]uego está la corrupción galopante que gangrena a todas las estructuras e instituciones del país, llegando desde los niveles más altos a los más modestos. El mismo informe ya citado del Foro Económico Mundial señala ese grave problema y al que apunta Gómez: “En el pilar institucional obtenemos nuestro peor resultado, con un dramático puesto 117 sobre 137. Por ello, conviene analizar, con detalle, lo que nos está sucediendo. De lejos, el principal factor que dificulta hacer negocios en Colombia es la corrupción mencionada por el 17,6 por ciento de los encuestados. En la medición de ‘favoritismo en la toma de decisiones de los miembros del gobierno’, ocupamos un penoso lugar 119 entre 137 países”.

El nuevo año, con apenas unas semanas de vida, nos traía también como “regalo” la fuerte y rotunda condena de Human Rights Watch al gobierno colombiano por el asesinato impune de decenas de líderes sociales el pasado año y a las FARC por sus responsabilidad en miles de delitos, entre los que destacan aberrantes crímenes, secuestros, extorsiones y violaciones de los derechos humanos, sin haber tenido que responder ante los tribunales por dichos hechos delictivos. Mientras el gobierno de Santos gasta miles de millones en escoltas y la protección de decenas de parásitos –no merecen otro nombre-, en las calles de Colombia caen asesinados los líderes sociales amenazados y sin ninguna protección. Qué vergüenza estar en manos de unos sirvengüenzas.

Estamos mal, claro que sí, pero no tan mal como Venezuela, que se ha convertido en la cortina de humo con la que tapar el actual estado de cosas que estamos viviendo, tal como hace el ocupante de Casa Nariño. No hace falta ser un gran analista para verlo, sólo tiene que conectar por las mañanas las noticias y ver el caos que nos domina en todos los órdenes. Quizá como dice el escritor Plinio Apuleyo Mendoza la diferencia entre Colombia y Venezuela es que aquí reina el caos y allá el horror. Pero el camino de un estado a otro es corto, y quizá muy pronto, si se cumplen los peores pronósticos y las más negras encuestas, nos deslicemos sin apenas intuirlo –como le pasó a los venezolanos- hacia el más negro de los abismos. El año comienza con negros augurios, aparte de esperarnos las elecciones más confusas de la historia reciente. Santos no se va de rositas, sino con el merecido título del peor presidente de la historia de Colombia.


Ricardo Angoso , analista político internacional. profundo conocedor de la problemática en América Latina y el mundo.

Gestor durante muchos años del foro “ideas para la democracia”

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Ucrania: El Caballo de Troya de la OTAN

Francisco

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EP NEW YORK. | UCRANIA

Por: Nikolás Stolpking

La entrada en escena del Oreshnik, ha dejado a la OTAN, EE. UU., Unión Europea desatados; están vueltos locos. Unos están discutiendo posibles “ataques preventivos” en territorio ruso, otros están proponiendo “devolverles” a Ucrania las armas atómicas que supuestamente les fueron “arrebatadas”, otros están llamando a las empresas para que se “preparen para la guerra”, otros quieren ampliar la red de bunkers, etc. ¿Qué otros delirios tendremos que masticar?

–¡Calma! ¡Calma! ¡Que no panda el cúnico!, diría el Chapulín Colorado. Es simplemente que si sigues provocando al Oso, te va a llegar un avellano. Bien, prosigamos.

Después del lanzamiento ruso del misil balístico Oreshnik, sin carga nuclear, sobre territorio ucraniano, como respuesta a los ataques con misiles ATACMS y Storm Shadow sobre territorio ruso, uno tendería a pensar que los responsables occidentales, como mínimo, tendrían que pensarlo muy bien antes de nuevamente “autorizar” a Ucrania el lanzamiento de misiles balísticos tácticos sobre territorio ruso. Pero, como se ha visto en estos últimos días, no ha sido el caso. Y no es de extrañar, en todo caso. A EE. UU., Gran Bretaña o a la Unión Europea no les importa, en absoluto, el destino de Ucrania. Lo único que les importa  es defender los intereses del propio EE. UU.

Estamos hablando, además, de la entrada en escena de nuevas tecnologías en el campo de batalla que podrían marcar la diferencia. El Oreshnik, un misil balístico con velocidad hipersónica (3,3 a 4 km/s); puede portar ojivas nucleares; difícil de detectar e imposible de interceptar por los actuales sistemas de defensa antimisiles estacionados en Europa; y su alcance podría llegar a los 5,500 kilómetros. O sea, podría alcanzar a toda Europa en menos de 20 minutos.

Vladimir Putin fue claro al señalar que las pruebas de los nuevos sistemas de misiles en el campo militar proseguirían si la amenaza a la seguridad de Rusia persistían: “Consideramos que tenemos el derecho a utilizar nuestras armas contra objetivos militares de aquellos países que permiten el uso de sus armas contra nuestros objetivos, y en caso de una escalada de acciones agresivas, responderemos con la misma decisión y de la misma manera”.

Lo razonable, en una situación así, es que se quiera desescalar el conflicto, ¿no?, pero sucede todo lo contrario: se desea seguir escalando.

Quizá haya llegado el momento para reflexionar y aceptar la derrota de Ucrania y su titiritero (OTAN) ante la determinación de Rusia. Que podría ser muy fácil en teoría, pero que bastaría con que el titiritero empezara a abandonar a Ucrania. Pero pareciera que el Bloque Occidental Capitalista estuviera lejos de reflexionar y aceptar los nuevos cambios tectónicos que se están desarrollando en el mundo.

Proseguir la escalada, no hace más que hacer daño a la propia Ucrania, que no sabemos aún cómo habrá de quedar conformada, terminado el conflicto. Pero de que quedará más pequeña (Ucrania), quedará más pequeña.

La OTAN, lo mejor que podría hacer sería convencer a los líderes ucranianos de que al juego hay que ponerle fin; que ahora hay que conducir hacia el terreno de las negociaciones. Pero, en la práctica, vemos todo lo contrario. Pareciera que existiera más interés en proseguir el conflicto por parte de las potencias Occidentales que de la propia Ucrania.

Seguir con el juego ante el nuevo escenario es suicida. ¿Qué disparates están pensando? ¿“Entregar armas nucleares a Ucrania”? ¿“Autorizar a Ucrania más lanzamientos de misiles en territorio ruso”? ¿“Ataques preventivos sobre Rusia”? ¿“Nuevos sistemas de defensa anti-misiles”? ¿“Envío de tropas militares OTAN hacia Ucrania”? ¿Acaso no se ha entendido bien el mensaje que plantó en las cabezas el Oreshnik?

¿Cómo Rusia podría hacer entender a Occidente?

Porque pareciera que Occidente no quisiera entender la seriedad del asunto. Occidente sigue con el mismo entusiasmo, o más, como cuando comenzó a “apoyar” a Ucrania. Y Rusia sigue con la misma estrategia de la Operación Militar Especial (SVO) sobre Ucrania. Occidente y su “ayuda” a Ucrania, no tiene visos de querer parar por el momento, al contrario, tiene sumo interés porque prosiga. Porque, entiéndase bien, EE. UU. y aliados no quieren perder sus posiciones privilegiadas en el tablero.

EE. UU. y aliados (OTAN)  deberían aceptar el nuevo terreno de juego. No están para seguir jugando a escalar. Lo más razonable que pueden hacer es aceptar la nueva realidad, e incluso la disolución de la OTAN. Porque… ¿Qué razón tiene de existir una estructura político-militar al no poder brindar protección a Europa ante las nuevas tecnologías militares en manos de Rusia? El Oreshnik ha dejado a la OTAN como un chiste.

Pero la OTAN no deja de sorprender: desde el comienzo de la SVO los países que conforman la OTAN corrieron a mandar “ayuda” a Ucrania. Primero eran cosas tales como cascos y municiones, después misiles anti-tanque y misiles anti-aéreo, pero, como Ucrania poco avanzaba en el campo de batalla, la “ayuda” evolucionó a misiles tácticos de largo alcance (ATACMS), lanzacohetes múltiples HIMARS, tanques, aviones, etc. Pero como los ucranianos seguían sin avanzar significativamente en el campo de batalla y, además, se encontraron con un déficit sustancial de soldados, ¿cuál fue la idea “brillante” que se les ocurrió? Golpear e incursionar en territorio ruso; y ahora golpear con misiles ATACMS y Storm Shadow. Siendo que, estos últimos, como ya se ha señalado cientos de veces, no-pueden-ser-operados-sin-el-apoyo-de-especialistas-extranjeros (no-ucranianos).

¿Qué vendría después? La respuesta rusa: el lanzamiento del misil balístico hipersónico Oreshnik sobre un complejo militar ucraniano. Con el mensaje adjunto de que la próxima vez podría llegar más lejos y que podría llevar ojivas más dañinas si se insistiera en atacar territorio ruso con los misiles de largo alcance. ¿Cuál ha sido la respuesta de la OTAN en estos últimos días? Algo de no creer: intensificar más los ataques con sus propias armas en territorio ruso.

Acá ya no se trata de Ucrania. Ucrania pasó a ser un producto, un títere, que se sigue vendiendo en los Medios, pero que no tiene valor alguno. Ucrania simplemente se ha convertido en un caballo de Troya moderno que es arrastrado por la OTAN. Ucrania es únicamente un medio. Y Rusia lo sabe.

¿Qué mejor que instalar en el imaginario colectivo que Ucrania es un “indefenso” al cual hay que “ayudar” frente a un “invasor” gigante, “imperialista”, que quiere “expandir” su territorio? Los Medios occidentales no te dirán que la OTAN está en suelo ucraniano apretando el gatillo, te dirán que están “proporcionando instrucciones”, “proporcionando datos”, “proporcionando permiso”, “proporcionando armas para la autodefensa”.

Si Ucrania es el caballo de Troya de la OTAN, ¿por qué dejar que camine el artefacto? ¿Por qué no apagar el artefacto de una vez por todas? ¿Por qué no desarmar el artefacto, paso a paso? ¿Qué podría hacer la OTAN con un artefacto inservible?

Rusia simplemente debe ir por el caballo de Troya.

¿Qué otras sorpresas en el ámbito tecnológico-militar sacará a la luz Rusia? ¿La nueva realidad militar podrá lograr poner en pausa a Occidente?

Níkolas Stolpkin

Análisis internacional – Geopolítica – Crítica – Opinión – Pensamiento

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Agencias

Trump y los primeros nombramientos temerarios

Francisco

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EP NEW YORK | EE.UU.

EE.UU. / Donald Trump ha demostrado de innumerables maneras que no es apto para la presidencia, pero una de las más claras es la compañía con la que se rodea: figuras marginales, teóricos de la conspiración y aduladores que anteponen lealtad a él por encima de todo. Esta semana, una serie de nombramientos para el gabinete por parte de Trump mostraron de la forma más cruda posible los peligros potenciales que entraña su dependencia a su círculo de allegados.

Para tres de los puestos más importantes y de mayor rango del país, Trump dijo que nombraría a leales sin cualificaciones discernibles para sus trabajos, personas manifiestamente inapropiadas para puestos cruciales de liderazgo en la aplicación de la ley y la seguridad nacional.

Lo más irresponsable fue su elección para fiscal general. Para ocupar el puesto de máximo responsable de la aplicación de la ley del país, el presidente electo dijo que nombraría al representante por Florida Matt Gaetz. Sí, ese Matt Gaetz.

El mismo que pidió la abolición del FBI y de todo el Departamento de Justicia si no dejaban de investigar a Trump. El que estuvo entre las voces más audibles del Congreso en negar los resultados de las elecciones de 2020, quien dijo que estaba “orgulloso del trabajo” que él y otros negacionistas hicieron el 6 de enero de 2021, y quien elogió a los alborotadores del Capitolio como “estadounidenses patriotas” que no tenían intención de cometer actos de violencia. Aquel cuya maniobra para desbancar al presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, en 2023 paralizó el liderazgo de su propio partido en la Cámara durante casi un mes.

Gaetz, quien presentó su carta de renuncia al Congreso el miércoles después de que se anunciara su nominación, fue objeto de una investigación federal sobre tráfico sexual que duró años y que condujo a una condena de 11 años de prisión para uno de sus socios, aunque él negó cualquier participación. El Departamento de Justicia cerró esa investigación, pero el Comité de Ética de la Cámara de Representantes sigue investigando las acusaciones de conducta sexual inapropiada, consumo de drogas ilícitas, aceptación indebida de regalos y obstrucción de las investigaciones gubernamentales sobre su conducta. McCarthy, el expresidente de la Cámara, culpó a Gaetz por su destitución, con el argumento de que Gaetz “quería que detuviera una denuncia de ética porque tuvo relaciones con una joven de 17 años”

Este es el hombre que Trump ha seleccionado para dirigir la agencia de 115.000 personas que ha calificado como la más importante del gobierno federal, un puesto cuya función de hacer cumplir la ley podría causar más problemas a cualquier presidente con intenciones corruptas. Incluso para Trump, fue una asombrosa demostración de su desprecio por la competencia básica y la experiencia gubernamental, y de su deber de dirigir el poder ejecutivo de forma sobria y patriótica. Ahora corresponderá al Senado decir que ha ido demasiado lejos y rechazar este nombramiento.

La lista de nombramientos de Trump apenas está comenzando, pero ya incluye otros dos no cualificados que anunció esta semana: la exrepresentante Tulsi Gabbard para directora de inteligencia nacional y Pete Hegseth para secretario de Defensa.

Gabbard, quien anteriormente representó a Hawái en la Cámara de Representantes y aparece regularmente en Fox News, no solo carece de experiencia en agencias de inteligencia, sino que reiteradamente ha adoptado posturas directamente opuestas a la política exterior estadounidense y a los intereses de seguridad nacional. En varias ocasiones se ha puesto del lado de figuras autoritarias como el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el presidente de Siria, Bashar al-Assad.

Hegseth, copresentador del programa >>Fox & Friends<< , quizá esté aún menos cualificado, dada la gravedad —por no hablar del presupuesto— del cargo que asumiría. Goza de cierto apoyo entre los miembros de las fuerzas armadas y los veteranos, pero aparte de haber servido dos veces como soldado de infantería del ejército en Irak y Afganistán, así como un tiempo en Guantánamo, Hegseth no tiene experiencia en el gobierno o la defensa nacional.

“Nunca ha dirigido una gran institución, mucho menos una de las más grandes y rígidas del planeta”, escribió el miércoles el consejo editorial de The Wall Street Journal. “No tiene experiencia en el gobierno fuera del ámbito militar, y no es un riesgo menor que la burocracia se lo coma vivo”. La consejo continuó calificando a Hegseth como un “guerrero cultural” en un momento en que hay asuntos de seguridad mucho más importantes en las que el Pentágono debe centrarse.

No es nada seguro que Hegseth pueda siquiera obtener las autorizaciones de seguridad necesarias para el trabajo. Dijo que fue uno de la decena de miembros de la Guardia Nacional retirados del servicio en la toma de posesión del presidente Biden en 2021 debido a preocupaciones de que fuera un extremista, posiblemente por un tatuaje que lleva y que es popular entre los supremacistas blancos.

Estas son algunas de las funciones más importantes del gobierno: proteger al país de amenazas militares y terroristas, investigar conspiraciones criminales nacionales y procesar miles de delitos federales cada año. Sin embargo, para ocuparlas Trump ha recurrido a personas cuya única elegibilidad para el cargo es una aparente disposición a decir sí a todas sus exigencias.

Gaetz, en particular, se ha unido a Trump para expresar su compromiso de vengarse de cualquiera que considere que le ha hecho daño. Trump comenzó su campaña diciendo “soy tu retribución” y Gaetz no transmite nada más que eso. No tiene nada que hacer al frente de una agencia cuya función es combatir el crimen, el fraude, las violaciones de los derechos civiles y las amenazas a la seguridad nacional, entre otras muchas cosas.

En el primer mandato de Trump, el departamento estaba protegido por fiscales de carrera y otros funcionarios públicos que entendían que su obligación primordial era cumplir con los dictados de la Constitución, no con los caprichos del presidente. Pero Trump ha prometido purgar a gente así de su segundo gobierno.

La posibilidad de nombramientos extremos como estos fue la razón por la que la Constitución otorga al Senado el derecho a negar su consentimiento a los deseos de un presidente. La semana pasada, los republicanos ganaron el control de la cámara. Ahora se enfrentarán a una prueba inmediata: ¿defenderán el poder legislativo y el sistema estadounidense de pesos y contrapesos? Dos senadoras republicanas, Lisa Murkowski, de Alaska, y Susan Collins, de Maine, ya han expresado un fuerte escepticismo sobre el nombramiento de Gaetz, y otras han declinado expresar su apoyo.

Está claro que Trump espera que el Senado simplemente se dé la vuelta e ignore sus responsabilidades. Quiere convertir a los líderes de las principales agencias importantes en sus adjuntos, rehaciendo el gobierno federal en un organigrama de Trump Inc. totalmente subordinado a él. Recientemente exigió que el Senado le diera la capacidad de hacer nombramientos en receso, una forma de eludir el proceso de consentimiento del Senado cuando la cámara se suspende durante 10 días o más.

Incluso los senadores republicanos se negaron a acceder a esa exigencia durante su primer mandato, para preservar su papel constitucional, y el miércoles los republicanos del Senado votaron para rechazar como su líder a Rick Scott, senador por Florida, quien dijo que no tendría ningún problema en permitir los nombramientos en receso. En cambio, eligieron al senador por Dakota del Sur John Thune, quien es mucho más probable que defienda el derecho de su cámara a negar el consentimiento de las nominaciones del presidente.

En el segundo mandato de Trump, los senadores se enfrentarán de inmediato a una serie de nombramientos extremos aún peores que los del primer mandato. Eso hace aún más importante que preserven la capacidad de decir no.

PUBLICADO EN N.Y.T.

 

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Agencias

Donald Trump regresa a la Casa Blanca

Francisco

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EP NEW YORK  | ELECCIONES EE.UU

Donald Trump ha ganado las elecciones y para derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris apeló al temor a los migrantes y a las inquietudes económicas. Su triunfo señala la llegada de aislacionismo, aranceles y ajuste de cuentas.

El triunfo de Donald Trump ante Kamala Harris culmina una turbulenta e histórica campaña que incluyó dos intentos de asesinato en su contra.

Los republicanos tomaron el control del Senado de Estados Unidos y luchaban por mantener su mayoría en la Cámara de Representantes, lo que produciría un pleno republicano en el Congreso junto al presidente electo, Donald Trump, en la Casa Blanca.

Donald Trump fue elegido 47mo presidente de Estados Unidos el miércoles, un regreso extraordinario para un expresidente que se negó a aceptar la derrota hace cuatro años, provocó una insurrección violenta en el Capitolio, fue condenado por delitos graves y sobrevivió a dos intentos de asesinato.

Donald Trump avanzó con la promesa de derribar el statu quo estadounidense para hacerse con la presidencia una segunda vez, sobreviviendo a una condena penal, imputaciones, la bala de un asesino, acusaciones de autoritarismo y un cambio inédito de oponente para concretar un notable regreso al poder.

La victoria de Trump corona el sorprendente regreso de un hombre que fue acusado de conspirar para revertir las últimas elecciones, pero que aprovechó las frustraciones y temores por la economía y la migración ilegal para derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris.

Sus planes provocadores para trastocar el sistema político del país lograron apelar a decenas de millones de votantes que temían que el sueño americano se alejara más de su alcance y que recurrieron a Trump como un defensor contra el >establishment< gobernante y la clase experta de élites.

En un país profundamente dividido, los votantes se volcaron a la promesa de Trump de cerrar la frontera sur prácticamente por cualquier medio, de resucitar la economía con aranceles al estilo decimonónico que restaurarían la manufactura estadounidense y de liderar una retirada de las situaciones complejas internacionales y los conflictos globales.

Ahora, Trump fungirá como el presidente número 47 cuatro años después de abandonar a regañadientes el cargo como el mandatario número 45, el primer político desde Grover Cleveland a fines del siglo XIX en perder la reelección a la Casa Blanca para luego postularse de nuevo con éxito.

A la edad de 78 años, Trump se convierte en el hombre de mayor edad en haber sido elegido presidente, al romper el récord del presidente Joe Biden, cuya competencia mental Trump ha atacado.

Su victoria inaugura una era de incertidumbre para la nación.

Para aproximadamente la mitad del país, el auge de Trump presagia un giro sombrío para la democracia estadounidense, cuyo futuro ahora dependerá de un hombre que ha hablado abiertamente de socavar el Estado de derecho.

Trump ayudó a inspirar un ataque al Capitolio en 2021, ha amenazado con mandar presos a sus adversarios políticos y ha sido denunciado por sus excolaboradores como fascista. Para sus seguidores, las provocaciones de Trump se convirtieron en puntos fuertes más que escollos.

En un discurso de victoria en West Palm Beach, Florida, Trump declaró que era el líder del “más grande movimiento político de todos los tiempos”.
“Superamos obstáculos que nadie creía posibles”, dijo, y añadió que asumiría el cargo con un “mandato sin precedentes y poderoso”.

Parecía que Trump tenía dos contiendas que ganar este año.

Primero se impuso ante Biden, que abandonó la campaña luego de un desempeño titubeante en el debate que suscitó dudas sobre la capacidad del presidente para ocupar el cargo otros cuatro años. Luego derrotó a Harris en una campaña cáustica de 107 días que resultó un calvario desagradable, amargo y lleno de insultos. Trump puso en duda la identidad racial de Harris en un momento y con frecuencia denigró su inteligencia. Chocaron a causa de puntos de vista radicalmente divergentes no solo sobre los asuntos del país, sino también de la misma naturaleza de la democracia.

Trump sistemáticamente ha intentado socavar algunos de los principios fundamentales del país, al erosionar la confianza en la prensa independiente y el sistema judicial, así como sembrando dudas sobre las elecciones libres y justas. Se ha negado a aceptar su derrota hace cuatro años, asegurando falsamente hasta el día de hoy que se le despojó de un segundo mandato en 2020. En lugar de obstaculizar su ascenso, su negacionismo prendió en un Partido Republicano rehecho por él.

Ahora, Trump ha prometido un rediseño radical del gobierno estadounidense, impulsado por sus promesas de “retribución” y de erradicar a los opositores internos que él considera “el enemigo interno”. Ha jurado supervisar la mayor ola de deportaciones de la historia de EE. UU., insinuado que desplegará tropas al interior del país, propuesto amplios aranceles y defendido en gran medida la mayor consolidación de poder en la historia de la presidencia estadounidense.

Con información de agencias

 

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