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Reportajes

Nueva York : exilio sin rostro político

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Todo o nada, siempre ha sido así. Quedarse y morir o marcharse y vivir. Tomar sus valijas y un avión o esconderse en casa. Ser un obituario en las noticias  o una cifra dentro de la etiqueta de los refugiados. Español o inglés. Familia o soledad. Guatemala o New York.

Una mañana recibió la llamada en el despacho. Nadie habló del otro lado del auricular. La respiración pausada, ronca, seca, se le filtró por la oreja. El miedo recorrió el cuello, colgó. Llegaron las advertencias, intimidaciones, sobornos,  cartas, sumarios, indirectas, directas, disparos y atentados fantasmas. Otra llamada, mismo ritual.

—¡Tuuuuuuuuu! —colgaron.

Una día cualquiera. Camina por el centro de Guatemala y un hombre en sentido contrario golpea su hombro, le entrega una bala. Toma el proyectil en la palma derecha, increpa: “¿Qué quieres que haga con ella?”. El tipo se esfuma en medio de la multitud de un centro abarrotado, no hubo respuesta.

—¿Cuánto quiere?

—Ese contrato se firma antes del mediodía.

Mensajes escritos con tinta negra, órdenes entre líneas, archivos que se desaparecían de su despacho.

—Puedo hacer una lista de sucesos, por categoría si quiere. Llamadas, golpes, vigilancias, correos filtrados. Yo podía salir del apartamento y no regresar. Tomar un café implicaba que aparecieran hombres armados, se paseaban por mi lado para mostrarme la dotación que portaban, luego se marchaban y llegaban otros hasta que dejaba el lugar. Llamar a la policía en Guatemala  no era una opción. Ellos también jugaban en su contra.

“Jorge” en la Grand Central

                                               Nueva York, 2015.

—Me llamaré Jorge.  Siempre me ha gustado ese nombre. No fotos, no videos.

—¡Pero han pasado 18 años!

—Sí, pero el estado no muere, no descansa; nunca olvida.

Jorge una vez más no es Jorge, es la nostalgia del exilio en una tierra lejana. Lugar: Grand Central.

Es noviembre, el invierno juega a esconderse. Nueva York se viste de otoño.

En la capital del mundo el frío llega con calma, da espera bajo la amenaza de aparecer sin piedad. Jorge está sentando en una de las mesas de una famosa cadena de café, entre Lexington 42 y la Tercera Avenida cerca de la estación de trenes más grande en el mundo, la Grand Central.

El encuentro llega en pistas:

—“Tengo suéter negro” —escribe por mensaje.

En sus cuentas sólo existe la misma imagen. Foto de perfil no hay, por Whatsapp tampoco. Sólo la imagen de una silueta blanca con las que se identifican, los que como él, ocultan su identidad.

No Facebook, no Twitter.

El misterio se rompe a las 11:00 de la mañana. Jorge es un hombre blanco con líneas de expresión que hace pensar que pasa de los cincuenta y tantos. Esbelto, ágil  y clásico como un musical de Fred Astaire, utiliza una camisa blanca de cuello y mangas que sobre salen por debajo del suéter de lana de llama, carga un abrigo extra, un maletín negro de cargaderas y sus ojos bailan en todas las direcciones.

Sus palabras monosilábicas comienzan a inquietar. Omite detalles, las respuestas evaden las fechas.

Asilo … político, diputado, Guatemala.

El café se hace largo, pasan 30 minutos; pasa una hora y media. Lo cierto es que Jorge desde hace 18 años llegó a Nueva York buscando el asilo, pero tan solo hace ocho se alejo por completo de su país, cuando estando desde suelo neoyorquino sus llamadas seguían siendo intervenidas, cuando recibió un mensaje contundente y su mamá comenzó a ser vigilada, sus cuentas congeladas. Fue cuando por vigésima vez se sintió amenazado.

para “jorge” , el frío de Nueva York, no es compatible con el frío del exilio

No fotos, no videos.

Él está seguro que su silueta puede ser descifrada.

Se queda obnubilado observando la ventana, pero el movimiento en sus manos no se detiene. Toma la taza de café, golpea con los dedos la mesa, se frota las manos aunque no hace frío. Detrás del vidrio la avenida, un paisaje concurrido, Manhattan acelerado, las personas caminando a paso ligero queriendo ganarle al tiempo.

Jorge no conoce de Las Maras, pandillas que hoy someten Centroamérica entre extorsiones, secuestros y asesinatos. De las pandillas y las problemáticas del nuevo siglo no quiere saber… ¿para qué otro motivo de angustia?, suficiente con haberlo dejado todo.

Un hombre cualquiera camina de un lado al otro afuera de la cafetería, le roba la atención, se queda viendo su aspecto de frente, sigue sus pasos de allá para acá. Jorge se hace el tranquilo pero no le quita la mirada con el rabo del ojo.

—¿Se quiere cambiar de asiento? —le pregunto mientras me levanto  del asiento para que el gesto le haga sentir que podemos conversar desde otro ángulo… que estamos en confianza. —No, acá estoy seguro, estamos en Nueva York.

La memoria revive su historia, esa que lleva guardada en el pecho por años.

Su rostro permanece tranquilo, no hay lágrimas, no se escucha un suspiro, pero su tono de voz por lo regular se convierte en un susurro, como un secreto entrecortado.

 Es la voz de la nostalgia. Así empieza este retrato de un Jorge que confiesa un pasado que se aferra a olvidar en los rascacielos de Nueva York.

                              Un camino hacia la muerte

Eran finales de los 70: el general Romeo Lucas, anteriormente Ministro de Defensa, era el Presidente de Guatemala. Gobernaba con mano de hierro y encabezaría una de las temporadas con mayor cantidad de violaciones de los derechos humanos, entre ellas desapariciones forzadas y represiones estudiantiles.

Los estudiantes e indígenas fueron el blanco dentro de su régimen y  entre las acusaciones  en su contra se encuentra el asalto e incendio a la embajada de España en Guatemala , en donde murió Vicente Menchú, padre de la premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú.

Sin embargo, contra viento y marea, la universidad de San Carlos donde estudiaba Jorge, se mantendría firme, salían a las calles, orquestaban reuniones universitarias para luchar por soluciones por el alza del pasaje al transporte urbano, la privatización de la educación pública, la explotación de petróleo y níquel en la llamada franja transversal del norte, una superficie de 16 mil kilómetros cuadrados ubicados en la región petrolífera más rica de Guatemala, dominada bajo la firma del terror de  Romeo Lara .

Una vez más  sus voces no serían suficiente y lo único que conseguirían los marchantes  sería dibujar un camino hacia la muerte. El mismo lugar que le abría fronteras entre saberes de geología, minas, hidrocarburos y energías hizo que cambiara su estilo de vida. Antes apostado en una clase media acomodada; ahora, en manos de la universidad pública, dejaba su niñez, crecía y se topaba con una realidad desconocida. Fue el momento para que descubriera las desigualdades por las que nunca había trasnochado en una casa con nevera llena. Ahora estaba conociendo un nuevo país, esa Guatemala enferma con una llaga ignorada llena de pobreza; el  lugar donde apenas él se reconocía. Una bofetada con pala en la cara.

fotografías de Sebastian Tacha

Empezó a tomar pequeños respiros en el intermedio de las clases para apoyar marchas y movimientos que se realizaban en el campus. Líderes estudiantiles alzaban su voz con el propósito de hacerse escuchar porque “la resistencia pacífica es un derecho”, así se leía en uno de los carteles que adornaban las marchas de la época contra la dictadura.

Jorge respira hondo, suelta el café en la mesa. Su pelo largo y sus días sin utilizar lentes de aumento se han esfumado, los recuerdos en su mente parecen estar ajustándose para recordar lo que no quiere, lo que al corazón le duele.

—Amigos, gente excelente, cerebros apagados.

—¿Le puedo preguntar algo?

—Sí usted me quiere preguntar por guerrilla, nosotros éramos estudiantes, yo puedo responder por mí, yo nunca he militado…

El mismo año en el que el general Romeo Lucas se hizo presidente, asesinaron a Oliverio Castañeda, secretario de la Asociación de Estudiantes Universitarios. Días más tarde, los dirigentes estudiantiles y profesores comenzaron a recibir amenazas. Los que continuaron al pie del cañón murieron o no se sabe dónde están.

Guatemala al igual que otros países de América Latina como Nicaragua, Perú y Colombia, padeció un conflicto armado por décadas. Entre guerrillas y dictaduras, dejaron un saldo 200 mil muertos, otros miles desaparecieron y unos más fueron torturados. En 1996, cuando lograron llegar a un acuerdo de paz, el país había sepultado la justicia y desterrado los líderes a la tierra del nunca jamás. Las injusticias sociales se habían apoderado del país, dejando una patria de heridas abiertas, con respuestas inconclusas, cansada y vulnerable a engendrar nuevos grupos violentos y delincuenciales.

—¿Y la multitud universitaria y soñadora de Guatemala?

—Desaparecieron, eso es todo.

Ellos le enseñarían que los letreros de rebelión se los tragó la tierra y con él quedó sepultado ese espíritu universitario. Llegó a la cabeza la palabra exilio.

el destino hizo que Nueva York se cruzara en su camino

Entre rascacielos

Nueva York nunca estuvo en la lista de las alternativas cuando pensó salir de Guatemala. No le llamaba la atención el corazón del imperio, donde los rascacielos hacen sombra tapando el sol y donde Times Square le abruma la pupila. Él quería un lugar diferente, un lugar que le permitiera seguir su carrera política, un lugar del mundo donde pudiera seguir siendo Jorge. Formularios y aplicaciones por Internet para cumplir con las amonestaciones de asilo, hizo por montón. Pero fue la Gran Manzana la que se atravesó en su camino.

Jorge llegó el 25 de octubre  con visa de turista al Aeropuerto John F. Kennedy. En su equipaje 50 libras de papel, todas las pruebas para que no existiera oportunidad para un “no”, él quería el asilo. Tenía premura, el periodo para aplicar una vez pisado el suelo neoyorquino era de 30 días, de lo contrario podría ser obstruido el proceso. Un día después de haber dejado las chamarras, algunos pantalones y los libros, buscó un abogado. Realizó la búsqueda de entre diarios  e internet hasta encontrar el Centro de Ayuda para Refugiados Salvadoreños y Guatemaltecos. Se equipó con la mayor cantidad de pruebas y llegó a su primera cita con el encargado del caso.

Su mirada lo dijo todo

su comportamiento

su actitud ansiosa

el juego de las manos

las pupilas despiertas

los reflejos en alerta

Todas las señales dieron luz verde al centro de refugiados para tomar su caso.

Entre los números  tres, cero, siete, cinco está hoy día un expediente con el que se comenzó a entretejer el armazón de un rompecabezas. Incluía fotos de las placas de los carros que en las noches lo acosaban, números de teléfono con decenas de llamadas sin respuesta, cartas de ayuda que realizó a la Comisión de Derechos Humanos. Gritos de auxilio, peticiones, cartas, anécdotas… Todo quedó registrado. También su voz, su rostro, sus lunares.

Las autoridades neoyorquinas concluyeron, después de varios días de investigación y cotejo de documentación, que todo era un complot para que Jorge muriera en el encierro o en algún accidente inexplicable. El empujón final fue la carta que presentó el Programa para Sobrevivientes de Tortura de la New York University (NYU Program for Survivors of Torture) el contenido certificaba que Jorge era una víctima. Con ese veredicto, completó los requisitos y su asilo empezó.

Han pasado 18 años fuera del país que lo vio nacer.

El hombre de gabán negra va caminando en la acera ancha de la 5a Avenida, se dirige hacia la biblioteca pública de Nueva York, uno de los refugios que ha encontrado para mantener viva su pasión por la lectura. Su segundo refugio es la iglesia. Allí dentro cuenta de su fe que siempre ha mantenido viva.

No fotos,  no videos.

Jorge es un alma política extraviada en la Gran Manzana que recorre los lugares que hacen parte de su rutina diaria. Ahora toca el turno de Harlem, un barrio donde no necesita hablar inglés, encuentra café colombiano y tamales mexicanos, en un mercado hispano donde los precios son más accesibles comparado con las tiendas comunes.

Harlem es el lugar de los inmigrantes, legales e ilegales. Comienza el invierno, se siente el viento frío en la nariz y las pestañas. Es curiosa la forma en la que el frío va congelando el cuerpo por cualquier agujero que exponga la piel a la superficie. Las orejas, los labios y las manos, son un blanco seguro. El punto de encuentro es el  Mc Donald’s de la calle 138, la parada es City College de la línea 1 del tren. A Jorge no le molesta el frío, le gustan las calles blancas. Ahora es el turno de conocer el City College, también en Harlem, el barrio que lo adoptó. Jorge sonríe, se siente en casa. Empuja la puerta, se abre un edificio.

Jorge es ex alumno de pregrado de artes liberales y hoy estudia una maestría en estudios liberales lo que le permite permanecer en contacto con lecturas políticas y filosóficas. El rumbo nos dirige hacia la biblioteca, el lugar donde pasa la mayoría de sus días retomando las líneas de la academia. Lee en inglés, escribe en inglés, piensa en español.  Se reúne con su grupo de trabajo por Skype —como la mayoría de veces, todo es virtual—. El tiene la mitad de un siglo y  sus compañeros  de clase aún no superan los 30. Hace un año, cuando se graduó del pregrado,  a su lado posaron para la fotografía del recuerdo jóvenes pubertos con el acné a flor de piel, otros parecían recién salidos de la secundaria. Clases en inglés, ensayos en un idioma que se obligó aprender siendo adulto. Fue estudiante de tiempo completo financiado por el sistema educativo de préstamos hasta lograr la meta, otro título, otra prueba.

Empieza un nuevo año, el 2016.

Jorge cumple años y no le gustan los regalos. Está de vacaciones de los estudios de maestría. Hace dos días nevó 12 pulgadas, la primer tormenta de nieve en la ciudad ruidosa en la que nunca contempló estar. Disfruta de las calles como copos de algodón. No quiere volver a Guatemala.

Hora de comer. En el Mc Donald’s de la avenida Madison y 40 Street venden dos hamburguesas por tres dólares. Viste camisa y pantalón de vestir, ya es ciudadano americano. Se acercan las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Jorge tiene publicidad electoral en sus manos, le apuesta a un candidato demócrata. Se trata de Bernie Sanders. Le hace fuerza, habla de él, conoce sus propuestas. Le escribió un correo de apoyo y recibió respuesta. Ahora le hace propaganda, seguro votará por él.

Tres meses de encuentro,  tres comidas y varios cafés, biblioteca, universidad, en medio de Manhattan. La toma es perfecta.

No fotos, no video.

Entonces Jorge se deshace de  su gabán negro, se quita los zapatos. Accede a que otro luzca como él. La cámara hace click a este Jorge reconstruido por la imaginación.

Una curul, un exilio…

Eran los 90. Su bajo perfil y su rol de empresario agrícola, cosechar y surtir mercados móviles al que se había dedicado después de dejar los estudios de la universidad, se vieron interrumpidos por una campaña política que lo situaría por un periodo de cuatro años como diputado. Una campaña que llegó como pedida del cielo. Resultó teniendo una acogida exitosa, no tuvo que invertir mucho dinero ni publicidad, la gente parecía conocerlo y obtuvo los votos  suficientes para ser elegido por el partido de empresarios que representaba. De avanzada nacional, un partido de derecha, llamado al igual que un partido mexicano y que aún existe.

Sus noches empezaron a empalmar con las auroras y el trabajo que se dispuso hacer fue velar por el sueño, la voz, el anhelo, todo eso que por años había permanecido en un alma inquieta. Una utopía rota por la gratitud de un cargo que lo obligaba a implementar desde el legislativo, leyes justas  para garantizar unas condiciones de vida digna. El corazón volvió a latir, los años de juventud en medio de las revueltas lo hacían vibrar ahora desde las esferas del poder.

El camino estaba minado. Que la derecha apoyara a un diputado con alma de izquierda, resultó una mezcla explosiva. Guatemala no le estaba ofreciendo lo suficiente a su gente —no porque la patria no lo pudiera hacer sino porque muchos  dirigentes, eran individualistas y egoístas—, enseñados a subyugar con ínfulas de capataces como si hubieran llegado desde la conquista con el mismo Pedro de Alvarado.

Como legislador, Jorge logró acuerdos que aseguraran nuevas políticas públicas para el país. Ayudó a que el presupuesto incluyera suficientes gastos en educación, salud social, cultura y  planteó una reforma para reducir la cantidad de homicidios: la alcanzó a lograr. Se trataba de reducir el gasto militar y re establecer una nueva policía nacional, con apoyo de las instituciones educativas para jóvenes, donde se explicará el valor a la vida, el respeto por el otro y que entendieran que solo había una oportunidad de vivir y era está.

Estaba funcionando, pero implicaba seguir invirtiendo en educación. Los que se nutrían del presupuesto militar no estuvieron de acuerdo.

La depresión llegó primero, después la desolación. Vio de cerca a la corrupción desmontado sus proyectos políticos y todo lo que con tanto esfuerzo orquestó como diputado. Con los mismos ojos café oscuros que alcanzaron a ver el progreso en las vías, la salud, la disminución en la tasa de mortalidad, vio la verdadera miseria de América Latina: corrupción, corrupción, corrupción. Un año después de su mandato, los carros armados lo esperaban en la puerta de su apartamento. Jorge se había convertido en esperanza en una Guatemala desgarrada.

La situación se salió de control. Su espalda no podía sostener el peso de una persecución que aunque no le arrancaba la vida, amenazaba con enloquecerlo.

Hace una pausa, viene la pesadilla. Una mañana recibió la llamada en el despacho. Nadie habló del otro lado del auricular. La respiración pausada, ronca, seca, se le filtró por la oreja. El miedo recorrió el cuello, colgó. Llegaron las advertencias, intimidaciones, sobornos,  cartas, sumarios, indirectas, directas, disparos y atentados fantasmas.

Otra llamada, mismo ritual. ¡Tuuuuuuuuu! colgaron.

Una mañana cualquiera camina por el centro de Guatemala y un hombre en sentido contrario golpea su hombro, le entrega una bala. Toma el proyectil en la palma derecha, increpa: ¿qué quieres que haga con ella? el tipo se esfuma en medio de la multitud de un centro abarrotado, no hubo respuesta. Llegó el momento de abandonar la tierra del jocón, el pepián, los paches, las enchiladas, los tamalitos de Chipilín. Entonces todo o nada, siempre ha sido así. Quedarse y morir o marcharse y vivir. Tomar sus valijas y un avión o esconderse en casa. Ser un obituario en las noticias  o una cifra dentro de la etiqueta de los refugiados. Español o inglés. Familia o soledad. Guatemala o New York.

Me llamaré Jorge… siempre me ha gustado ese nombre.

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Blog de Sucesos y Noticias

El “viche” colombiano , una tradición del pacífico con etiqueta de exportación

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EP New York | Latinoamérica

Cali , Colombia — Prohibido durante generaciones, este licor de caña se convirtió en un símbolo de la prolongada exclusión de la cultura negra del relato nacional de Colombia, y su veto, para muchos, fue una prueba más de que el país no reconocía las contribuciones de la comunidad.

Cuando era niña, Lucía Solís vio cómo su familia enterraba en el bosque un alijo de viche, un licor de caña apreciado pero prohibido, por temor a que la policía lo confiscara e incluso los arrestara.

Sin embargo, este mes de agosto se encontraba rodeada de botellas de viche, con su líquido de color ámbar, crema y cristal, abrumada por clientes deseosos de probarlo, ahora que es legal.

Estaba vendiendo su propia marca de licor en un puesto de una de las mayores celebraciones de la cultura afrodescendiente en América Latina, el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, en el que 350.000 visitantes convierten una amplia franja de Cali en una fiesta gigante.

“¡Soy sexta generación!”, gritó Solís, de 56 años, esforzándose por hacerse oír por encima de los sonidos de los bombos de sonido profundo y la marimba melódica mientras explicaba que ella era una más en la larga lista de mujeres que han elaborado viche. “La abuela, la bisabuela, la tatarabuela. Los ancestros”.

El viche, hecho de caña de azúcar destilada, fue inventado por personas que fueron esclavizadas en la región de la costa del Pacífico colombiano y ganó popularidad como respuesta casera al monopolio del gobierno sobre el licor de caña, convirtiéndose en una especie de alcohol ilegal colombiano.

Se diferencia de otros licores de caña de azúcar, como el aguardiente colombiano, porque la caña debe cultivarse junto al mar o a un río y junto a otras plantaciones autóctonas de la región que, según los productores, dan al viche su característico sabor ahumado y cítrico.

Prohibido durante generaciones, el viche se convirtió en un símbolo de la prolongada exclusión de la cultura negra del relato nacional de Colombia, y su veto fue una prueba más, según los críticos, de que el país no reconocía las numerosas contribuciones de la comunidad.

El festival Petronio Álvarez es una poderosa respuesta a cualquier intento de ignorar o descartar la cultura afrodescendiente de Colombia. Llamado así por un músico que celebraba su cultura en sus canciones, comenzó en 1997 como un evento musical y ha crecido hasta convertirse en una mezcla de reunión regional, semana de la moda, concursos de chefs, un festival de danza y uno de los conciertos más importantes del año.

Para algunos, la asistencia anual es una tradición, algo así como una peregrinación cultural. (El Petronio, como se le llama comúnmente al evento, fue virtual en 2020, en medio de la pandemia, y el año pasado se realizó en un formato reducido).

El festival en sí tiene lugar en un complejo deportivo al aire libre, donde un concurso musical que es una especie de Colombian Idol de la Costa del Pacífico otorgó este año uno de sus mayores premios a la banda La Jagua.

Pero su legendaria fiesta posterior se extiende a las calles de Cali, y este año hubo una aparición especial de Francia Márquez, la primera vicepresidenta afrocolombiana del país, que, recién llegada de una serie de visitas a presidentes sudamericanos, apareció en un balcón, saludando y mandando besos a una multitud que coreaba su nombre.

Después de generaciones en las que los colombianos negros en su mayoría han sido excluidos de las más altas esferas de la política nacional, el reciente ascenso político de Márquez —que nació en la más profunda pobreza y luego se convirtió en abogada y activista medioambiental antes de ganar la vicepresidencia— ha emocionado a muchos votantes.

En el festival, la comida y la bebida afrocolombianas son una parte esencial del ambiente, y el viche es el único alcohol permitido en el evento. Los comerciantes que intentan vender cerveza son escoltados hacia afuera por la seguridad.

El papel predominante del viche en el festival es aún más notable si se tiene en cuenta su historia al margen de la ley.

Pero en 2019, la Corte Constitucional del país dictaminó que una ley que brinda protección a las bebidas ancestrales de las comunidades indígenas debe aplicarse también a las afrocolombianas. Esto allanó el camino para que el Congreso legalizara el viche y lo declarara patrimonio de las comunidades negras del Pacífico colombiano.

El año pasado se concedió al viche el estatus de producto de patrimonio cultural.

Ahora, Solís y otras personas forman parte de un impulso para convencer a los colombianos de más allá del Pacífico de que adopten el viche como emblema cultural de todo el país.

“Perú tiene pisco, México tiene tequila, Escocia tiene whisky”, dijo Manuel Pineda, presidente del capítulo regional de la Asociación de Bares de Colombia. “Nosotros tenemos viche”.

El objetivo, dijo, es llegar a ser global.

“Es muy importante para nosotros respetar esos abuelos que lo trajeron hasta ahora”, dijo. “Pero lo queremos mostrar al mundo. Queremos que el mundo conozca esta historia”.

El ambiente que prevalece en el festival es de exuberancia y orgullo cultural, y los asistentes de todas las razas y orígenes étnicos son bienvenidos.

El viche está por todas partes. En botellas en pequeños puestos. Vertido en vasos de plástico de muestra. Se vende en las neveras de los conciertos. Metido en bolsillos y mochilas. Se reparte entre nuevos amigos. Celebrado en todo un pabellón con más de 50 familias productoras de viche, llamadas vicheras.

En el primer concurso de viche del Petronio, el ganador fue una mezcla de viche, jerez, licor de naranja y albahaca, jugo de limón y hoja de coca.

El licor está en las letras del popular trío de hip-hop ChocQuibTown, que en una noche de sábado de verano llenó una plaza enorme en Cali y abrió su actuación con la canción “Somos Pacífico”, que es tanto una descripción de personalidad pacífica como una definición del origen geográfico. Incluso los policías movían las caderas.

El viche se suele mezclar con hierbas, frutas y especias. Una versión llamada tomaseca tiene notas suntuosas de canela y nuez moscada; otra, el arrechón, cremoso y suave como la fruta borojó, se considera un afrodisíaco. El curao se infunde con hierbas como la menta, la manzanilla o el pipilongo, una planta autóctona de la región.

“Me parece rica una bebida tan cargada de simbolismo, de valores”, dijo Neila Castillo, de 68 años, quien estaba junto al puesto de Solís probando viches con una amiga de la universidad, Marta Espinosa, de 67 años. Metieron en sus bolsos botellas de viche puro de color blanco claro para disfrutarlas más tarde.

En 2008, el viche se convirtió en la bebida oficial del festival cuando los organizadores tomaron la decisión osada de comercializarlo durante el evento como parte de un “ejercicio de sensibilización”, a pesar de que todavía era ilegal, dijo Ana Copete, directora del festival y nieta del músico que lo inspiró. En aquel momento, el viche gozaba de una protección informal en el marco del evento, dijo, y los comerciantes podían vender sus productos sin la interferencia de las autoridades.

El viche representa el único ingreso para muchas familias en la región del Pacífico de Colombia, y en 2018, Copete lanzó un esfuerzo de colaboración con los productores para poner la legalización del viche en la agenda pública.

El grupo pronto consiguió el apoyo del Ministerio de Cultura de Colombia y de otros responsables políticos que vieron el potencial económico de la bebida.

“Ha sido una lucha mantenerla viva, que la tradición no desaparezca”, dijo Copete. Su presencia destacada en el festival, añadió, “permite que otras personas que no son del Pacífico conozcan esta bebida y conozcan lo que representa, la consuman y así ayuden a las familias vicheras”.

Solís, la productora de viche, creció con la bebida como parte de la vida cotidiana en Buenaventura, una ciudad portuaria del Pacífico a unos 80 kilómetros de Cali. Se tomaba no solamente como bebida espirituosa, sino también como medicina tradicional utilizada para ayudar en el parto, limpiar las heridas, calmar los dolores menstruales y tratar la infertilidad.

Cuando tenía 7 años, su tía le dijo que iba a instruirla en conocimientos locales de más de 300 años de antigüedad. Le tapaba los ojos a la niña con un pañuelo y le enseñaba a identificar las plantas únicamente por su fragancia.

Solís fue una de las primeras vicheras en registrar su empresa, Semillas de Vida, ante la autoridad comercial del país, incluso antes de que fuera declarada “patrimonio cultural inmaterial de la nación”.

Cuando se enteró del registro, lloró, saltó, gritó, abrazó a su hijo y dio gracias a Dios. El sentimiento, dijo, fue indescriptible.

Legalizar y honrar el viche, dijo, “fue una alegría tremenda, porque eso es una lucha de muchos”.

 

Publicado en NYT | by Julie Turkewitz. Investigadora social del Times para latinoamérica

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Investigaciones

Nueva guerra fría entre Rusia y Occidente

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EP España/ opinión

¿UNA NUEVA GUERRA FRÍA ENTRE RUSIA Y OCCIDENTE?

La fallida y controvertida visita del máximo representante de la diplomacia europea, Josep Borrell, a Moscú -humillación del ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov, incluida- ha puesto sobre la mesa la tensión que rodea a las relaciones entre Occidente y Rusia.

por Ricardo Angoso

Mientras Borrell pisaba todavía territorio ruso, en una visita que rozó el paroxismo grotesco, en términos diplomáticos, Moscú expulsaba a varios diplomáticos de la Unión Europea, más concretamente a tres representantes de Suecia, Polonia y Alemania, en un gesto tan poco acorde con las formas como poco respetuoso con su visitante, casi humillante. Una afrenta absoluta sin necesidad de usar más eufemismos. Luego el canciller ruso, Lavrov, se inmiscuyó de la manera más poco apropiada -pese al apoyo recibido por parte de ese tahúr del Mississippi que es Pablo Iglesias- en los asuntos de España y comparó a los presos catalanes con el disidente ruso Alexei Navlany, sobre cuyo intento de asesinato sobrevuela la mano criminal del actual inquilino del Kremlin.

La paciencia de los europeos, abandonados durante cuatro años por unos Estados Unidos que hacían la vista gorda ante las constantes violaciones de los derechos humanos en el interior de Rusia y por sus brutales atropellos en el exterior, ha sido infinita y quizá no se ha manifestado, debido a las divisiones en el seno de la UE, con la suficiente contundencia y rotundidad.

Rusia, en estos años de satrapía de Vladimir Putin, ha envenenado y asesinado a disidentes, tanto en suelo ruso como en el exterior, ha acallado e incluso cerrado a los medios de comunicación que disentían con el máximo líder, ha perseguido con saña y brutalidad a cualquier forma de disidencia, incluso empleando medios policiales absolutamente brutales contra protestas pacíficas, y ha silenciado a cualquier voz crítica con el régimen neoimperial ruso. Por no hablar de la permanente exhibición, por parte de Putin y sus esbirros, de un discurso homófobo, machista, racista y reaccionario, casi de corte neofascista, de cara a la galería que dista mucho de lo que debería ser un liderazgo moderno, democrático y tolerante hacia todas las formas de expresión y género.

Luego,  en lo que respecta a la proyección exterior de Rusia, las cosas no podían haber ido por peor camino en los últimos años, habiendo hecho valer, mediante el uso de la fuerza bruta, su viejo poderío imperial en el espacio postsoviético. Moscú mantiene ocupada una parte de Moldavia -Transnistria- y tiene estacionado allí el XIV Ejército ruso; se anexionó unilateralmente a las “repúblicas” de Abjsia y Osetia del Sur en Georgia, en una guerra donde primó la tierra quemada y causando miles de muertos y desplazados; se anexionó Crimea, imponiendo a Ucrania una humillante entrega de este territorio, y ocupó en este país las regiones de Donetsk y Donbás, abriendo el camino para una larga guerra civil no concluida; y, por último, Putin tiene el dudoso honor de ser, junto con el sátrapa de Venezuela, Maduro, uno de los pocos dirigentes del mundo en haber apoyado la carnicería desatada por el dictador de Bielorrusia, Aleksandr Kukashenko, tras haber perdido las últimas elecciones en su país y haber perpetrado un fraude monumental para perpetuarse ad eternum en el poder.

LA POLÍTICA NEOIMPERIAL RUSA

Pero la agresiva política exterior rusa no solamente se circunscribe al mundo postsoviético, sino que tiene entre sus objetivos extender su poder e influencia en otros escenarios, como Oriente Medio, Asia y América Latina. En Oriente Medio, el régimen de Putin  se ha convertido en el mayor aliado del dictador sirio Bashar al-Asad, responsable de numerosas violaciones de los derechos humanos y de haber bombardeado hasta hospitales y otros objetivos civiles con el fin de doblegar a la resistencia democrática en el interior del país. Incluso Putin, que cuenta con una base militar en territorio sirio sobre el mar Mediterráneo, se ha entrometido descaradamente en la guerra civil Libia y ha tejido alianzas contra natura con Turquía e Irán, dos enemigos declarados de Occidente. Ankara hace años que abandonó toda esperanza de ingresar en la UE y Erdogan desestabiliza permanentemente el Mediterráneo Oriental, bien fomentando la inmigración ilegal para chantajear a Europa a cambio de dinero o enviando fuerzas militares para reclamar las reservas gasísticas de Chipre e Israel.

Paradójicamente, Putin, que nunca pone los huevos en la misma cesta, por decirlo vulgarmente, mantiene unas excelentes relaciones con Israel y en los últimos años los contactos entre el primer ministro del Estado hebreo, Benjamín Netanyahu, y el inquilino del Kremlin han sido frecuentes y la sintonía entre ambos en numerosos asuntos ha sido más que notable. La política hace extraños compañeros de cama.

En lo que respecta al resto del planeta, Rusia ha tenido una política mucho más ambiciosa y agresiva que la UE e incluso los Estados Unidos en Asia y América Latina, habiendo cimentado una sólida relación con China en estos años -mientras Trump dinamitaba todos los lazos con este país con su habitual torpeza- y manteniendo el habitual alto nivel en sus intercambios comerciales y políticos con la India, siendo su principal proveedor de armas.

Luego, en lo que se refiere a América Latina, es muy significativo que varios países del continente, entre los que destacan Cuba, Nicaragua, Argentina, México, Bolivia y Paraguay, hayan preferido comprar la vacuna Sputnik 5 a Rusia antes que iniciar negociaciones comerciales con otros laboratorios occidentales, lo que revela el peso creciente que va teniendo este país en este continente, donde cada vez se detecta un mayor desinterés y una falta de estrategia nítida por parte de los Estados Unidos y la UE hacia sus asuntos.

Así las cosas, ¿estamos ante una nueva Guerra Fría entre Occidente y Rusia? La pregunta sobra, ya estamos inmersos en la misma, y frente a una UE titubeante y débil, que se niega a mostrar su nervio diplomático fomentando una diplomacia más activa y unificada, Rusia aprovecha esos espacios dejados por los europeos para avanzar en numerosos escenarios. Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, abandonó en la cacharrería de la historia a la OTAN, humilló a sus socios europeos, destruyendo el vínculo transatlántico tras años de efectividad en la lucha contra el comunismo y la Unión Soviética, y, finalmente, descuidó numerosos escenarios en el planeta al igual que la UE, como ya hemos dicho antes, dejando los mismos en manos de otros países que, como Rusia, no iban a desaprovechar la ocasión para tratar de ocuparlos y ejercer su liderazgo, tal como está haciendo muy efectivamente. ¡Bienvenidos al siglo XXI!


RICARDO ANGOSO GARCÍA

http://www.foroideasparalademocracia.com/

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Farándula

Valeria LLaneza: El perfil de la actriz que conquista a Nueva York

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EP New York/ sociales

Cuando contactamos por primera vez a Valeria Llaneza y supimos de sus sueños y conquistas  asi como las proyecciones a corto plazo en el campo teatral no hubo duda que desde Argentina había llegado una actriz con un talento extraordinario. El profesionalismo de Valeria lo profesa todo: capacidad , personalidad , sencillez , ética , pero sobre todo, un dossier especial y único que transfiere confianza y respeto interpersonal.

A la hora de “actuar” con la realidad su sencillez y rápida conexión con el mundo exterior es una pequeña pero productiva conexión dominada por su impecable sensibilidad y capacidad de comunicación.Con Valeria no existen espacios vacíos que den lugar a la especulación. Al contrario, su relación perenne con sus compañeros de trabajo e interconexión con el público tanto en sus obras de teatro asi como entre bambalinas  es excepcional. Ni que decir a la hora de atender a sus críticos y a los medios de comunicación.

La vida de Valeria Llaneza ha estado rodeada de lo que ella misma describe como el factor fundamental de lo que hoy es como artista y persona: una familia apasionada por la tertulia , la música y el teatro. Actuaba desde niña bajo la complicidad de la cámara de su padre durante las fiestas familiares , especialmente en la época decembrina, cuenta en una entrevista publicada en “ventana cultural.

Allí , en el seno del hogar junto a sus padres , hermanos y primos , en su natal Buenos Aires, Argentina , nació , creció y rápidamente conquistó el mundo musical y teatral de suramérica y pronto dio el salto definitivo de su sueño al llegar a la gran ciudad de Nueva York.

Valeria Llaneza protagonista de sueños cumplidos en la ciudad de Nueva York.

Como  se dice en esta ciudad: Check List = Done. Luego de estudiar en Buenos Aires, Argentina desde los dieciséis años aprendiendo de los mejores profesores y llegando a consolidar una base sólida, compacta y dócil, sus expectativas subieron, dando un paso que muy pocos tienen el valor y valentía de dar. Partir hacia una gran aventura  que la llevó a estudiar día y noche con el objetivo de perfeccionarse en el ámbito musical llegando así a conquistar los escenarios neoyorquinos.

Asi es Valeria Llaneza. La actriz de comedia musical, una trabajadora incansable, detallista y perfeccionista. Así como también transparente, divertida y con una energía que envuelve. Conociendo su pasado y viendo su futuro podemos ver una extensa lista de producciones, tanto en Argentina como en Nueva York, haciéndola una persona con vasto conocimiento en estos dos ambientes de trabajo.  Hoy nos centraremos en la obra que acaba de realizar ‘’Rapiña, cuatro historias de amor y depredación’’ la cual fue presentada en The Tank Theater en el mes de Febrero de 2019, estando en tres de las cuatro escenas que forman parte de la obra e interpretando a madres diferentes, con sus características y problemas.

Nos cuenta: ‘’Una de las cosas en las que más me centre fue poder diferenciar estos estilos de madres, gracias al director y al proceso de ensayo tuve tiempo para descubrir,  preguntar y pasarlo al cuerpo. Ser  una actriz de comedia musical, en este caso de teatro, es un trabajo de tiempo completo. Desde la mañana hasta la noche y a veces entre sueños. Pensando, tratando de buscar un hilo conductor acorde a  la línea del personaje, no juzgándolo sino aceptando como es, estudiar el texto y comprender el porqué de cada mínima línea que tiene. Es así como se llega a llenar los casilleros vacios. Estás poniendo tu cuerpo, alma y mente para experimentar  un ritual en el que es de a dos,  ya que el público también lo pone. Y el ritual al final del camino llega a su completa unión. ’’

El objetivo principal de la obra es el de actuar como espejo para el espectador, tocando temas que unen a cada personaje, ligando incertidumbres y sentimientos carnales que recuerdan la bestialidad animal en el ser humano, de la que nadie está excento.



Cuatro obras cortas “Sur”, “Bañera”, “Fotos” y “Como las tarántulas” que conforman “Rapiña”, unidas por un mismo universo: la rapiña como instinto visceral del individuo. La obra se estructura sobre momentos muy bien definidos donde las acciones son los pilares que atraviesan el cuerpo, la emoción y los ojos del espectador. Cada historia es protagonizada por diferentes actores que sucesivamente mutan a otros personajes, cada uno oscuro, en situaciones límites y de intensa carga emocional. Cada cual ocupa perfectamente su lugar en escena con peso específico en la obra, demostrando una profunda elaboración de los personajes y logrando meritoriamente un gran nivel actoral.

Valeria nos cuenta apasionada: ‘’Con los personajes que me toco interpretar y  en su relación con mis pares aprendo y trato de comprender otras realidades bajándolas a nuestra vida cotidiana, todos tenemos de todo un poco. Los personajes me llegan por algo, nada es casual. Si yo no sabía por qué los había elegido, después de representarlos lo supe. Este papel me puso en frente de muchas cosas propias, de vínculos amistosos, relaciones familiares, de cómo uno puede, a pesar de todo, tener la posibilidad de modificar un pensamiento o seguir eligiendo lo que uno aprendió desde pequeño. Los vínculos familiares son muy difíciles de entender ya que cada familia tiene su propio sistema y costumbres. Enfrentar estos y verlos en un todo con Rapiña  es una posibilidad de mostrar y dar a conocer realidades universales en donde todos estamos inmersos  e iguales. ’’

En cuanto  a la escenografía, reina un concepto simplista en donde la idea de menos es mas es llevada a cado de una manera eficiente. Se construye de esa forma, como elementos específicos, pequeños mundos  que se van transformando a medida que la obra progresa, siendo evidente un gran aprovechamiento del espacio. En esta puesta todos los elementos son aprovechados, comunican y hacen a la historia destacarse, haciéndola brillar por su esencia.

Nos cuenta también: ‘’Mi experiencia con el teatro siempre fue y sigue siendo la sensación de un salto hacia el vacío sin saber bien qué pasará, es soltar lo que por varios meses de trabajo investigué, para estar con un otro, presente y viva, avanzando en  el  relato que queremos comunicar, con la confianza puesta en lo genuino.

Además de mostrar sus encantos actorales, también la pudimos ver en el papel de productora general  de dicha obra. Responsable de la organización, supervisión de todos los aspectos del montaje, en las tareas de coordinación, planificación, gestión y facilitación de los recursos necesarios para que la obra llegue a su concreción. Uno de los pilares más importantes junto al director, autores y actores.  


Video clip de RAPIÑA


Pudimos ver a Valeria Llaneza entregada a una charla íntima, contando sobre Rapiña, y sus próximas presentaciones, sus procesos actorales y nuevos proyectos por realizar. Amable, cálida, dedicada y sensible.

Valeria la escritora

Otra de las innatas aptitudes de Valeria es la facilidad de adentrarse en la descripción y la crítica teatral a través de cualquier género literario dando oportunidad a la expresión artística propia de una ciudad donde el arte y la música resplandecen el horizonte neoyorquino.

En cuanto a ‘’Rapiña y sus cuatro obras cortas de amor y depredación” , próximamente se presentará en el Consulado Argentino de Nueva York el 27 de Junio del 2019.  

También podemos ver a Valeria Llaneza, los días 15, 17 y ‪20 de Julio‬, interpretando a  Nathalie en el  SummerFest de Nueva York con la obra llamada “It’s a Woman Thing (The story of a friendship)”, escrita por Jésica Terry , dirigida por Virginia Podesta, con las actuaciones de Jésica Terry, Carmen Borla y Natalia Ivana Escobar. 
 

 
 

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